13 - Una categoría propia

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El juego de la discreción era un juego que, Logan descubrió, era muy divertido jugar.

Era una gran ventaja que Finn Warner supiera cómo ser reservado. Hubo momentos en los que incluso hasta Logan terminaba por sentirse confundido por la aparente indiferencia del chico. Pero luego, cuando existía una oportunidad, Finn tomaba su mano a escondidas del resto.

Ya no se quejaban si las salidas con sus amigos terminaban en citas múltiples. Podían fingir que sí, pero en el fondo, Logan ansiaba esos momentos en los que ambos desaparecían y terminaban por robarse un beso en lugares escondidos de los demás.

Mientras Finn terminaba su mural, los chicos iban a hacerle compañía. Algunos llevaban comida, otros trataban de ayudar a Finn en lo que podían. Logan solía mirarlo desde abajo, embelesado. No podía ayudarlo, incluso aunque deseara, porque solo Dios sabía lo mucho que las alturas lo aterraban. Y Finn trabajó en la parte superior del mural desde entonces.

Coco, Marlon y Poppy estuvieron documentando el proceso de trabajo de Finn en videos. Tomaban fotos y fingían entrevistar a los ayudantes porque el artista principal era tímido con la cámara. Sin embargo, todos se sorprendieron cuando Finn accedió a que las chicas lo publicaran en internet.

Pronto, el mural de Kandinsky fue un tema popular del que hablaban los chicos de su escuela, incluso aunque no pudiesen verlo de cerca ya que durante las vacaciones no había acceso libre para el resto.

Logan observaba trabajar a Finn con atención. El chico era tan talentoso que lo dejaba boquiabierto. El mural plasmaba una belleza que solo en su imaginación era capaz de ser creada. La combinación de colores violeta, azul, rosado, y algunos tonos sutiles en amarillo y verde creaban un ambiente mágico.

Finn siempre estaba en modo concentrado. Cuando trabajaba, muy pocas veces recordaba que no estaba solo. Pero Logan no se sentía olvidado, porque cuando el chico bajaba la brocha de pintura y miraba alrededor, al primero al que sus ojos buscaban era él. Se ajustaba los anteojos, sonreía discretamente, y luego volvía a trabajar.

Logan sonreía como un estúpido enamorado a escondidas, y después seguía charlando con sus amigos igual que siempre.

Los días pasaron, el mural estaba casi terminado, y el viaje a Mountains Park estaba más cerca.

Finn aún no encontraba la manera de decirle a su madre que no iría a Australia para Navidad, pero tampoco dejaba de hacer planes con sus amigos, ni con Logan.

Uno de los pocos sitios donde podían verse de manera tranquila era la vieja casa de los abuelos de Logan, donde el rubio terminaba de practicar piano para su examen de recuperación, y Finn trataba de dibujarlo mientras lo escuchaba tocar.

Ya no intentaba dibujar a Logan igual que antes, ya se había dado por vencido con eso. Ahora iba por partes. Hubo tardes en las que solo dibujó sus manos, la forma de sus venas resaltando cuando adoptaba la postura para tocar. Durante los últimos días, en cambio, se encontró obsesionado con dibujar el cuello del chico, en donde descubrió que existía una pequeña agrupación de lunares muy sutiles. No podías verlos a menos que los observaras de cerca, tal como solo él podía hacerlo ahora.

—Parecen una pequeña constelación —le había dicho Finn una tarde, mientras lo dibujaba—, como las que tanto te gustan.

Logan había sonreído, y aquello provocaba que sus tardes fueran preciadas.

Era muy posible que sus amigos se cuestionaran sobre la ausencia de ambos, pero a ninguno le importaba. Cuando Finn declinaba invitaciones de sus amigos, ninguno sospechaba si ponía de excusa la situación en su casa.

Eric y Kyler tampoco le daban muchas vueltas al asunto si Logan les decía que saldría con alguien. Técnicamente no mentía. Y jamás sospecharían, dado que era algo muy común para el chico.

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