t h i r t y o n e

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Con las semifinales a un día de distancia, Daniel y Johnny decidieron que el equipo necesitaba algo más que entrenamiento técnico. Después de todas las tensiones acumuladas durante las rondas previas, era crucial despejar la mente y recuperar el equilibrio emocional. Así que esa mañana, Robby, Samantha, Miguel y yo nos encontramos con nuestros senseis listos para una sesión de entrenamiento diferente: recorrer las calles y paisajes de Barcelona mientras aplicábamos las lecciones del karate a nuestro entorno. 

—Hoy, olvídense del Sekai Taikai —dijo Daniel al inicio del entrenamiento, con una sonrisa que parecía contagiar serenidad—. Vamos a enfocarnos en lo que realmente importa: volver a encontrar el balance. 

Johnny asintió, cruzándose de brazos. —Y si ven alguna buena comida en el camino, me avisan. No hay nada como recargar energías al estilo Lawrence. 

Todos reímos, la primera vez en días que una carcajada sincera salía de nuestros labios. 

El entrenamiento comenzó con una caminata por el Parque Güell. Daniel nos pidió que utilizáramos los movimientos básicos del kata mientras observábamos la arquitectura y los colores que nos rodeaban. 

—El karate no es solo fuerza —dijo mientras nos observaba practicar—. Es equilibrio. Es encontrar belleza incluso en los momentos más difíciles. 

Robby, con una sonrisa, comentó: —Creo que lo dice porque lo entrenó con Miyagi en una playa. 

Miguel lo miró con una ceja levantada. —¿Estás diciendo que no podrías hacerlo en otro lugar? 

Ambos comenzaron a bromear, y yo rodé los ojos con una sonrisa. Era bueno verlos llevarse bien después de todo lo que habían pasado. 

Seguimos nuestro recorrido por La Rambla, donde Johnny decidió añadir un poco de "acción" al entrenamiento. Nos pidió que esquiváramos a los transeúntes mientras simulábamos una pelea. 

—Si puedes moverte aquí, puedes moverte en cualquier parte —aseguró. 

Era caótico, pero divertido. Sam y yo terminamos chocando entre risas, mientras Robby y Miguel competían por quién podía pasar más rápido entre la multitud. 

El día continuó con un almuerzo rápido cerca de la Sagrada Familia, donde nos sentamos en círculo mientras Johnny nos contaba una historia de su juventud, aunque Daniel lo interrumpía constantemente para corregir detalles. 

—No, no fue así. De hecho, eso solo sucedió porque no escuchaste a Miyagi —dijo Daniel, riendo. 

Johnny lo miró, claramente ofendido. —¿Y qué importa? ¿Quién está entrenando a estos chicos ahora, eh? 

Miguel y Robby compartieron una mirada divertida, mientras Sam y yo intentábamos no atragantarnos con nuestras bebidas de tanto reír. 

Después de un rato, continuamos el entrenamiento en la playa. Johnny y Daniel nos guiaron a través de ejercicios en la arena, que resultaron ser mucho más desafiantes de lo que parecían. 

—El balance comienza desde los pies —recordó Daniel mientras intentábamos mantener posiciones estables en el suelo irregular—. Si pierden eso, pierden todo. 

Para el final del día, todos estábamos agotados pero llenos de una energía renovada. Sentíamos que, por un momento, habíamos dejado atrás las preocupaciones del torneo. 

De regreso al hotel, mientras los demás subían a sus habitaciones, decidí pasar por la cafetería para tomar algo. Estaba disfrutando de la tranquilidad cuando sentí una presencia familiar. Al girarme, me encontré con Kwon, parado frente a mí con una sonrisa arrogante. 

—No esperaba encontrarte sola —dijo, cruzando los brazos mientras me miraba de arriba abajo—. Parece que Miyagi-Do está más relajado de lo que pensé. 

Inmediatamente sentí cómo la tensión volvía a apoderarse de mí. Intenté mantener la calma, recordando las enseñanzas de Daniel. 

—¿Qué quieres, Kwon? —pregunté, firme. 

Él dio un paso más cerca, y aunque no hizo ningún movimiento agresivo, su presencia era intimidante. 

—Solo quería recordarte que Cobra Kai está de vuelta. Y que no vamos a permitir que nos pasen por encima otra vez... ¿Y tus protectores Robby y Miguel?

Mis manos se cerraron en puños, pero antes de que pudiera responder, otra voz intervino. 

—¿Hay algún problema aquí? 

Axel, el capitán de Iron Dragons, apareció detrás de Kwon, su postura relajada pero claramente lista para intervenir si era necesario. 

Kwon lo miró con desdén, pero no dijo nada más. Solo me lanzó una última mirada y se retiró. 

—Gracias —dije a Axel, soltando un suspiro de alivio. 

Axel asintió, mirándome con seriedad. —Cobra Kai no sabe cuándo rendirse. Ten cuidado con ellos. 

Asentí, agradecida por su ayuda. Cuando volví a mi habitación, encontré a Miguel esperando. Le conté lo sucedido, y su reacción fue inmediata. 

—¿Qué hizo? ¿Te dijo algo más? —preguntó, claramente preocupado. 

Le expliqué todo, incluyendo cómo Axel había intervenido. Miguel suspiró, visiblemente aliviado. 

—Tengo que agradecerle. No puedo creer que Kwon siga con esto. 

—Ya pasó, Miguel. Estoy bien —dije, intentando calmarlo. 

Esa misma noche, Miguel buscó a Axel para agradecerle personalmente. Lo vi estrecharle la mano con una mirada de respeto. Era un gesto simple, pero que decía mucho. 

Esa inesperada alianza con Axel nos hizo sentir un poco más seguros, sabiendo que no estábamos completamente solos en el torneo. Mientras me recostaba esa noche, no podía evitar pensar en cómo cada pequeño detalle estaba marcando la diferencia en nuestro camino hacia el campeonato. Y aunque las semifinales estaban a solo un día de distancia, sentía que estábamos listos para enfrentarlas, juntos. 

Who? // Miguel Díaz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora