El pueblo nos orilló a las afueras. La gente, pues. Vivíamos en una casa de palos que levantó mijo Eleazar, sin que nadie lo ayudara, no quería a nadie cerca para que no nos juzgaran. Pero el río se llevó la casa. El río nos regresó pal pueblo. Ahí afuerita. Los niños estaban chiquitos. Mis hijos vivían como siempre, como hombre y mujer, pero no frente a las gentes del pueblo. Esa gente no perdona. Aunque la ofensa no haya sido contra ellos, no perdona. Mija Tina tenía como ocho años. Los niños, los de mijo Eleazar, estaban chiquitos. Tenían tres o cuatro y la gente ya les decía cosas. Que si se iban a casar, eran del Diablo, que eran malos. No dejaban que jugaran con los otros niños. Eso fue lo que no soportó mija la grande, que se metieran con sus hijos, que dijeran que eran niños malos, sucios, que se aparecían en la noche en las casas, que había que tenerles miedo. No teníamos para dónde irnos. El día que le aventaron una piedra a la niña, a la chiquilla, Ástrid se lanzó contra el huerco que lo había hecho. Si no interviene tu papá, lo mata. No medía que eran fuerzas distintas, que con los niños uno no se pone. No pensó. Casi lo mata. Ya sabrás, nos odiaron más. Pero Ástrid supo ganarse a los hombres, era coqueta, los envolvía. Eleazar no dijo nada, sabía que ella nos estaba salvando de que nos corrieran. O le hicieran algo a los niños. Eleazar no decía nada cada que un pelado se le acercaba a su mujer, apretaba los puños y aguantaba. Se hizo buen cazador. Allá se come mucho el venado. Acá no hay de eso. Se juntaba con los hombres. Ya hasta lo querían, lo respetaban, como si ya se les hubiera olvidado que él era el papá de los niños malditos, el que los había parido junto con su hermana. Mijo no tenía ni veinte y ya se veía como un hombre entero. Ya tenía dos hijos y respondía por una familia completa. No había quien se atreviera a ofenderlo, ni a burlarse de él por sus amores con su hermana. Y a Ástrid le empezó a gustar eso. Jugar. Ganarse a los hombres del pueblo. Venderles amores. Y Eleazar no quería pero la dejaba, yo creo que ya quería olvidarse de ella, cada vez venía menos a la casa. Tal vez ya quería casarse con cualquier otra, salirse de los suyos, olvidarse de que es un lobo.
No sé qué tenía en la cabeza. Dicen que mucho amor se convierte en mucho odio. Y yo le decía a mija: Ya no juegues, ya no lo provoques, sosiégate.
Pero era como si le dijera lo contrario, como si le buscara más hombres. Así son mis hijos, los tres, más los dos más mayores: no hay quien les diga qué hacer. No hay palabra ni ley que acepten, si no, ¿cómo es que mis hijos mayores desde niños ya eran amantes?
Yo no cuestiono lo que tú haces como no se cuestiona la voluntad de Dios. No pido cuentas. No espero explicaciones. Tú mataste a mi hombre. El único que yo quería. Habiendo tantos tomaste a ese, al que me hacía desear continuar con vida. Tomaste lo más vivo que tenía.
Es como si hubieras tomado mi propia vida, y no te lo reprocho.
Pero me has tratado como a una niña todo este tiempo, cuando no se puede conservar ninguna inocencia viviendo cerca de ti. Cuando no hay pureza teniendo tu sangre dentro. Tampoco esto te reprocho. Me culpo a mí por haberte amado y obedecido como se obedece a Dios. Así te obedecí. Cerré mi boca para no protestar y mis ojos para no ver que Dios no miente. Ni es injusto. Dios no usa sangre para cubrir la verdad. Tú la usaste. Y todos estos años en que me sumiste en soledad, diciéndome que no tenía familia, ni madre, ni hermanos. Haciéndome ir por la vida como una huérfana. Una desvalida. Una desarraigada.
Así me hiciste ir. Creyendo que tú me bastabas. Como si para la vida bastara la noche.
Me llenaste la boca de palabras pero no me diste voz. Y así voy por el mundo, confundida, aturdida. Porque todo era falso: mi madre existe y tiene nombre. Y yo no soy una: somos tres tus hijos. Yo que me creía la dueña de tu nombre, la heredera. Somos tres. Dos que desconoces como si fueran una vergüenza, y yo. Que soy tu luz. Tu orgullo. Tu fuerza. Yo que vivo tu farsa.

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LOBA
Azione«Bien fácil distingues al lobo de los coyotes: el lobo es el que mata, el coyote nomás se come las sobras». Una loba que quiere ser libre, ¿podrá sobrevivir sin su manada? Lucy quiere escapar del territorio de su padre, un poderoso y temible polític...