CAPÍTULO XXV - DESAHOGO

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Estábamos a punto de partir de regreso a Hogwarts después de unas navidades maravillosas en la Madriguera, donde había sentido por primera vez en mucho tiempo la calidez de una familia

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Estábamos a punto de partir de regreso a Hogwarts después de unas navidades maravillosas en la Madriguera, donde había sentido por primera vez en mucho tiempo la calidez de una familia. Sin embargo, lo que más había disfrutado fue compartir ese tiempo con mi padrino, Sirius, a quien cada día lograba conocer un poco más.

Mientras todos se despedían y terminaban de arreglar sus cosas, sentí la curiosidad de explorar la casa y me dirigí hacia una habitación que me había intrigado desde que llegué. Al entrar, me encontré con una imponente pared cubierta con un gran árbol genealógico. Las ramas detalladas y los nombres bordados en hilos dorados y plateados eran inconfundibles, y me quedé boquiabierta cuando leí "Bellatrix Lestrange" y, un poco más abajo, "Narcissa Malfoy". En ese instante, comprendí que estaba ante el árbol genealógico de la familia Black.

- ¿Tú... creciste aquí? —pregunté, notando la figura de Sirius apoyado en la entrada, mirándome en silencio.

- Esta es la casa de mis padres —respondió, en un tono que no lograba descifrar del todo. Luego se acercó, dando unos pasos lentos hacia donde estaba yo—. Se la ofrecí a Dumbledore como cuartel para la Orden. Eso es lo único útil que he podido hacer con este lugar - Miré de nuevo el árbol, mientras él alzaba los brazos, señalándolo con una mezcla de ironía y resignación - Este es el árbol genealógico de los Black —dijo, recorriendo con la mirada algunos nombres en la pared antes de detenerse en uno en particular—. Mi trastornada prima, Bellatrix Lestrange - Su voz estaba cargada de desdén mientras señalaba el nombre de la mujer que había escuchado mencionar tanto, alguien temida y odiada por muchos. Luego, Sirius se quedó en silencio, sus ojos fijos en aquella marca oscura y borrosa en el lugar donde debería aparecer su propio nombre. - Los odiaba a todos —continuó —. A mis padres, por su obsesión enfermiza con la sangre limpia. Mi madre... hizo esto cuando me fui —dijo, señalando la marca quemada bajo la que aún se distinguía su nombre medio borrado—. Cautivadora mujer... —añadió con sarcasmo, mirando la mancha que era todo lo que quedaba de él en ese árbol.

- ¿Cuántos años tenías?

- Tenía 16. —dijo con una sonrisa triste.

- ¿A dónde fuiste? —pregunté asombrado.

- Con tu padre —respondió Sirius, esbozando una pequeña sonrisa—. Siempre fui bienvenido en casa de los Potter. En ti veo mucho de él, Harry. Te pareces tanto a él.

Algo dentro de mí se removió al escuchar eso. Todos me lo decían, que me parecía a mi padre, pero... una parte de mí sentía que algo no estaba bien, como si una sombra estuviera creciendo en mi interior, alejándome de esa imagen que todos veían.

- No estoy tan seguro, Sirius. Cuando estaba... cuando vi el ataque al señor Weasley, no solo miraba. Yo era la serpiente. Y... cuando estaba en la oficina de Dumbledore, hubo un momento en el que quería... —hice una pausa, buscando las palabra — Esta conexión entre Voldemort y yo... —mi voz se rompió un poco mientras hablaba, sin poder ocultar el miedo que sentía—. ¿Y si estoy empezando a volverme como él? Siento tanta ira todo el tiempo... y no sé si, después de todo lo que ha pasado, algo dentro de mí se está... rompiendo. ¿Y si me estoy volviendo malo? - Lo solté en un tono desesperado, y creo que él lo notó. Sirius dio un paso adelante; en un movimiento firme, puso sus manos en mis hombros.

𝒜𝓂𝑜𝓇 𝒮𝑒𝒸𝓇𝑒𝓉𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora