Crista enarcó una ceja ante el almacén que llevaba la dirección indicada en el papel de aquella mujer extraña. Bajó la vista al papel y volvió a subirla.
-¿Qué sucede?-preguntó Heben detrás de ella con los brazos cruzados sobre su pecho.
Crista no pudo evitar pensar que se veía sexy con la camiseta negra, que se había puesto esa mañana, sobre sus músculos y los lentes oscuros.
-Em...-vaciló sin saber si decirle que aquel lugar parecía extraño. Después de todo, ella había insistido fervientemente para que fueran a ver a aquella mujer-Nada-dijo al fin sonriendo tratando de demostrar tranquilidad y se dirigió a la puerta grande y de chapa del galpón que parecía ser de algún lugar en donde guardarían cosas de supermercado, como paquetes grandes llenos de papel higiénico.
Heben la miró y suspiró, poniéndose a su lado.
-Te acompaño-exclamó serio.
-No es necesario...
-No voy a dejarte sola-sentenció él-No sabemos a dónde vas a meterte.
Crista suspiró, pero sonrió. Sabía que él estaba preocupado por ella y no siempre, como en la noche anterior, él se abría tan fácilmente y decía lo que sentía.
Ella asintió y caminó hasta la puerta. Luego, tocó tres veces y esperó.
Al momento, se escuchó música algo distante.
-Ya voy-inquirió una voz que sonaba de una niña pequeña.
Heben y Crista intercambiaron miradas y se volvieron, cuando la puerta se abrió con la niña que les había respondido.
Esta los miró algo sorprendida.
-¿Sí?
Crista miró a la niña con una sonrisa y se agachó a su altura.
-¿Estaría...?-miró el papel y buscó el nombre, pues no lo recordaba con facilidad y leyó-¿Beatriz Mártin?
-¿Buscas a la directora?-preguntó la niña con ojos grandes y verdes.
-Em. Sí-afirmó ella.
-Ahora la llamo.
-Gracias...
La niña desapareció tras la puerta abierta y Crista y Heben, pudieron ver el interior.
El lugar, como Crista había pensado, era un almacén. Pero, donde las vigas de metal sostenían el techo, sogas y cintas de colores que se utilizan en los circos, colgaban de ellas en varios tramos con colchonetas a los pies, urnas llenas de pinos, pelotas y objetos para malabares se encontraban apiñados en un rincón, antorchas y bastones, diábolos y hasta ropa colgada en percheros con colores llamativos, junto con sus zapatos y accesorios llenaban una de las esquinas. Sin embargo, lo más interesante de todo el lugar, era el centro del almacén. Un gran círculo alquímico con los diferentes símbolos de los elementos y componentes como agua, tierra, arena, metal y pólvora se encontraban en recipientes a su alrededor.
Crista y Heben se quedaron asombrados en el lugar, no solo por todas las cosas que los rodeaban, sino por la cantidad de niños y adolescentes alquimistas que allí se encontraban practicando con sus poderes.
Ella pudo contar siete en total.
Al instante, con paso rápido sobre sus tacones turquesas y su traje de seda, Beatriz, apareció entre los roperos con un traje que parecía ser de un hada, del tamaño de una niña de ocho años.
La mujer, al verlos, les sonrió con dulzura.
-¡Bienvenidos!-anunció sonriente, con un labial rosa pálido que hacía resaltar sus facciones.
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Exilio
JugendliteraturHeben y Crista escapan de Rosae Crucis hacia un nuevo destino teniendo en sus manos la piedra filosofal. Los dos comienzan con una nueva vida alejándose de sus amigos y sin poder mirar atrás...