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El aire frío de diciembre rozaba tus mejillas mientras te ajustabas el guante de golf. Habías jugado en torneos importantes antes, pero este tenía un significado especial: era la final del campeonato internacional y, además, caía en plena temporada navideña. Todo el esfuerzo del año culminaba en este momento, y aunque sentías la presión, también estabas emocionada.

Alex, tu pareja desde hacía casi dos años, era la definición de apoyo incondicional. Sin embargo, su ajetreada agenda como piloto de Fórmula 1 rara vez le permitía acompañarte a tus torneos. Por eso, no te sorprendió cuando te dijo que probablemente no podría estar allí para este.

—Lo siento, cariño —te había dicho la semana pasada, con una mezcla de frustración y tristeza en la voz—. Williams tiene reuniones de fin de año y eventos, y no sé si podré llegar a tiempo.

Le habías respondido con una sonrisa, asegurándole que lo entendías, aunque por dentro deseabas tenerlo allí.

—No te preocupes. Sé que me estarás apoyando desde donde estés —habías dicho, plantándole un beso en la mejilla.

...

El campo de golf estaba cubierto por una ligera capa de escarcha que reflejaba el sol de la mañana. Te sentías concentrada mientras practicabas tu swing antes de que comenzara la competición. Era una jornada de eliminatorias, y el nivel de tus oponentes era intimidante.

A medida que avanzaban las rondas, tus golpes eran precisos, pero no podías evitar sentir que algo faltaba. Aunque estabas rodeada de aficionados y cámaras, ninguna de esas miradas era la que realmente querías encontrar.

Durante un breve descanso entre rondas, revisaste tu teléfono esperando un mensaje de Alex, pero no había nada nuevo. Suspiraste y guardaste el móvil, recordándote que no podías distraerte.

Cuando te llamaron para la ronda final, respiraste profundamente y caminaste hacia el campo, decidida a dar lo mejor de ti.

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Te preparabas para tu primer golpe de la ronda final cuando oíste una voz familiar detrás de la barrera que separaba al público del campo.

—¡Vamos, Lia! ¡Eres la mejor!

Tu corazón dio un vuelco. Giraste la cabeza y, entre la multitud, lo viste: Alex, con una bufanda roja y un gorro de lana que apenas cubría su cabello despeinado. Sostenía un termo en una mano y agitaba la otra con entusiasmo.

Sonreíste ampliamente, sintiendo cómo la tensión en tus hombros desaparecía al instante. Él te lanzó un beso al aire y señaló hacia adelante, indicándote que te concentraras en el juego.

El primer golpe fue perfecto, y a medida que avanzabas por el campo, sabías que la presencia de Alex te daba una motivación extra. Cada vez que levantabas la vista, lo veías animándote, aplaudiendo y sonriendo como si estuviera tan emocionado como tú.

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Llegaste al último hoyo con una ligera ventaja sobre tu oponente. La presión era enorme, y el público guardaba un silencio absoluto mientras te preparabas para tu último golpe.

Te colocaste en posición, midiendo la distancia y el viento, pero justo antes de balancearte, oíste a Alex susurrar:

—Tú puedes. Siempre has podido.

Eso fue suficiente para calmarte. Cerraste los ojos por un segundo, respiraste hondo y realizaste el golpe. La pelota voló en un arco perfecto, aterrizando cerca del hoyo antes de rodar lentamente hasta entrar.

El público estalló en vítores, y tú levantaste los brazos en señal de victoria, sin poder contener una sonrisa de pura felicidad.

Cuando saliste del campo, Alex estaba esperándote con los brazos abiertos. Sin importarle las cámaras ni los periodistas, te abrazó con fuerza, levantándote del suelo mientras ambos reían.

—Sabía que lo lograrías —dijo, mirándote con un orgullo que te hizo sentir invencible.

—¿Qué haces aquí? —preguntaste, todavía sin creerlo del todo.

—¿Crees que me perdería esto? —respondió, sonriendo—. Cancelé todo en cuanto vi que era posible. Tenía que estar aquí contigo.

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Esa noche, celebraron en un pequeño restaurante cerca del campo de golf. Habías insistido en que fuera algo íntimo, lejos de los reflectores y la atención del público.

—Esto es lo mejor de la Navidad —dijiste mientras brindaban con vino caliente—, estar contigo.

Alex tomó tu mano sobre la mesa y te miró con ternura.

—Eres increíble, ¿sabes? Lo que hiciste hoy fue impresionante.

—Bueno, tenerte allí ayudó mucho. No sé cómo lo lograste, pero tu sola presencia me dio la confianza que necesitaba.

—Siempre estaré ahí para ti, Lia. Aunque nuestras vidas sean caóticas y estemos en lugares opuestos del mundo, siempre encontraré la manera de estar contigo cuando realmente importe.

Sonreíste, sintiéndote completamente enamorada de él.

—Te amo, Alex.

Él apretó tu mano suavemente, devolviéndote la mirada con la misma intensidad.

—Y yo a ti.

La noche continuó entre risas y anécdotas, con un árbol de Navidad decorado en un rincón del restaurante como único testigo de su felicidad.

Esa Navidad, comprendiste que no importaban los regalos ni los logros. Lo único que realmente hacía que la temporada fuera mágica era tener a Alex a tu lado, compartiendo cada momento especial.

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El libro ya casi llega a los 100 capítulos; yo no creía que iba a llegar a tanto ajajajaj

En otras noticias, vieron lo de Checo???? La vdd yo estoy hecha lágrimas, pero ps en algún momento tenía que pasar, pero en mi caso es decirle adiós a uno de los pilotos que me hizo enamorarme por completo de la F1, que un piloto de México lograra tantas cosas, que él represente a mi país de origen ps la vdd si duele, pero se entiende la decisión, aparte RedBull lo trato re mal en estos años :( (sorry ando sensible)

Espero que les haya gustado mucho el one shot, no olviden dejar su voto y comentario para poder seguir subiendo más capítulos, nos vemos mañana :)

Siempre con la Checoneta :(

7/12

-Awadelemon

One Shots - Fórmula 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora