𝐄𝐱𝐭𝐫𝐚

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  -𝐃𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐭𝐨𝐝𝐨 𝐞𝐦𝐩𝐢𝐞𝐳𝐚

El día siguiente comenzó con el sonido de los pájaros cantando en los árboles cercanos, un leve recordatorio de que el mundo seguía girando a pesar de todo lo que había cambiado en nuestras vidas. La habitación estaba iluminada por un sol tímido que se colaba por las cortinas, y el aire fresco traía consigo un aroma a tierra húmeda, típico de la mañana en Bahía. Abrí los ojos despacio, intentando procesar dónde estaba y cómo habíamos llegado hasta este punto.

A mi lado, Rodrigo dormía profundamente. Tenía el rostro relajado, algo raro en él, que siempre parecía estar llevando el peso de todo sobre los hombros. Su cabello estaba despeinado y una mano descansaba cerca de mi cintura, como si incluso en sueños temiera que me fuera a ir. Me quedé mirándolo, dejando que los recuerdos de la noche anterior se acomodaran en mi mente. Habíamos hablado de todo, sacado a la luz heridas viejas y cicatrices que nunca terminaron de cerrar. Pero también habíamos encontrado algo más fuerte: la determinación de seguir adelante juntos.

Con cuidado, me levanté de la cama, asegurándome de no despertarlo. La casa estaba en completo silencio, y el contraste con mis pensamientos acelerados me hizo sentir una especie de calma extraña. Fui a la cocina y empecé a calentar agua para el mate. Mientras esperaba, apoyé los codos en la mesada y miré por la ventana, observando cómo la luz del sol bañaba el patio de atrás. Cada rincón de esta casa tenía historias, recuerdos que compartí con Rodrigo, y que ahora parecían cobrar un nuevo significado.

El agua empezó a hervir y me sacó de mis pensamientos. Preparé el mate y estaba por llevarlo al cuarto cuando sentí pasos detrás de mí. Me giré y ahí estaba Rodrigo, con el pelo todavía más despeinado que antes, usando una de esas remeras viejas que siempre le quedaban un poco grandes, pero que de alguna manera le hacían ver aún más irresistible.

—¿Ya estás levantada? —preguntó con una voz ronca, de esas que te derriten por dentro. —Pensé que ibas a dormir hasta el mediodía.

—Buen día a vos también, dormilón —respondí, sonriendo. Le ofrecí el primer mate, que aceptó encantado, y me apoyé contra la mesada mientras lo miraba. —¿Dormiste bien?

—Con vos al lado, siempre —dijo, guiñándome un ojo. No pude evitar reírme. Rodrigo tenía ese don de hacer que hasta las frases más cursis sonaran genuinas.

Mientras tomábamos unos mates en la cocina, me propuso salir a caminar. No había un plan en mente, solo ganas de compartir el día y recorrer un poco las calles que nos habían visto crecer. Acepté enseguida. Salir con él siempre fue una de esas cosas simples que me llenaban de felicidad.

                               (...)

Caminamos por el barrio, sin rumbo fijo, dejando que los pies nos llevaran. La mañana estaba fresca, y el sol de verano iluminaba cada rincón con una intensidad vibrante. Pasamos por la plaza donde solíamos juntarnos después del colegio con amigos, por la esquina donde me despedía de él cada tarde, incluso por la heladería donde habíamos compartido nuestro primer cucurucho cuando teniamos 15 Años. Cada lugar tenía una historia, y Rodrigo se encargaba de recordarme cada una con una sonrisa nostálgica.

—¿Te acordás de esta plaza? —dijo, señalando un banco gastado que estaba bajo la sombra de un árbol frondoso. —Siempre me sentaba ahí y te decía que necesitaba descansar, pero en realidad lo hacía para quedarme un rato más con vos.

—Lo sabía, ¿sabés? —respondí, riendo. —Nunca fui tan ingenua como creías.

Rodrigo soltó una carcajada y me pasó un brazo por los hombros, acercándome más a él. Su cercanía me hacía sentir una calidez que iba más allá del clima. Era como si todo estuviera en su lugar, como si la vida nos estuviera dando una segunda oportunidad que no pensábamos desaprovechar.

𝐂𝐞𝐫𝐜𝐚 𝐝𝐞 𝐓𝐢 - 𝐑𝐨𝐝𝐫𝐢𝐠𝐨 𝐂𝐚𝐫𝐫𝐞𝐫𝐚-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora