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Observe el pequeño departamento recordándolo exactamente como cuando me había ido.

Me senté a lado de mi hermano quien parecía no querer soltarme, cosa que me hacía reír.

—Mamá...

Me abrace de la mujer quien se veía realmente cambiada, mi hermano me había contado que había aceptado entrar a terapia y ahora estaban más estables que nunca. Cada uno de nosotros se encontraba mejor o eso creía.

—Entonces... ¿Cuando te mudas con nosotros? Tu cama sigue ahí.

Mire algo apenada a Robby dándole una mirada a mis padres quienes suspiraron pesadamente.

—Cariño, tu hermana a decidido vivir con Johnny.

—¿Estás bromeando?

—Robby, _________ también es mi hija.

—¿Si? ¿Entonces donde estuviste cuando terminó la escuela? ¿Cuando se fue a México? ¿Tu estuviste con ella tratando de quitarle el miedo a la oscuridad? No tienes derecho sobre ella.

—Yo lo decidí, Robby.—dije sintiendo su fría mirada sobre mi—Robby...

Forme una mueca al ver cómo salía rápidamente del apartamento acompañado de un portazo.

Vaya reencuentro.









=       =

















Desperté bastante temprano gracias a Johnny quien me levanto para ir a desayunar con la familia Díaz.

No tenía ganas de cambiarme así que decidí irme en pijama, deje suelto mi cabello y salí detrás de mi papá. Este tocó la puerta siendo recibido por el ya conocido Miguel.

—Creo que me sigues—señaló dándome paso a su vivienda.

—No estaba en mis planes saber dónde vivías—hable adentrandome al lugar.

¡Mira a esa hermosa niña! ¿Es novia de Miggy? Se parece a ti, Johnny—reí levemente al entender a la mujer.

No es mi papá, es mi niñero.

—¡Y habla español! Miguel, papito, ponte las pilas.

Nuevamente reí al ver cómo el mencionado se sonrojaba notoriamente. Carmen intervino en la plática al poner el desayuno sobre la mesa, tomé asiento a lado de Miguel quien se ofreció a servir mi plato.

—Hoy me acompañarán a buscar una nueva alumna—ambos miramos confundidos a Johnny—No es que no confíe en ti... Será como una suplente.

—No hay problema, quién sabe. Tal vez no quería pelear a última hora—bromee formando una pequeña sonrisa, el rubio rodó sus ojos dejando un suave golpe en mi cabeza.

—Ve a cambiarte y deja tus bromas para después—ordeno señalándome, asentí riendo antes de agradecerle a la familia por el desayuno.

Me adentre al que ahora sería mi hogar yendo a mi habitación para buscar mi cambio de ropa. Finalice trenzando mi cabello y una vez lista salí nuevamente encontrando a mi papá con Miguel ya cambiado de igual forma.

Subimos a la camioneta camino a West Valley, mire confundida a Miguel cuando Johnny me dio pequeños anuncio sobre el dojo. Camine detrás de los dos hombres viendo al mayor buscar a varias chicas.

—Aquí entrenan la mayoría de las chicas, ¿Seguro que podrá?

—Mira, cuando era joven era genial en karate y hablando con chicas. Mira y aprende, Díaz. Mira y aprende.

—Esto va a salir mal—susurre corriendo a lado de Miguel sin perder de vista a Johnny.

Teníamos más de media hora observando como la mayoría de chicas con equipo rechazaban las ofertas del hombre. Definitivamente no tenía práctica en esto.

—¿Otro plan?—preguntó Miguel a lo que Johnny lo miro sonriendo—Oh no...

Trate de no reír al ver cómo obligaba a su alumno quitarse la camisa para dejar al descubierto sus fornidos brazos, nada mal.

—Créeme, a las chicas les gusta eso—murmuró—Debes aceitar cada parte.

—¡Es mucho, es mucho!

—Muéstrame la pelota de playa. También ayudarás—señalo al ver qué no dejaba de reír—Cuando les de la señal, ¿De acuerdo?

Ambos asentimos colocados en nuestros lugares, al ver qué el hombre nos señalaba  abrí mis manos enseñando a Miguel quien se encargaba de mostrar sus brazos. Por más que batalle no pude evitar soltar una gran carcajada, era ridículo.

—¡No era necesario eso!—dije al ver cómo besaba sus músculos—Ahí va otra.

—Me gusta tu risa.

Mire a Miguel dándole una sonrisa en forma de agradecimiento. Me quedé junto a el observando como se vestía nuevamente, al ver a mi padre venir hacia nosotros, camine detrás de ellos dos como lo había hecho desde horas atrás observando como hablaban con otra mujer.

—Tal vez quieran consejos para abordarla...

—Dios, si.

Who? // Miguel Díaz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora