CAPÍTULO 17

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Febrero, 2006

-¿Te sientes bien? – Camille asintió – No te ves para nada bien.

-Creo que es mejor que vaya a mi casa – se levantó de la cama – ¿Podrías llevarme?

-Podemos esperar a mis padres, para ir a que te revisen – negó – Camille, juro que si no te vieras tan mal no te diría nada.

-No pasa nada, solo estoy cansada. Va días que no duermo bien por hacer las tareas que había dejado.

-Te dije que te dejes de acumular, eso también baja el promedio.

-Lo sé, solo no tenía ánimos de hacerlas. Estaba en mi etapa pereza extrema – sonrió de manera tan dulce, una de las que pocas veces brindaba – Ahora, solo quiero dormir bien.

-Entonces quédate esta noche también.

-Necesito tener un minuto de soledad – se acercó a abrazarlo al ver que cambiaba los gestos – No quiero decir que la compañía esté mala, pero para que estar con alguien que va a parecer un muerto, mejor descanso hoy y mañana vuelvo.

-Vamos, me llamas si sucede algo o le dices a Aleksandr que me avise – Ella negó - ¿siguen sin hablarse?

-Es mejor no hacerlo, mínimo por ahora.

El camino iba inhalando y exhalando de manera pausada para que Sam no note algo raro – estaba segura que iba a vomitar en cualquier momento – Cuando él giraba a verla ella sonreía, él no le daba una de regreso porque se veía preocupado ¿Por qué no podía entonces estar con él, sin que le duela saber que Aleksandr tenía a alguien más?

-Te ves mucho más pálida Camille, no creo que esto sea normal.

-No te preocupes, siempre pasa cuando no descanso bien. Es porque mi cuerpo ya está agotado – cerró los ojos. Como hacía siempre (que eran pocas o casi nulas) las veces que se enfermaba, se trasladaba al lugar donde más le gustaría estar. Un paraíso; playas exóticas, trataba de recordar el olor, la brisa y el sol calando por cada centímetro de su cuerpo.

-Cami, llegamos – el suave movimiento de Sam la trajo a la realidad – ¿Te ayudo a entrar?

-No, está bien. Ya es tarde y es mejor que regreses rápido – el muchachito bajo para abrirle la puerta y pasarle las cosas que había estado guardando en su casa – Gracias, nos vemos mañana.

Aleksandr estaba viendo como él la abrazaba y con cuidado le levantaba la quijada para poder posar sus labios sobre los de ella, pudo ver como la mano de este viajaba a lo largo de su espalda – detestaba verlos así, después del inconveniente pudo ver que la relación de Camille se hizo más fuerte, tanto que ya no dormía en casa. Estaban teniendo sexo, la sonrisa de cada mañana en la escuela y lo melosos que eran lo confirmaba – Camille no se movió del lugar hasta que Sam se marchó. En todo momento ella agitaba la mano en modo de despedida como si no lo fuera a volver a ver – esperaba que el auto se perdiera de vista, apenas sucedió ella tomó con brusquedad sus pertenencias, para correr directo a casa – con la premura que tenía obvio todo lo que la estaba rodeando, en su mente estaba que tenía que llegar a su habitación, en el camino chocó con el pelinegro. No se dio la molestia de disculparse ella continuó con su carrera.

Una puerta estrellada fue lo que escuchó.

¡Gracias! – en todo su malestar lograba agradecer haber llegado a tiempo – nada agradable estar con la cabeza metida en el inodoro. Su cuerpo estaba con estos malestares hace unas semanas, sin embargo, no quiso hacer caso a los síntomas, hasta hoy. Todo empezó con mareos ligeros, sueño, migraña que ya no soportaba y ahora vomitaba. ¡Qué mala suerte la suya! En este momento le gustaría estar en su hogar, en Inglaterra. Tal vez no estarían sus padres, pero igual se sentiría en su verdadero hogar. Tomó un baño para relajarse y así poder dormir, estuvo por ponerse el pijama observó las camisetas de Aleksandr, todas las que le había quitado, observando bien ahora había un par de camisetas más, unas que nunca había usado – su aroma – se aferró a la camiseta, eso la hacía sentir mejor -.

Sobre la Piel de mi VerdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora