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Es que Eleazar se iba mucho. Sí, de trabajo, pero también porque quería. Para cosas que podía mandar a los hombres, prefería ir él. Ya andaba en la política, ya tenía su carrera, pero seguía aferrado a las cosas de rancho. Y pues le contaron de un animal que se andaba comiendo a las vacas. Echó carne seca, sal, agua y parque pa la carabina. Entonces comenta que alcanzó a ver al animal, lo vio cuando agarró una vaca, un toro o algo así, lo mató y empezó a comer. Comía a llenar, luego se iba a una lomita y aullaba, luego ya se iba a dormir. Pero detrás de él andaban coyotes y coyotas, andaban como diez o quince animales, comían de lo que dejaba el lobo.

Él comentaba que era lobo porque era más grande que un coyote y con el pelaje de otro color. Bien fácil distingues al lobo de los coyotes: el lobo es el que mata, el coyote nomás se come las sobras. Dice mijo que lo siguió durante tres días, hasta que al final le dio blanco y lo mató. Se usaba que el cazador llevaba el cuero del animal como prueba y le daban algo. Pero tu papá no quiso nada, ¿qué necesitaba? Nada. Entonces le dieron su nombre. Se le quedó el Lobo desde entonces.


Primero Adria había pedido que pusieran a las muchachas en la camioneta del hombre que nos seguía.

No debes hablar con esas gatas, me dijo cuando nos quedamos solas en su Cadillac.

Había elegido una chica que me recordaba a la del pueblucho en el desierto con Rosso. No a la avispada. A la otra. Callada, ojos apagados como si supiera que su mala suerte estaba echada. Seguramente también sería de un pueblo del norte, lo sentí por su acento golpeado. Fierecilla apaciguada. Bronca ya domada.

Solo me pregunto si Rock iba a estar en la fiesta, le dije a Adria.

Señor Rogelio Quintanilla, para ti, ya te dije. Y claro que no va a estar. Lo de hoy es una corrientada.

Entonces cambió de opinión y pidió que sentaran a las cuatro chicas en la parte de atrás de su auto.

Si no a qué horas les explico todo. Ya es bien tarde.

Cuando subieron las chicas les dijo que tenían que portarse amables, lindas, accesibles. Que más que hacerlo por su trabajo, lo hicieran por ellas: iban a estar frente a los hombres más importantes del país. Era la oportunidad de su vida.

Yo miraba por la ventana. Calles sucias. Ciudad sucia. ¿Cómo sería Rock?

Adria daba clases rápidas de modales: jamás hablar con la boca llena de comida, no se dice haiga, no se preguntan cosas de dinero, no se pican los dientes en público, no se le pregunta nada a los señores...

¿Rock estaría en la misma ciudad? ¿Por qué venía a enterarme de su existencia en el peor momento de mi vida? ¿Por qué no había querido hablar conmigo? ¿Él también habría pensado en mí?

Ahora tenía una familia. Otra mucho peor que la anterior. Ninguna casa. Ningún amigo. Tanto viaje caótico buscando lo que me faltaba no me llevaba a ningún buen destino porque en realidad me llevaba a lo más importante: a Rock.

Tampoco nada de preguntar sobre sus esposas, eso es de mal gusto. Ya sabemos que todos los señores importantes están casados, seguía Adria.

Rock no estaría ese día en la fiesta. No le importaba conocerme.

¿Quedó claro lo del maquillaje? ¿Lu?

No sabía qué tenía que ver yo con el maquillaje y sus preparativos.

Volteé con parsimonia, sin saber si estaría dispuesta a recibir otra bofetada. Ella solo me sujetó del mentón.

Si eres tan tonta y no entiendes nada de maquillaje, entonces les vas a elegir los vestidos. Ya sé que tienes buen gusto.

¿Cuántas personas en la vida me habían dicho que era una tonta? ¿Sería verdad? Cuando conociera a mi hermano se abrirían los canales de mi mente. Pura y llanamente sería yo. Sería con él. Porque el amor es querer saber lo que el otro sabe. Querer que el otro sepa lo que yo sé. Contarle del clima en Roma, Rosso, Gretel... pero eso era ya pura sangre. Tendría que tener nuevos recuerdos. Con él. Roma, Rosso, Rock, recuerdos. Tal vez un día podríamos platicar, tomarnos un café, ir al cine. ¿Sería guapo? ¿Se parecería a mí? ¿Querría viajar conmigo? ¿Tendría hijos, esposa? ¿Me presentaría a sus amigos, me dejaría ir a las fiestas de sus amigos? ¿Me dejaría cuidar a sus hijos? ¿Me presentaría así, como su hermana? ¿Lo diría así, «hermana»? Ella es mi hermana. Lucy es mi hermana. De Roma a Rosso para llegar a Rock.


Hay justicias que no se pueden quedar en manos de Dios. Eleazar ya no quería a la mujer, pero no iba a permitir que le hicieran eso. A él.


Desármala, Terán.

Adria estaba ansiosa, molesta, torpe. Habíamos llegado a un departamento en Polanco rodeado de guardias y de exagerada vigilancia. Terán, el hombre que nos había seguido todo ese rato, no se atrevió a ponerme una mano encima.

A las cuatro chiquillas las metieron a una habitación.

Acomodándose el pañuelo, Adria se fue tras ellas, cambió de opinión. Volvió.

La Glock, le dijo a Terán alargando la mano.

Es que el señor Roger dijo que no.

¡Que no qué!

Que dejáramos que la muchacha hiciera lo que quisiera.

El señor Roger está surfeando en California, lo que pase aquí es asunto mío.

Como Terán seguía ahí, sin obedecer, Adria se me abalanzó, creyendo que iba a ser fácil desarmarme. Terminamos forcejeando en el piso. La sujeté del cabello, la lancé al piso y la monté, como hacía cuando de chiquilla me peleaba con Max. Le di un golpe en el mentón y cuando ella iba a pegarme, Terán me la quitó de encima.

Présteme la pistola, patrona. Le juro por mi madre que se la regreso. Solo que aquí las mujeres no pueden traer armas. Son reglas de la casa.

¡No le digas «patrona»!

Si no me la habían quitado los matones de mi padre, no me la iban a quitar unos guarrillos chilangos chaparros de sacos baratos. Pero quise ver cómo avanzaba mi historia, la película de mi falta de voluntad. Extendí la mano y se la di.

Adria la pidió pero lo único que hizo Terán fue mostrársela.

Chaparrita Consentida. ¿Así te decían, o qué?

No es tu asunto.

Es mi asunto porque esa pistola era mía. Y tus novios y tus casas también. Y tu papá y tu ropa.

Me reí. Ahora la que se comportaba como estúpida era ella. Jamás podría ser yo. No tenía ni el gusto ni la sensibilidad ni la capacidad de abstraerse del mundo para seguir siendo un ser bello y con clase.

Ni volviendo a nacer, puñetas, dije y sentí que mi risa era un sabor nuevo en mi boca, uno que nunca había experimentado.

¡Es mi asunto porque yo gano el dinero que tú te gastas!

Pues qué pendeja, le contesté.

LOBADonde viven las historias. Descúbrelo ahora