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Es del sopor el deleite.


No es el Edén esta habitación sino el inicio de mis piernas y la tibia humedad entre ellas. Hay en mi vulva un lago y compuertas abiertas que te esperan. Nado sobre un delfín. Un elefante. Cuelgo enroscándome en su falo. El elefante se convierte en un animal más fino y ahora es un perro, ahora un lobo de pelaje sedoso el que cabalgo, del cual me sujeto desde abajo, el cual introduzco en mi cuerpo.

El Edén es este mar cuya agua es mi culpa. Mi creación, mi obra. Este lago fresco que me divide justo por el ombligo. La parte superior de mi cuerpo está sumergida boca abajo. Entre ondas y olas miro a los peces de todos tamaños, que brincarán sobre mí rozándome la piel, la parte inferior de mi cuerpo, mis piernas que se estiran, que juegan, que te esperan, que te reciben, que te aprisionan.

Es en el sueño el Edén, es en mi vulva el Edén, es en mi cuerpo y mi mar el Edén. Es tu pene el Edén. Aunque somnolienta no sea uno ni sea el tuyo. Aunque no sea tu falo sino el miembro gigante de un obeso que me aplasta, una serpiente eterna, la trompa del elefante, mi brazo. Una sola verga que en mi sueño es tantas cosas.

Es mi vulva este Edén. Es mi recámara este Edén. Es esa lengua en mi cuello. Adán que se sumerge en mi agua para besarme y me despierta. Entonces sujeto con las uñas su cadera para indicarle que no se salga de mi cuerpo.


Si escribo su nombre es entrar al paraíso, a la tierra prometida que fluye leche y miel. En el paraíso, Adán y yo somos hermanos. Subo por sus piernas y lo bebo. Lo lamo. Lo toco. Estamos desnudos y no nos da vergüenza.

Junto a él no me da hambre. Por eso pedí que al cuarto me llevaran una canasta de manzanas. Después pensé que debíamos celebrar, y pedí veintinueve canastas más. Una por cada día que estuvimos lejos. Así, mi habitación quedó llena de manzanas rojas.

Comimos manzanas porque nunca volveríamos a ese paraíso, aunque él no lo entendió y yo no lo sabía en ese momento. Al llenarlo de fruta, por instantes creyó que era el único hombre en la selva de mi habitación. Y es que era un bonito sueño ser la única mujer en el mundo entero. Soñamos mientras me enreda los dedos en el cabello, mientras los inserta en mi boca, en mi vagina. Adán tiene la piel tostada de quien nunca ha portado ropa.

Adán duerme sobre mi cabello suelto, entre sueños acerca mi cabello a su boca. Me paro y bailo alrededor de la cama sin que él se entere.

¿Y si yo no fuera una, sino dos?, quisiera preguntarle pero no me atrevo a ponerlo por escrito. ¿Y si otra mujer fuera idéntica a mí? ¿Y si en este jardín hubiera dos Evas?

Como si él también tuviera la lengua cosida al paladar, se quedó dormido después de tantas horas de amor, sin haber dicho una sola palabra.

Lo invito hoy a mi paraíso. Lo dejo dormir aquí la noche completa. Mañana amanecerá y yo, oliendo a hombre, le pediré a Treviño que cierre para él, una vez más, este espacio. Se lo pediré como si él fuera un arcángel y tuviera espadas de fuego.

Duermo sabiendo que los paraísos se desintegran de un día para otro. Y que el precio de cada paraíso son muchos, miles de infiernos.

Siempre tengo quien me cuide. Duermo con una serpiente enroscada a mis pies. Por eso los tengo tan fríos.


Despertamos tarde y con resaca. Por joder, le pasé un papel preguntándole cómo le había hecho para quedarse toda la noche.

Irma salió a un congreso.

No me hubiera gustado que la primera palabra que me dijera en el día fuera el nombre de su esposa, pero yo había tenido la culpa.

LOBADonde viven las historias. Descúbrelo ahora