𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝟓𝟐

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 -𝐍𝐨 𝐨𝐭𝐫𝐚 𝐯𝐞𝐳

El vaso vacío de café terminó en el tacho más cercano mientras me apuraba en volver al departamento. No podía sacarme de la cabeza la historia que había visto ni lo que eso significaba. Caminaba rápido, esquivando a la gente en la vereda, con el corazón latiéndome como si estuviera corriendo una maratón. No sabía si era ansiedad, nervios o esa sensación de urgencia que aparece cuando sentís que tenés que actuar ya o todo se va a la mierda.

Subí las escaleras del edificio casi saltando los escalones de a dos, empujé la puerta de mi departamento y fui directo al sillón. Saqué el celular y marqué el número de Iván. El tono sonaba y me mordía el labio esperando que atendiera.

—¿Qué onda, Rodri? —atendió Iván con esa tranquilidad que siempre tenía, como si nada lo pudiera apurar.

—¿A dónde se fue Valen? —pregunté de golpe, sin rodeos, con la voz entrecortada de tanto correr.

Hubo un silencio al otro lado de la línea, como si Iván no entendiera lo que acababa de decirle.

—¿Cómo que a dónde se fue? —repitió él, confundido—. Volvía a Bahía hoy. ¿Por?

Bahía. Claro, tenía sentido. Lo supe apenas vi la historia, pero escucharlo de su boca lo hizo real, como un golpe directo al pecho. Me pasé una mano por la cara, tratando de ordenar los pensamientos que me explotaban en la cabeza.

—Nada, todo bien, amigo —dije, cortándole antes de que pudiera decir algo más. No tenía tiempo para explicaciones.

Tiré el celular al sillón y fui directo a la notebook que estaba en la mesa. Abrí el navegador y escribí "Flechabus" en el buscador con los dedos temblando. Había un pasaje para Bahía Blanca ese mismo día, a las 17:45. Sin pensarlo dos veces, lo saqué. Ni siquiera miré si tenía algo pendiente para el día siguiente o si había dejado algo por hacer. Nada importaba más que esto.

Cerré la compu de un golpe y fui a mi habitación. Abrí el placard y saqué la valija que tenía guardada en el fondo, llena de polvo. La tiré sobre la cama y empecé a meter ropa, zapatillas, cargadores, lo que encontrara. Me movía como si estuviera en piloto automático, pero por dentro sentía que cada minuto era una cuenta regresiva.

No podía dejarla ir. No otra vez. Había pasado tanto tiempo, y aunque traté de convencerme de que ya estaba, de que lo nuestro era parte del pasado, nunca había sido verdad. Cada tanto, cuando las cosas se calmaban, cuando no había ruido alrededor, Valen volvía a mi cabeza, como un recuerdo que no sabía si dolía más por lo que fue o por lo que nunca llegó a ser.

Pero esta vez era diferente. Esta vez iba a hacer algo. Estaba decidido, y no me importaba si me costaba todo lo que había construido en este tiempo. No podía volver a ser el mismo cobarde que había dejado pasar los años, mirando cómo todo se desmoronaba mientras me escondía en excusas.

Cerré la valija con fuerza y la dejé junto a la puerta. Tenía un par de horas antes de irme a la terminal, pero ni siquiera podía pensar en sentarme o descansar. Caminaba de un lado a otro, repasando lo que iba a decirle, cómo iba a enfrentarla después de todo. ¿Y si me mandaba a la mierda? ¿Y si ya no había lugar para mí en su vida?

Me llevé las manos al pelo y me forcé a respirar hondo. No importaba. Aunque el miedo estuviera ahí, no iba a dejar que me paralizara. No esta vez.

Miré el reloj. Las agujas avanzaban, pero a mí me parecía que el tiempo estaba quieto. Bahía Blanca me esperaba, y con un poco de suerte, ella también.

  -Valentina

Eran las 16:25 cuando el colectivo llegó a Bahía. Me bajé con la mochila colgando de un hombro y la valija arrastrando detrás, mientras trataba de acomodar mi cabeza en todo lo que estaba sintiendo. No era la primera vez que volvía, pero esta vez era diferente. Había algo en el aire, una mezcla de nostalgia y tristeza, como si la ciudad misma me estuviera recordando todo lo que había dejado acá.

Afuera de la terminal, con el sol pegando fuerte, levanté la mano para parar el primer taxi que vi. Apenas me subí, le di la dirección de casa al chofer, y el auto arrancó, llevándome por calles que conocía de memoria.

El paisaje pasaba por la ventana como si fuera una película que ya había visto mil veces, pero esta vez todo tenía otro peso. Miraba los árboles, las plazas, los negocios, y en cada esquina había un recuerdo esperándome. No podía evitarlo. En Bahía, todo me llevaba a pensar en él, Rodrigo.

No sé por qué, pero lo primero que vino a mi cabeza fue el día que volvimos caminando juntos del colegio. Habíamos terminado una materia complicada, y él, siempre con su sonrisa despreocupada, me contaba una anécdota de cuando se había caído en pleno recreo y había tratado de disimular. Me reía, aunque yo misma no entendía por qué. Era ese tipo de risa que te sale fácil cuando estás con alguien que te hace sentir cómoda, como si no importara nada más.

Después recordé las vacaciones de invierno, ese día que me estaba esperando en esta misma terminal. Llevaba una campera negra y las manos en los bolsillos, y cuando me vio, su cara se iluminó como si yo fuera la mejor parte de su día. Nunca me había sentido tan especial. Nos abrazamos fuerte, y en ese momento pensé que quizás siempre sería así, que siempre íbamos a tenernos. Qué ingenua era.

Mientras miraba por la ventana, me sentí como una nena de cinco años, viendo el mundo con los ojos llenos de sueños que no sabía si se iban a cumplir. Era inevitable. Siempre que pensaba en Rodrigo, algo en mí se quebraba. Lo amaba. Lo había amado desde el primer día, aunque nunca me animé a decirlo.

Por miedo.                              Los dos sentiamos miedo

Siempre fui esa adolescente idiota que fingía que no sentía nada, que escondía todo detrás de chistes o silencios incómodos porque tenía terror a ser lastimada. Y claro, la vida no perdona. Terminé lastimada igual, pero esta vez por no haber hecho nada.

El taxi seguía avanzando y yo seguía atrapada en mis pensamientos, en todo lo que podría haber sido. Me imaginaba el presente de otra manera, con él al lado mío, riéndose de mis historias y sosteniéndome la mano. Pero no. Había dejado que el pasado nos separara, que las heridas no cicatrizaran, y ahora me tocaba vivir con eso. ¿Y si el me volvia a buscar? Me hice rogar mucho por las cosas del pasado y ya no quedaba nada.

Apoyé la cabeza contra el vidrio, sintiendo el frío del cristal contra mi piel. Tal vez si hubiera sido más valiente, si hubiera podido perdonarlo, soltar todo el dolor y darle otra oportunidad, hoy estaría viviendo otra historia. Una donde no me estuviera volviendo sola a Bahía, una donde él no fuera solo un recuerdo que me arrancaba suspiros.

Suspiré, y el chofer me miró por el espejo retrovisor, pero no dijo nada. Mejor así. No estaba de humor para explicarle a un extraño por qué tenía los ojos llenos de lágrimas y una sonrisa nostálgica que no podía disimular.

Cuando el taxi dobló en la esquina de mi casa, sentí un nudo en el estómago. ¿Por qué volver a casa tenía que sentirse tan pesado? Pagué el viaje y bajé, arrastrando la valija detrás mío mientras trataba de recomponerme. Cada paso me llevaba más cerca de los recuerdos que había dejado atrás, pero también, quizás, de una parte de mí que nunca se había ido del todo.

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Buen Juevess

Actualizacion medio tarde porque me Dilataron los ojos (Me los durmieron) Y no veia un choto, y el oftalmologo tardo 5 horas para un fondo de ojos.

Intente actualizar a las 5 p.m pero no veia NADA

En fin

Espero que hayan tenido un buen Dia

Voten, comenten, y Disfruten

Los qiero <3

𝐂𝐞𝐫𝐜𝐚 𝐝𝐞 𝐓𝐢 - 𝐑𝐨𝐝𝐫𝐢𝐠𝐨 𝐂𝐚𝐫𝐫𝐞𝐫𝐚-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora