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Suspiré nerviosa al tachar la fecha en mi calendario. Llevaba meses contando los días para volver a casa, pero ahora que el momento se acercaba, la sensación era distinta. Había ansiedad, pero también miedo.
El sonido de mi celular me hizo girar rápidamente. La pantalla indicaba una llamada entrante de mi hermano. Sin dudarlo, contesté rápido.
—Hola, extraña.
—Tu español es pésimo —respondí, sonriendo levemente.
—Lo sé, pero quería hacerte reír... Te extraño.
Una pequeña sonrisa se asomó en mi rostro. Robby y yo siempre habíamos tenido una conexión especial. Quizá era porque éramos mellizos, o porque, a pesar de todo, siempre nos habíamos cuidado el uno al otro.
—Espero verte pronto. ¿Cómo están las cosas en el Valle?— pregunté mientras comenzaba a guardar mi ropa en la maleta.
—Algo raras. Hay una pelea de dojos... Johnny quiere que me una a ellos.
Pude notar el enojo en su voz, lo que no me sorprendía. Sus emociones hacia Johnny eran complejas y, aunque intentara ocultarlo, sabía que la situación lo afectaba.
—¿Es buen momento para decirte que entreno karate? —comenté con un suspiro. —Me hace sentir cerca de él y...
—¿Estás bromeando? ¿Por qué querrías estar cerca de él?
Cerré los ojos, preparándome para los regaños de mi hermano. No era la primera vez que discutíamos sobre el tema, y sabía que no sería la última. Sin ánimos de seguir escuchando sus quejas, colgué la llamada. Luego le enviaría un mensaje.
—¡________, baja a desayunar!
—Ya voy.
Bajé rápidamente las escaleras y me encontré con la pequeña familia desayunando. Me senté al lado de su hijo para comenzar a comer, escuchando la conversación de los esposos.
—Ire a mi trabajo un rato. ¿Quieres venir? —preguntó el hombre, limpiándose los labios con una servilleta.
—Debo terminar de empacar... Tal vez otro día.
—Antes de que te vayas, debes acompañarme.
—Claro, Héctor.
Sammy
Cuñadaa 1:42 pm
Ya no somos cuñadas, Sam 1:42 pm
Pero, ¿qué necesitas, cuñada? 1:42 pm
Falta poco para el torneo 1:43 pm
Mi vida es un desastre 1:43 pm
Estoy mal con mi pareja, con mis padres, con todos. 1:43 pm
Tu papá dice que no debo seguir los pasos de mi padre, y eso he hecho. ¿Crees que estoy mal? 1:44 pm
Pienso que es buena idea. 1:44 pm
Hermana, no me imagino el estrés que tienes en estos momentos. 1:45 pm
Así que solo diré... ¡Ya casi vuelvo! 1:45 pm
¡Lo sé! Eso me relaja. 1:45 pm
Johnny no tiene ni idea. 1:45 pm
Bloqueé mi celular al oír el timbre de la salida. Caminé junto a mis amigos, quienes no dejaban de hablar.
—_________, ¿volverás a México?
—Estoy aquí...
—Para pendeja no se estudia.
—Entendí eso —señalé, causando la risa de todos. —No creo volver, depende de la relación que cree con mi padre.
—No solo en México los padres abandonan a sus bendiciones —murmuró Emilia en tono burlón, haciéndonos reír nuevamente.
—¿Y la familia que tienes? ¿Han oído los rumores de Héctor?
—Dicen que es bastante peligroso. ¿Sabían que viene de Ecuador? —interrumpió otra compañera.
—Son rumores... El señor Salazar y su familia son demasiado buenos. Por algo son tan respetados aquí —mentí, acomodándome en mi bicicleta lista para irme.
—Por el miedo que todos le tienen. Deberías tener cuidado.
Negué ante el último comentario, despidiéndome de mis compañeros y comenzando a pedalear en dirección a mi casa. Sonreí al sentir un característico olor a comida.
—¡______!
—Hola, Luis. ¿Sacaste puro diez hoy?
—¡Claro! Gracias a ti.
Reí junto al niño, quien me guió al jardín para jugar con él. Al parecer, su padre no estaba.
—¿Realmente tienes que irte?—preguntó formando un puchero, sonreí acomodando su cabello.
—Debo volver con mi familia, Luis. Pero siempre estaré contigo.
Mi tarde se basó en jugar con el pequeño Luis y ayudar a su madre en la cocina. Cuando el sol se ocultó, me dejé caer en mi cama, recién bañada.
Tomé mi computadora y revisé, como siempre, el Facebook de mi papá. Una pequeña sonrisa melancólica se asomó en mi rostro al ver que tenía fotos con un joven algo apuesto.
Intenté escribir un mensaje, pero... No pude. No salió nada. ¿Sería así cuando lo viera de nuevo?
—Ahí está mi estrella.
—Héctor, hola —murmuré, cerrando mi computadora rápidamente.
—Mañana iremos al trabajo. Solo una última pelea. Te llevarás la mitad de las ganancias. ¿Aceptas?
—¿Tengo otra opción?
Aplaudió satisfecho y se acercó para dejar un beso en mi cabeza.
—Eres mi estrella, ________. Mañana vamos a ganar.