El día de la semifinal comenzó con una ligera brisa que parecía anunciar que sería un día complicado. Sin embargo, había un poco de calma antes de la tormenta. Decidí acompañar a Sam a desayunar temprano. Necesitábamos despejarnos antes de enfrentar lo que nos esperaba en el torneo.
Nos sentamos en una cafetería cercana al hotel, disfrutando de un desayuno sencillo pero reconfortante. Sam parecía más tranquila de lo usual, aunque había algo en su mirada que me hizo arquear una ceja.
—¿Qué pasa? —le pregunté, llevándome un trozo de fruta a la boca.
Ella se sonrojó ligeramente y jugueteó con su tenedor.
—Es solo que… creo que Axel me gusta —confesó, evitando mi mirada.
Abrí los ojos de par en par. No esperaba que soltara algo así en medio del caos que vivíamos.
—¿En serio? —dije, sorprendida pero divertida.
Sam asintió, dejando escapar un suspiro. —Lo sé, no es el mejor momento, pero… es diferente. Es amable, seguro de sí mismo, y no puedo evitar sentirme atraída por él.
Me incliné hacia ella con una sonrisa. —Bueno, eso explica por qué estabas tan distraída en los entrenamientos ayer.
Sam rió, aliviada de que no la estuviera juzgando. Pasamos el resto del desayuno hablando de Axel, compartiendo risas y consejos. Fue un momento necesario, un recordatorio de que, a pesar de todo, éramos humanos y merecíamos sentir algo más que presión y expectativas.
En el camino al torneo, mientras los demás hablaban animadamente, me quedé un poco atrás, disfrutando del silencio momentáneo. Sin embargo, ese breve momento de paz se rompió cuando sentí una sombra a mi lado.
Era Kwon.
—Qué sorpresa encontrarte sola otra vez —dijo, con esa misma sonrisa arrogante que parecía ser su marca registrada.
Lo miré con desdén, cruzándome de brazos. —¿Qué quieres ahora, Kwon?
Se inclinó un poco hacia mí, bajando la voz. —Solo un consejo: cuida tu espalda. Nunca sabes quién podría estar esperando para derribarte.
Mi corazón se aceleró, pero mantuve mi expresión firme. No iba a darle el placer de ver que sus palabras me afectaban.
—¿Ya terminaste? —respondí con calma—. Porque tengo cosas más importantes que hacer que escuchar tus tonterías.
Sin esperar una respuesta, me giré y caminé hacia los demás. Por dentro, sentía una mezcla de enojo y preocupación, pero no iba a dejar que eso me distrajera del objetivo principal: apoyar a mi equipo.
Cuando comenzó el torneo, el ambiente era eléctrico. Los gritos de los espectadores, los flashes de las cámaras, y la tensión palpable en el aire lo hacían casi irreal.
El primer combate de la semifinal era Robby contra Axel, una pelea que todos esperábamos con nerviosismo. Aunque sabía que mi hermano tenía habilidades increíbles, Axel era invicto y su presencia en el tatami era intimidante.
Desde el inicio del combate, quedó claro que Axel no iba a contenerse. Cada movimiento era preciso, rápido y poderoso. Robby intentaba mantenerse a la altura, pero poco a poco Axel comenzó a tomar la delantera, acorralándolo.
—¿Crees que puede ganar? —le susurré a Miguel, incapaz de ocultar mi preocupación.
Él me tomó de la mano, intentando calmarme. —Robby es fuerte. Encontrará la manera.
Pero yo no estaba tan segura. Cada golpe que Axel lanzaba parecía desestabilizar más a Robby. Mi corazón se aceleraba con cada segundo que pasaba.
Fue entonces cuando sucedió. Robby, en un intento desesperado por esquivar un ataque, terminó cerca del borde del tatami, justo donde estaba Kwon.
El movimiento fue tan rápido que, por un momento, nadie reaccionó. Kwon aprovechó la oportunidad y le dio un codazo a Robby en las costillas.
El impacto fue brutal, y Robby cayó al suelo con un gemido de dolor.
El lugar quedó en silencio, la tensión en el aire era tan densa que era casi palpable. Todos los ojos estaban en Kwon, quien no parecía ni remotamente arrepentido.
—¡Oye! —gritó Johnny desde la esquina, avanzando hacia el tatami con furia en sus ojos.
Los ojos del asiatico se encontraron con los míos dejándome ver su sonrisa.
Al parecer victorioso de cumplir su amenaza... Lo que no sabíamos es que lo peor apenas empezaba.