21 - Promesa

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—De verdad, estoy bien —insistió Will, porque Finn no dejaba de verlo desde el otro lado de la mesa. Dylan seguía junto a su novio, como si su única misión en la vida fuese brindarle calor con su discreto abrazo.

Ya ninguno de ellos tenía hambre, pero el comedor era el sitio más cálido y amplio, por eso se convirtió en su zona de reunión.

Había más sitios qué visitar en Mountains Park, diversas atracciones y actividades para el día, pero justamente esa tarde ninguno tenía intenciones de estar alejados. Se quedaron ahí, animando a Dylan y a Finn, pero principalmente a Will.

Incluso aunque el chico ya se veía más tranquilo, su mirada continuaba dispersa entre ratos. Quizá las palabras de la madre de Dylan no se borrarían tan fácil de su mente, y su novio lo intuía.

También Finn, por eso miró por la ventana y se esforzó en pensar cómo hacerlo sentir mejor. Pero su imaginación no daba para mucho, no cuando estaban limitados por el clima frío y la nieve.

—Voy a subir como tres kilos mientras estemos aquí —exhaló Marlon, recostándose sobre la mesa y apartando la taza que tenía frente a ella—. He bebido más chocolate caliente en este lugar de lo que bebí en toda mi vida. Y no les contaré sobre las donas. ¿Por qué tienen que ser tan malditamente deliciosas?

Aquello sí hizo sonreír a Will.

—No había pensado en eso —abrió los ojos Aris, de golpe—. No puedo subir de peso, no me va a quedar el traje para el festival de inicio de curso.

—Oh, Dios. ¿Otro festival? —Kyler suspiró—. ¿Cuántos festivales tiene Kandinsky? Termina uno y comienzan a planear el otro. Necesitan tomarse un descanso.

—Hay como tres festivales durante cada semestre —dijo Aris, mirándolo con desconcierto—. Llevas estudiando ahí desde hace más de dos años, ¿cómo es que no te enteras?

—Bueno, porque, de inicio, yo no participo en ellos. ¿Tú de verdad te presentas en todos? ¿Cuándo descansas?

—No me presento en todos, solo en los importantes. Ya sabes, no tienes un novio novato, soy un profesional, Kyler. —Aris mordió la galleta que tenía en su mano con una sonrisa de satisfacción, pero debió recordar su proclamación anterior sobre el azúcar porque miró la galleta con miedo inmediato. —Oh, bueno —dijo, levantando el hombro con resignación—. Da igual, no puedo dejar una galleta mordida, se tiene que acabar.

—No puedes ponerte a dieta. Hoy íbamos a comer las banderillas festivas. Tienen tres tipos de quesos diferentes.

—Tienes razón —dijo Aris, consternado—. Y tampoco mañana, porque mi papá nos va a llevar a todos a desayunar a un lugar cerca de la zona de esquí. Tendrá que ser hasta pasado mañana.

—¿En nochebuena? Aris...

—Bueno, bueno. Nos saltaremos esos días, incluido navidad. Comenzaré a cuidarme cuando volvamos a casa.

—Y por eso subiremos tres kilos al menos —soltó Marlon, y volvió a tumbarse en la mesa—. Will, tendrás que hacer uso de lo que aprendiste en asistencia escolar. Tendrás que modificar todos mis vestidos.

Will ya tenía una sonrisa más amplia.

—Oh, eso me recuerda —soltó Eva, al otro lado de la mesa—. Will, ¿es cierto que continuarás con Tati este semestre?

—¿Quién te lo dijo?

—Brandon, obvio. Me dijo que Tati se lo contó.

—¿Otro semestre? —Dylan se mostró preocupado—. Pero ya terminaste tu periodo de castigo, ¿no?

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