CAPÍTULO XXXI - LO PERDÍ...

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Todo había salido mal

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Todo había salido mal. Las cosas no iban a pasar así. El nudo en mi estómago se apretó con fuerza mientras miraba a mi alrededor, dándome cuenta de que todo lo que había planeado se desmoronaba ante mis ojos. Todo había sido una trampa, una sucia jugada de Voldemort.

Nos estaban esperando. Era una emboscada perfectamente planeada. Buscaban la profecía, y sabían que estábamos en el camino para encontrarla. Los chicos y yo no tuvimos otra opción que salir corriendo, buscando desesperadamente refugio mientras los Mortífagos nos atacaban con furia. Nos movíamos rápido, intentando evadir los hechizos mortales que volaban a nuestro alrededor, pero, cuando creímos que habíamos logrado escapar, nos volvieron a rodear, atrapándonos una vez más en su trampa.

Pensábamos que estábamos perdidos, atrapados en una lucha que no podíamos ganar, hasta que Sirius apareció con la Orden del Fénix. En ese momento, una chispa de esperanza se encendió en nosotros. Ahora, me encontraba junto a él, refugiados tras una de las grandes piedras de la sala, intentando protegernos de los miles de hechizos que volaban a nuestro alrededor, mientras la batalla entre la Orden y los Mortífagos se desataba con furia.

- Escúchame. Quiero que todos ustedes salgan de aquí — me ordenó Sirius

- ¿Qué? — pregunté, entre aturdido y preocupado — No, yo me quedaré contigo — respondí con firmeza, sin querer separarme de él, sintiendo que la situación era demasiado peligrosa para abandonarlo.

- Escúchame. Lo has hecho muy bien, pero yo me encargaré ahora —dijo, pero antes de que pudiera responder, un estruendoso golpe nos interrumpió.

Cuando nos giramos, ahí estaban: Lucius Malfoy y otro Mortífago, observándonos con una mezcla de desprecio y satisfacción. El aire se tensó, y sin pensarlo, nos lanzamos al combate. Los hechizos volaban a nuestro alrededor, y la lucha no se detenía, pero mi enfoque estaba en ellos.

- ¡Expelliarmus! — grité con fuerza, haciendo que la varita de Malfoy se disparara de su mano.

- Así se hace, James — dijo Sirius con una sonrisa orgullosa, y esa simple frase me llenó de una satisfacción inmensa.

Sirius no perdió ni un segundo. Aprovechó mi desarme exitoso y comenzó a lanzar hechizos no verbales con una destreza impresionante. Un hechizo tras otro, uno de ellos desarmó a Malfoy con su segunda varita, dejándolo completamente indefenso. Finalmente, con una precisión letal, lanzó el hechizo final que envió a Lucius Malfoy volando hacia el otro lado del salón.

Ambos sonreímos ante esto, pero de repente una voz nos interrumpió, gritando una palabra que tanto temía.

- ¡Avada Kedavra! – resonó en el aire, cortando el caos que nos rodeaba. No supe de inmediato quién había lanzado el hechizo, pero cuando miré hacia la dirección del impacto, vi a Bellatrix Lestrange. Su rostro estaba marcado por una mezcla de sorpresa y una siniestra satisfacción, mientras observaba lo que había logrado.

𝒜𝓂𝑜𝓇 𝒮𝑒𝒸𝓇𝑒𝓉𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora