Clelia leyó el papel que la mujer misteriosa le había entregado a Crista y frunció la boca, con una expresión preocupada al recordar.
Luego decayó de hombros y apoyó su frente sobre una mano con disgusto. Miró a Heben y a Crista que estaban sentados frente a ella, después de haber venido de la función.
-Conozco a esta mujer-declaró ella dejando el papel sobre la mesa con un suspiro-Ella vino a verme al reconocer que Idra tenía ciertos talentos. Así lo había expresado ella y creo que, ahora recordando sus palabras, esta mujer sabía que Idra tenía poderes alquímicos.
-Pero sus poderes ¿No despertaron después?-preguntó Crista reflexionando y haciendo las cuentas por cómo habían resultado cronológicamente los hechos, pues ni bien habían despertado los poderes de Idra, Rosae Crucis ya la estaba convocando.
Clelia asintió con el semblante ensombrecido.
-Exactamente-su voz carecía de emoción, en igual medida que su rostro.
Heben enarcó las cejas y su frente se arrugó.
-Eso quiere decir que aquella mujer no es cualquier persona-dijo él comenzando a fruncir el ceño lleno de desconfianza.
-Creo lo mismo-la madre de Idra comenzaba a sentir un cansancio que se le colaba hasta los huesos, por un pasado que nunca se había dignado en resolver y Dios le estaba cayendo encima para que no lo pudiera olvidar, y quizás así solucionarlo. O eso esperaba, más bien.
-Entonces ¿No es de confianza?-preguntó Crista desesperanzada. Después de todo, había tenido cierta intuición que le decía que estuviera cerca de aquella mujer.
-A mí no me gusta-sentenció Heben.
Crista lo miró preocupada creyendo que debían averiguar. Clelia se levantó de la mesa.
-Creo que en la situación en que están, no sería mala idea averiguar quién es, siempre y cuando lo hagan de manera cautelosa. Además...-hizo una pausa apoyando sus manos sobre la mesa para sostenerse-Sí quizás, la hubiera escuchado en su momento y le hubiera hecho caso, Idra no estaría con aquella secta-concluyó cerrando los ojos con fuerza para reprimir unas lágrimas y se dirigió a la cocina con paso casi fantasmal.
Heben y Crista intercambiaron miradas de pena y cansancio.
Él se cruzó de brazos.
-Creo que ahora sería mejor que fuéramos a dormir. La función de hoy estuvo bien y pudimos recolectar algo de dinero. Pero, debemos seguir buscando trabajo y no podemos perder el tiempo con personas que no rebelan quienes son verdaderamente-miró a Crista-Ya tuve suficiente de eso toda mi vida.
Ella no amagó a decirle nada. Se quedó congelada en el lugar mientras Heben se dirigía a la habitación.
Crista se acercó a la puerta algo abatida por todo y miró a Heben desde el umbral, mientras él se quitaba los zapatos. El saco de pingüino había quedado recluido sobre el respaldo de una silla. El dinero sobre la mesa de noche.
-No creo que sea mala idea ir a verla-dijo ella de repente, como si la conversación no hubiera terminado.
Heben, algo sorprendido por su reacción, suspiró y la miró de soslayo terminando de sacarse el otro zapato.
-Crista, no te voy a negar que aquella mujer me da desconfianza y que no me hace ninguna gracia que vallas.
Ella suspiró también.
-¿Y qué sucede si son solo presentimientos tuyos?-preguntó sabiendo que él podía ser bastante terco-Heben, a veces eres bastante desconfiado de las personas-inquirió Crista mirándolo fijamente. Pero, solo estaba viendo su nuca, pues él ni siquiera le devolvía la mirada de reojo.
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Exilio
Ficção AdolescenteHeben y Crista escapan de Rosae Crucis hacia un nuevo destino teniendo en sus manos la piedra filosofal. Los dos comienzan con una nueva vida alejándose de sus amigos y sin poder mirar atrás...