CAPÍTULO 40

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Marzo, 2016

ALEKSANDR

Su suave piel bajo mis dedos es la mejor amarecida que podría tener.

La jalo de la cintura encajando su espalda con mi pecho, se estira, pero no despierta, el compás relajado de su respiración trae paz, la acaricio, su abdomen firme tiene guías exactas por las cuales mis dedos pueden pasear, sus tetas las estrujo a mi gusto, beso su cuello esperando que se despierte; sin embargo, su reflejo es restregarme la polla con el culo al ritmo de mis caricias en sus tetas. Se estira media adormilada.

Estira un brazo hacia atrás tomando mi nuca.

—Despierta — pellizco sus pezones.

—Mmmh — no es una queja, aun sigue luchando por despertar.

Me la pone dura tenerla así restregándose en mi desde su subconsciente, llevo la mano hasta su vagina y es como espero encontrarla, extremadamente húmeda, la acaricio con movimientos circulares, gime despacio, continuo con mi trabajo mientras marco su cuello; bosteza y se estira.

—Estoy sudada — se queja entre jadeos.

—¿Cuál es el problema? Sigues oliendo a mi — juego con su entrada, no termino de penetrarla con los dedos, me gusta ponerla ansiosa.

—Pero debo seguir con rastros de la madrugada.

—¿Y? — le coloco una pierna hacia atrás para darme mayor acceso — me encanta tenerte llena de mi y ver como lo expulsas en cada contracción por tus orgasmos — la penetro por completo con mis dos dedos, se muerde el labio para contener su grito — esto tiene que ser rápido porque tengo una reunión en dos horas.

Me sujeta con fuerza de mi nuca, no dejo de penetrarla, la velocidad la aumento porque necesito escuchar como en hace unas horas, gritando mi nombre y es cuestión de segundo cuando empieza a rogar por más, sus caderas se ondean, se restriega contra mi palma, mis dedos exigen lo que quieren ver en ella y así lo hace, me baña la mano, encharca la cama y agitada repite mi nombre.

—Así me gusta ardillita — su respiración no le da tregua.

Aprovecho sus espasmos insertándome en ella de un solo empellón.

—¡Auh! ¡Aleksandr! — su queja no tiene sentido con el gemido que suelta mencionando mi nombre, menos cuando ella empieza el movimiento de caderas exigiéndome que me mueva, gira la cabeza y me pega a sus labios, la siento necesitada y me encanta, la beso y la muerdo... Mis testículos golpean su zona en cada embestida, el ritmo aumenta, sus gemidos ya no los contiene, siento sus paredes cerrarse y eso solo indica que el orgasmo se acerca.

La cambio de posición quedándome arrodillado entre sus piernas y abriéndola por completo para mí; la satisfacción de verla así de dilatada por el grosor de mi pene me descontrola, la penetro y la masturbo; su habitación se llena de gritos y suplicas, la tomo del cuello, abre los ojos mirándome fijamente con la boca entre abierta, sus expresiones de placer me trastornar y lo hago sin pensar, la ahorco y palmeo sus tetas con cada embestida, sus paredes empiezan a contraerse junto al orgasmo que está creando — me da el mejor espectáculo matutino que podría a ver imagino, que ni en mis mejores sueño enfermos podría haber creado — exploto junto con ella, eyacula junto con un squirt que me empapa, sus espasmos se vuelven incontrolables y más fuertes que los de la madrugada, sus quejidos de placer ahogan mis jadeos.

Podría decir que tuve suficiente con eso, pero no. Aquello sirvió para que despertara una sed incontrolable por su vagina, sus tetas, ese culo y sobre todo esos gestos degenerados con los ojos y la boca que no me dejaban tranquilo.

Sobre la Piel de mi VerdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora