4

2 2 0
                                    


Tres ocasiones he soñado que tengo un hermano. La primera vez me internaba con un amigo, que no existe realmente, en una ciudad empedrada y ruinosa. Bien podría ser una villa en la Toscana, pero al subir parecía también que estábamos llegando a la explanada del obispado. No tenía miedo, aunque sentía como si en lugar de corazón tuviera un gorrión tembloroso y frágil. Me apesadumbraba no saber en qué terminaría todo aquello. Quise sujetarme de la mano de mi amigo pero él me aventajaba por varios pasos. Era dulce como una niña, ágil como una gacela. Arriba están ellos, me decía, y yo sabía que no tenía más amigos, que quien fuera que estuviera esperándonos me resultaría extraño e intimidante. Subíamos muchos escalones de piedra. Al llegar a la cima, un chico y una chica se besaban. Él tenía la belleza clásica del cine norteamericano de los cincuenta, el cabello engomado, la chamarra de cuero. Soy músico, se presentaba sin decir su nombre. La chica sí lo decía, pero no me importaba nada de lo que ella dijera. Solo le puse atención cuando dijo que era la esposa. El chico encendió un cigarro. Hablaba de viajes, de canciones que había compuesto para algunas películas, varias de ellas mis favoritas. Yo también quería besarlo. Me sujetaba a su brazo mientras él, que era muy alto, inclinaba su rostro hacia mí y, rozándome con su mejilla, me preguntaba al oído: ¿En serio no sabes cómo me llamo? Entonces mi amigo, el que me había llevado hasta ahí, me jalaba del brazo y me advertía que no lo tocara. Me decía el nombre del chico guapo, repetía despacio Quin ta ni lla. Agregaba: Es igual a ti porque es tu hermano. El chico guapo ya estaba de nuevo junto a su esposa, y le acariciaba el cuello con la punta del dedo índice. Una increíble calidez me recorría el pecho. Una sensación de plenitud que nunca antes había experimentado. Yo tenía una familia. Una que no solo compartía conmigo la sangre sino también el alma. Por primera vez yo tenía una familia. Tenía un hermano. Una identidad. Al fin estaba completa porque tenía un descanso y un espejo. Un hogar.

LOBADonde viven las historias. Descúbrelo ahora