1- Última alternativa

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10 años después


—No, yo tampoco lo sabía —dijo su padre al teléfono—, pero no es para tanto.

Finn miró desde la barra de la cocina en la que solían desayunar, y es que el comedor se sentía muy solitario.

Su padre puso leche en su café mientras entablaba batalla con su ex esposa por llamada. Dylan bebió un sorbo de su taza y lo observó con ligera diversión, por eso Finn rodó los ojos.

—Solo fue una semana, Joanna —exhaló su padre con fastidio—. Siempre viajas cuando quieres y dejas solos a los chicos, pero te molestas porque pasan tiempo conmigo. Tal vez te habrías enterado de lo que hacen si pasaras más tiempo con tus verdaderos hijos.

Finn se sacudió las migas de pan tostado de las manos y se levantó. Tomó su mochila del suelo y se giró hacia su hermano que seguía atento a la situación.

—Debo irme a la escuela —le dijo—. Cuando dejen de pelear, ¿le puedes decir que hoy me quedo con mamá?

—¿No ibas a quedarte toda la semana aquí?

—No quiero más problemas. Ya suficiente tengo con que se haya enterado de que falté una semana a la escuela para irme a Toronto, es mejor tener la situación en calma. Te veo después, descuida.

Finn se marchó enseguida. Era probable que Dylan tratara de convencerlo para que se quedara, pero la decisión estaba tomada, así que salió de la casa y se puso su abrigo. El invierno estaba tocando la puerta.

Lo malo de tener padres divorciados era vivir en una lucha constante para mantener ambas partes a gusto, y la más difícil de complacer era su madre. Así que, ajustándose los anteojos de montura negra desde el puente de la nariz, fue hacia el estacionamiento y subió a su auto.

El clima estaba siendo más amable que los días pasados que llovió sin cesar, ahora solo existía ese frío punzante pero manejable. Aunque tal vez, al llegar a la casa de su madre por la tarde se desataría la verdadera tempestad. Se estremecía solo de pensarlo, así que postergaría lo más posible esa confrontación.

Antes de ponerse en marcha, Finn echó un vistazo a su teléfono y encontró un mensaje de Aris. O más bien, emojis de telaraña y de una carita durmiendo bajo el link de su playlist conjunta. La había hecho durante el mes que Aris la pasó mal, y solían actualizarla constantemente como si de una charla habitual entre ambos se tratara. Sin embargo, tenía casi una semana que no agregaba ninguna.

Finn sonrió de lado y se lo pensó. Ya no deseaba mostrarle canciones para reconfortarlo, Aris ya no las necesitaba. Su amigo volvió a sonreírle a la vida luego de que Kyler y él solucionaran todo, y ahora todo el tiempo parecían estar viviendo una luna de miel interminable durante la preparatoria.

Todo parecía haber vuelto a la normalidad, así que por eso, Finn fue hacia sus canciones más escuchadas y agregó Material Boy de Sir Sly a la playlist conjunta con Aris, por último le mandó un emoji de escoba como respuesta en su chat.

Al llegar a la escuela, el estacionamiento estaba más despejado de lo acostumbrado. Ya no acudían todos los alumnos a Kandinsky, únicamente los que, al igual que él, debían presentar exámenes y proyectos finales. Pero ya quedaban pocos días para dar cierre oficial al semestre.

Sin todas las personas, Kandinsky se veía más grande de lo usual. Pasillos más espaciosos, aulas más silenciosas, voces ocasionales pero nada comparado al caótico ruido de los días de clases.

Para ir hasta su edificio, Finn tenía que atravesar el corredor principal en el que exhibían proyectos de egresados destacados. Eran pinturas con detalles tan perfectos que podrían ser dignos de un museo londinense, y dibujos en una variedad de técnicas artísticas que atrapaban la atención de cualquiera, incluso aunque llevaras prisa. Más que un corredor estudiantil, daba la sensación de caminar por una exhibición de arte que te invitaba a quedarte.

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