Capítulo 29. 48 horas

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Martin se quedó sentado en la entrada de su casa con las piernas encogidas, envueltas por sus brazos tratando de protegerse de sí mismo. Hacía frío, por la noche había helado y todo el césped estaba blanco fruto de las bajas temperaturas de madrugada. Aún llevaba el traje negro del concierto con la camisa descolocada y el pantalón arrugado. No había cogido su abrigo, pero en ese momento estaba tan roto que le daba igual todo.

No estaba preparado para sufrir otra despedida tan dolorosa como la de Sergio. Juanjo no podía hacerle esto. Había visto en su mirada el mismo semblante frío que Sergio le dedicó la última vez que quedaron juntos con doce años y no se veía preparado para vivir algo igual. No. Otra vez no.

Eran ya las 7:00 de la mañana cuando su padre aparcó el coche en la carretera al lado de la urbanización. Un día prometió no volver a entrar en esa vivienda, pero su hijo le necesitaba mas que las promesas estúpidas que un día echó en cara a su ex mujer.

Entró por el amplio camino de piedras a pasos acelerados y se sentó al lado de su hijo sin mediar palabra. Extendió su brazos alrededor de los hombros del vasco en actitud protectora y tiró de él hacia sí mismo para reconfortarle con un abrazo que solo un padre puede darte. 

El vasco se acurrucó en su pecho soltando todas las lágrimas que aún le quedaban en su cuerpo. Tiritaba de frío y su padre dejaba suaves movimientos por su espalda para que así pudiera entrar en calor. Pasaron un rato más así, hasta que se hizo de día finalmente.  Estuvieron en silencio. No necesitaban comunicarse con palabras.

-Cielo - rompió el momento su padre - ¿qué te parece si te echas a dormir un rato que en unas horas tenemos que irnos al norte? - preguntó cariñosamente dejando caricias en su pelo.

-Pero tengo que limpiar todo lo que hemos manchado - susurró con la voz rota.

-No te preocupes, lo haré yo... Duerme un rato cariño - dejó un suave beso en su mejilla.

-¿Estás seguro? - preguntó dubitativo.

Su padre asintió dejando un último abrazo a su hijo. Martin subió las escaleras con pesar y se tumbó en la cama sin deshacerla, terminando por dormirse prácticamente entre lágrimas a los pocos minutos fruto del cansancio de la noche.

El resto del grupo, por el contrario, salieron de la casa de Martin a eso de las seis y media de la madrugada. Álex, Belén y María iban cantando animadamente mientras Almudena se quedó unos pasos por detrás, analizando el semblante serio de su mejor amigo.

-Bueno ¿cómo volvemos a casa? - preguntó Álex girándose hacia el grupo una vez estuvieron al lado de ambos coches.

-Yo voy con Juanjo - cortó rápidamente la rubia agarrando del brazo a su mejor amigo que le miraba con el ceño fruncido- es que tengo prisa... porque hoy me voy al pueblo y Juanjo y yo vivimos muy cerca - se excusó.

-Vale - dijo Álex - ¿el resto se viene conmigo?

-Sí - contestaron María y Belén.

Almudena dejó un delicado beso sobre los labios de su novio a modo de despedida y volvió a agarrar a Juanjo del brazo en dirección a su coche. Una vez dentro, la rubia se situó en el asiento de copiloto mientras el maño arrancaba el coche de manera tensa sin mediar palabra.

Una vez estuvieron en carretera la rubia no aguantó más y rompió el incómodo silencio que había en el vehículo.

-¿Piensas decirme qué te pasa? - preguntó Almudena - porque te conozco lo suficiente para saber que no estás como siempre - volvió a hablar.

Juanjo le echó una mirada de reojo y volvió a enfocar su visión en la carretera. Una lágrima traviesa comenzó a deslizarse por sus mejillas rojas. La rubia suspiró frustrada secándosela con su mano.

CONTRA LAS CUERDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora