Los dos entraron con paciencia dentro del auto pequeño y cuadrado, dejando las mochilas en la parte no ocupada y miraron al hombre, con su vista expectante sobre ellos desde el espejo retrovisor.
-¿Están viajando por estos alrededores o necesitan un aventón hasta sus casas?-les preguntó él, luego de poner en marcha el auto y comenzar a recorrer la ruta.
-Somos mochileros-mintió Crista con una sonrisa falsa-¿Señor...?-preguntó después intentando mostrarse amistosa.
Heben la miró de reojo.
-Fausto Ribetti-inquirió el hombre con una sonrisa-¿Y ustedes?
-Crista Velum.
-Heben...-comenzó diciendo pero luego se trabó. Tenía un apellido, pero era el que Rosae Crucis le había dado. No sabía si decirlo o no, puesto que no tenía el conocimiento si era su verdadero apellido. Sin embargo, lo mismo sucedía con su nombre y aquel hombre era un desconocido, por lo tanto, pensó que no tenía mucha importancia-Orbis. Heben Orbis.
-Que nombres tan extraños tienen muchachos-se rio Fausto en gesto amistoso.
Crista miró por el rabillo del ojo a Heben, pues había notado perfectamente el hecho de que él se hubiera quedado al querer decir su nombre. Aunque, supuso la razón.
-Sí, son algo extraños-dijo ella para seguir el hilo de la conversación, a pesar de que tenía un poco de sueño, no venía mal charlar con alguien que no los estuviera persiguiendo o que directamente, no se encontrara dentro de aquel lío que eran sus vidas, sino más bien con problemas de una vida normal que llegaba a tornarse lineal a veces, pero no necesariamente poniendo su vida en peligro la mayoría del tiempo.
-Parecen algo jóvenes-siguió Fausto-¿Acaso no serán alguna de esas parejas que se escapan de sus casas para vivir su amor?-volvió a reír en broma.
Los dos se encogieron de hombros casi por instinto. Sí bien, no estaban escapando por que se amaban, la historia era algo similar. Por lo menos, en la parte técnica.
Crista se rio un poco para disimular. Sin embargo, Heben se encontraba en otro lado, a pesar de que intentaba prestar atención y ella se dio cuenta rápidamente.
No obstante, no era un tema para hablar frente a un extraño. Cuando llegaran a Madryn y estuvieran solos le preguntaría.
-No, señor... Solo nos gusta viajar, pero no tenemos auto y los pasajes están algo caros, por lo tanto decidimos este método, que a la vez te llena de experiencia-Crista no podría creer la cantidad de estupideces que estaba diciendo solo para que el hombre no sospechara.
Fausto asintió echándoles una última mirada por el espejo y luego volvió su vista a la ruta, quitándose los lentes de Sol.
-Parecen cansados. Traten de dormir un poco, si llegamos antes de que despierten les aviso-concluyó con gesto casi paternal. Estaba encantado de tener unos acompañantes que les hacían recordar a sus hijos que apenas veía. Aquellos dos se parecían mucho a su hija y a su hijo mayor.
Crista sonrió agradecida. Sabía que los días de ese momento en adelante serían largos y poder dormir lo que pudiera la reconfortaba. Además, el invierno se acercaba y dormir bien calentita con una manta luego de tomar algo caliente, la hacía pensar con un poco más de optimismo. Aunque, cada tanto la imagen de sus amigos la asaltaba y la preocupaba bastante.
Solo habían pasado algunos días, tres como mucho, pero no se habían podido comunicar. Ella había querido mandarles algún mensaje mientras estaba en el tren, pero Heben no la había dejado, por el miedo a que Rosae Crucis pudiera mandar de nuevo una emboscada o que tergiversara el mensaje, haciéndolos caer a ellos o a sus amigos en una trampa.

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Exilio
Teen FictionHeben y Crista escapan de Rosae Crucis hacia un nuevo destino teniendo en sus manos la piedra filosofal. Los dos comienzan con una nueva vida alejándose de sus amigos y sin poder mirar atrás...