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Tú fuiste por mí. Yo no te busqué. Tú fuiste.

Ástrid se rio.

No he vuelto a salir de esta ciudad. Me protege, me cubre con su manto.

No tenía voluntad para defenderme. Me tenía acorralada contra el vidrio. Cada vez estaba más furiosa. Yo había entrado a su territorio y ella tenía derecho de hacerme cuanto quisiera.

Me sujetaba con fuerza. Me encajaba el filo de un trozo de espejo en el cuello.

No tenías que haber nacido. Tenía que haberte aventado al monte. No tenías a qué venir.

Sentí el mínimo y fresco correr de la sangre. Pude haberme defendido, tenía la Glock al alcance de mi mano, pero ¿qué clase de persona sería yo si le disparara a mi propia madre? O quizá, más que el conflicto moral, lo que tenía era la necesidad de dejar correr la historia. Sin participar. No tenía fuerzas ni ánimo para intervenir. No había sido invitada a esa ciudad, no tenía derecho a romper el curso natural de las cosas.

Su aliento estaba tan cercano que lo podía sentir cálido a pesar del hielo de su mirada. El filo del trozo del espejo ya presionando la piel de mi cuello.

Nadie te dijo que vinieras.

Ástrid.

Ástrid.

No era mi voz.

Una mujer idéntica a mí llegó detrás de Ástrid, sin soltar un celular.

Ástrid, te habla Rock.

Cálmala.

La recién llegada puso el celular en el oído de Ástrid. Ella sonrió, pero no dijo una sola palabra. Pasó de ser una fiera desorbitada a ser un conejito manso, contento, tierno.

Un hombre que parecía escolta la tomó del brazo y le dijo que ya iban para la casa.

Me sentía aún clavada contra el espejo. Mi historia, que debía haber terminado ahí, tenía una continuación. La continuación era ella. Me dio una bofetada.

Traté de mantenerte al margen de todo eso. ¿Por qué chingados tenías que dispararle al policía?, te conseguí un trabajo, ¡hasta te conseguí un amante!, ¿tenías que joderlo todo?

¿Y tú eres?

¡Adria, tu hermana! ¿Quién chingados iba a ser? ¿Creías que Ástrid? ¿Por eso me llamabas?, ¿por eso viniste hasta acá?

Ella estaba por demás enojada.

Todo era una historia muy confusa y tonta. Había perdido todo por seguir a mi hermana. Yo que era única, sola, independiente, que me burlaba de mis primas que no sabían pensar individualmente. Había perdido mi vida por seguir a una hermana. A una hermana que lo único bueno que pudo haber hecho por mí era no haber existido nunca.

Tú fuiste quién me buscó, me defendí.

Y tú fuiste la pendeja que me siguió hasta acá.

El hombre de traje barato entró y le devolvió el celular a Ástrid.

Ya va la señora para su casa, dijo.

Gracias, Terán.

Adria le arrebató el celular.

Pinche loca de mierda.

El señor sigue en la línea.

Adria cambió su humor en medio segundo.

Hola, mi amor.

Ajá.

Sí.

Se vino para acá. Sí.

LOBADonde viven las historias. Descúbrelo ahora