Capítulo 9: Idra y su familia

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La niña de cabello pelirrojo avanzó por el pasillo hasta el gran comedor desde donde provenía aquel olor exquisito a comida casera. Clelia, la siguió junto con Heben y Crista que caminaban detrás con paso tranquilo y algo titubeante como si se estuvieran metiendo en una casa ajena.

Crista estaba al final y miraba las decoraciones de madera, con la palabras "Puerto Madryn" en quizás quince de ellos y podía sentir ese olor a hogar que despedía el ambiente.

Los cuatro llegaron al comedor, donde un hombre de rasgos marcados, barba y cabello colorado de ojos marrones oía la radio desde una silla al otro lado.

-¿Quiénes vinieron...?-preguntó volteándose pero llevándose una gran sorpresa al ver a Heben-¿Qué haces aquí? No me digas que Rosae...

-No-le cortó Heben rotundo, comenzando a enojarse de que lo hicieran responsable por lo que había pasado-Me eh separado de aquel Circo.

Clelia y Augusto, así se llamaba el hombre, padre de Camila y esposo de ella, lo miraron sorprendidos.

-Pero...

-Por favor, puedo explicarles todo si me dejan-dijo de nuevo con aquel tono suplicante.

Crista miró la escena algo confundida al no entender cuál era el problema de todo. Sabía que Rosae Crucis no era un circo limpio, bueno más bien una secta, aunque sobre esto los demás no sabían, pero ¿Qué cosa tan mala habían hecho? Algo detrás había.

-Muy bien-inquirió Augusto señalándole con la mano abierta una silla-Siéntate. Tú también-le señaló a Crista también que se había quedado congelada a un lado.

Los dos tomaron asiento igual que Clelia, quien miró a Camila que comenzaba a sentarse a la mesa. Su madre la miró impaciente.

-Mi amor ¿Por qué no vas a jugar a tu pieza? Tenemos algunas cosas que hablar con estos chicos-exclamó con un dulzura materna que encantó a Crista y la hizo recordar a su madre.

Camila refunfuñó un poco, pero luego accedió yéndose con desgano de la habitación. Cuando los pasos en la escalera se acallaron y una puerta en el piso de arriba se cerró Clelia puso la atención en Heben y Crista.

-Bien ¿Qué es lo que sucedió? Que yo recuerde, tú eras el niño favorito de aquel horrible circo-dijo ella con desdén pero rabia a la vez.

Heben suspiró e intercambió una mirada con Crista. Aquella era de duda, si le podía contar acerca de Rosae Crucis. Ella asintió, si Heben confiaba en ellos, entonces ella también.

Él asintió y miró con seriedad a aquellos en su frente.

-Por dónde empezar...-comenzó diciendo realmente perdido.

-¿Qué tal si nos dices que haces aquí y por qué no estas con tu circo?-preguntó Augusto.

-Y también...-Clelia se cortó sola al no saber cómo seguir. Sus ojos se pusieron vidriosos y su esposo, puso su mano sobre la de ella dándole apoyo.

-Clelia, luego te respondo, primero diré porque estoy aquí-le dijo Heben sabiendo sobre sus dudas. Miró a Augusto-Hace unos días, el Circo que nosotros conocemos como Rosae Crucis resultó ser una secta que se hacía pasar por esto para poder encontrar algo que andaban buscando.

Al escuchar la palabra secta, Clelia y Augusto se sorprendieron mirando a Heben con expresiones horrorizadas.

-¡Lo sabía!-gritó el hombre-¡Sabía que aquel circo era extraño!

-Tranquilo-Clelia tomó sus manos.

-¿Cómo puedo tranquilizarme cuando me entero de algo así?

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