t h i r t y f o u r

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El vuelo de regreso a All Valley fue un silencio incómodo y tenso. Nadie tenía ánimos para hablar, y las pocas palabras que se cruzaban eran entre susurros. El recuerdo del accidente de Kwon en Barcelona aún pesaba en todos los presentes. Cada uno procesaba lo sucedido de forma diferente, pero era evidente que nadie salió ileso emocionalmente de aquel incidente.

Me quedé mirando por la ventana del avión, perdida en mis pensamientos. Miguel estaba a mi lado, sosteniendo mi mano en un intento de consolarme, pero su presencia, aunque cálida, no lograba disipar el torbellino de emociones que me invadía. Una pregunta rondaba en mi cabeza una y otra vez: ¿Vale la pena seguir en este torneo?

Cuando aterrizamos en All Valley, el aire familiar no trajo la paz que esperaba. La tensión seguía presente, y el semblante serio de Johnny y Daniel no ayudaba. Nos dirigimos directamente al dojo para una reunión de emergencia. Daniel estaba visiblemente afectado, más callado de lo habitual. Sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y culpa que no podía ocultar.

-Lo que pasó en Barcelona fue algo que nunca debió ocurrir -comenzó diciendo Daniel, mirando a todos los presentes. Su voz era grave, cargada de emociones contenidas-. Pero el torneo debe continuar. Los organizadores decidieron trasladar todo a All Valley por seguridad, y aunque entiendo si algunos de ustedes no quieren seguir, quiero que sepan que la decisión es suya.

Sentí como todos los ojos se posaban en nosotros. Robby, aún con el rostro marcado por los golpes, mantenía la mirada baja. Hawk y Demetri intercambiaron miradas nerviosas, y Samantha estaba claramente más preocupada por su padre que por el torneo.

Pero yo... yo no podía hablar.

Esa noche, Miguel me encontró sentada en el porche, abrazándome las rodillas mientras el frío aire nocturno me rodeaba.

-¿Estás bien? -preguntó con cautela, sentándose a mi lado.

-No lo sé -respondí después de un largo silencio. Me giré para mirarlo, mis ojos llenos de incertidumbre-. Miguel, no sé si quiero seguir.

Él frunció el ceño, claramente preocupado por mis palabras.

-Entiendo que tengas miedo después de todo lo que pasó -dijo suavemente-. Pero hemos trabajado tanto para llegar aquí. Este torneo no es solo sobre ganar, es sobre demostrar quiénes somos, lo que hemos aprendido.

-¿Y si lo que hemos aprendido nos lleva a esto? -pregunté, mi voz quebrándose-. Miguel, alguien murió. Tal vez no fue nuestra culpa, pero ocurrió durante este torneo. No sé si puedo seguir adelante sabiendo lo que podría pasar.

Miguel me abrazó, pero no intentó convencerme. Simplemente me sostuvo, dejando que el peso de mis emociones fluyera.

-Si decides no seguir, lo entenderé -dijo con ternura-. Pero no tienes que decidirlo ahora. Podemos hablar de eso otro día.

Asentí, sintiéndome un poco más ligera con su comprensión.

Al día siguiente, Carmen me pidió que la acompañara a hacer unas últimas compras para la bebé. Acepté sin dudarlo. Necesitaba despejar mi mente y estar con ella siempre me hacía bien. Caminamos por la tienda de bebés mientras ella revisaba los últimos detalles, asegurándose de que todo estuviera listo para la llegada de su hija.

-Sé que has estado lidiando con muchas cosas últimamente -dijo Carmen mientras observaba unos pequeños mamelucos-. Pero quiero que sepas que no tienes que cargar con todo sola.

-Lo sé -respondí con una leve sonrisa-. Gracias, Carmen. Siempre sabes qué decir.

-Es un talento de madre -bromeó ella, pero en ese momento se detuvo y puso una mano sobre su vientre con una expresión de sorpresa-. Oh...

-¿Qué pasa? -pregunté alarmada.

-Creo que... rompí fuente -dijo ella con los ojos abiertos de par en par.

Por un segundo, me congelé. Luego, reaccioné sacando mi teléfono y llamando a todos.

-¡Miguel! ¡Johnny! ¡Robby! ¡Rosa! ¡Es hora, la bebé viene! -exclamé mientras ayudaba a Carmen a caminar hacia la salida.

En cuestión de minutos, todos llegaron al hospital. Miguel estaba nervioso pero emocionado, y Johnny intentaba mantener la calma, aunque su entusiasmo era evidente. Robby me puso una mano en el hombro con una sonrisa.

-Eres buena en esto de mantener la calma bajo presión -bromeó.

-Solo hago lo que puedo -respondí con una risa nerviosa.

Esa noche, mientras esperábamos noticias, sentí que algo en mí cambiaba. No sabía si estaba lista para el torneo, pero sí sabía que la familia era lo más importante. Y en ese momento, estábamos todos juntos, listos para recibir a la nueva integrante de la familia con los brazos abiertos.

Who? // Miguel Díaz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora