18 - Estrellas fugaces

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Para Logan fue imposible reaccionar enseguida. Se quedó un segundo viendo a Scott, que permaneció cerca de la mesa de bufé con su ropa térmica y una sudadera Adidas. Cabello corto, ojos marrón oscuro.

Luego una figura se atravesó en su plano de visión. Fue borroso al inicio, desenfocado, pero entonces aquella voz de mujer lo hizo regresar a la realidad.

—¡Logan! Oh, cariño. ¡Eres tú!

El rubio se tensó en automático, pero al ver a la mujer de cabello castaño largo, respiró hondo y se obligó a sonreír. Igual que salir a escena a pesar de desear vomitar frente a toda la multitud.

—Señora Hazel, un gusto verla. —Podría tener un sinfín de emociones arremolinándose en su estómago, pero, ante todo, sus padres le enseñaron modales.

La mujer era una de esas madres jóvenes que vestían con un guardarropa más costoso que un auto. Uñas que posiblemente le impedirían ir a esquiar más tarde, y unos ojos igual de marrones que su hijo.

El señor Hazel, por otro lado, era un hombre muy mayor y de actitud más reservada y fría. Pero por fortuna no estaba en el comedor.

—Scott —dijo la mujer, girándose para llamar la atención del chico, incluso aunque era obvio que ya había atendido a la presencia del rubio—. Mira quién está aquí. No lo vas a creer.

Sí, claro. No lo iba a creer. No es como si Scott no supiera de antemano que la familia de Logan asistía cada navidad a ese lugar como parte de una tradición.

Scott no se veía tan sorprendido. Obviamente. Dejó a un lado la charola de comida y se acercó a ambos.

Logan miró hacia sus compañeros en la mesa. Will y Dylan solo estaban confundidos, incluso curiosos. Pero Finn miraba a Scott, no de manera discreta, aunque sí inexpresiva. Lo analizaba de pies a cabeza.

Logan hizo uso de toda su buena energía y madurez para poder sonreír hacia Scott. Lo miró a los ojos, pero podía ver que éstos ya no lucían tan brillantes como años antes.

—Hey, hola. Es sorpresivo verlos por aquí. Nunca vinieron otros años, ¿cierto?

La mujer negó, y el gesto con su mano hizo que sus anillos brillantes se notaran.

—Es la primera vez. Dan no podía viajar tan lejos este año, ya sabes, por sus negocios. Pero tampoco queríamos pasar la navidad en casa, aburridos. A Scott se le ocurrió esta idea, ¿verdad, hijo?

Scott se aclaró la garganta, pero sonrió de lado en dirección a Logan.

—Tengo buenos recuerdos de la vez que vinimos con tu familia. Esa vez no pudimos disfrutarlo bien. Creí que sería una buena idea volver.

A Logan se le escapó una risa escueta. Se tuvo que morder la lengua y evitar tomar su bandeja de comida para no arrojársela a ese chico en la cabeza.

—Vaya, no sabía que la habías pasado tan bien en aquella ocasión, Scott.

—Todo pasa por algo —dijo la mujer. Era alguien de intenciones buenas, pero su capacidad de deducción siempre fue muy mala. Tal vez por eso seguía sin saber de los deslices de su esposo—. Ya que estamos aquí, deberíamos salir a cenar ambas familias un día. ¿Tus papás vinieron?

—Sí, vinieron. Pero no sé si sea posible lo de la cena. Vinimos en un grupo grande, casi como si fuese un evento especial para el hijo de mi tío.

—Oh, ¡¿Jordan tuvo un hijo?! ¿Cuándo nació el bebé?

—Hace como diecisiete años. Es una larga historia.

La mujer parpadeó con sus largas pestañas, confundida, pero asintió.

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