Kylian Mbappé

96 10 0
                                    

La primera vez que vi a Kylian, pensé que era el tipo de hombre que lo tiene todo. Éxito, talento, carisma. Era el tipo de persona que nunca pierde.

Y yo, ingenua de mí, pensé que esta vez sería diferente.

Pensé que el amor no era un juego.

Pensé que, por una vez, no habría ganadores ni perdedores.

Pero estaba equivocada.

Porque, al final, el ganador se lo lleva todo. Y el perdedor... el perdedor solo puede mirar cómo todo lo que amó se desvanece.

—¿Esto es todo? —Mi voz suena más tranquila de lo que me siento. Estoy sentada en el borde de la cama, con la vista fija en la maleta abierta sobre el suelo. Su maleta.

Kylian está de pie junto a la ventana, dándome la espalda. No necesito ver su rostro para saber que tiene esa expresión seria, la que usa cuando quiere aparentar que todo está bien, cuando en realidad se está rompiendo.

—No quiero que terminemos así, _______ —dice al fin, con la voz tensa.

—¿Ah, no? —Me río sin ganas—. ¿Y cómo quieres que terminemos, Kylian? ¿Con una cena de despedida? ¿Con una sonrisa y un 'hasta luego'?

Cierra los ojos por un segundo y niega con la cabeza.

—Sabes que esto no es fácil para mí.

—No. No lo sé. Porque tú eres el que se va.

Me mira entonces. Esos ojos que una vez me hicieron sentir la mujer más afortunada del mundo ahora solo me recuerdan lo que estoy perdiendo.

—Lo intentamos, _______.

—¿Lo intentamos? —repito, sintiendo cómo la rabia empieza a burbujear en mi interior—. No, Kylian. Yo lo intenté. Yo fui la que apostó todo por nosotros.

Él aprieta los labios, como si supiera que no hay nada que pueda decir para defenderse.

—Tú nunca pierdes, ¿verdad? —susurro, con una amargura que me sorprende incluso a mí.

—Esto no es un juego.

—No, para ti no. Porque al final, eres tú quien lo tiene todo. Y yo... —Trago saliva, sintiendo el ardor en mi pecho—. Yo me quedo con las ruinas.

Silencio.

—Lo siento —murmura.

Cierro los ojos, porque si sigo mirándolo, voy a romperme.

—Vete, Kylian. Solo... vete.

Y sin decir nada más, recoge su maleta y sale por la puerta.

Sin mirar atrás.

Los días siguientes son una niebla de recuerdos y vacío.

Cada rincón de nuestro apartamento me recuerda a él. La taza de café en la cocina, la camiseta olvidada en el sofá, el eco de su risa en mi memoria.

Las noticias no ayudan. Los titulares hablan de su nueva vida, de su nuevo equipo, de sus nuevos logros. Como si yo nunca hubiera existido. Como si lo nuestro nunca hubiera importado.

Mis amigos intentan distraerme, sacarme de casa, hacerme olvidar. Pero olvidar no es tan fácil cuando has amado con todo lo que tienes.

— ________, tienes que seguir adelante —me dice Alba, una de mis mejores amigas, una noche mientras compartimos una copa de vino en mi sala.

—¿Cómo se sigue adelante cuando todo lo que querías se ha ido?

Ella suspira y aprieta mi mano.

—Recordando que tú también importas.

El destino es cruel.

Porque, a pesar de todo, nuestros caminos vuelven a cruzarse.

Es en un evento, meses después. Yo no quería venir, pero Alba insistió en que era hora de salir, de demostrarme a mí misma que estoy bien.

Y entonces lo veo.

Kylian está al otro lado del salón, rodeado de gente, sonriendo como si nada hubiera cambiado. Como si yo nunca hubiera sido parte de su vida.

Pero cuando nuestros ojos se encuentran, veo algo en su expresión. Un destello de algo que no sé si es nostalgia, arrepentimiento o simplemente sorpresa.

Antes de que pueda reaccionar, se acerca.

— _______.

—Kylian.

Por un instante, ninguno de los dos dice nada.

—No esperaba verte aquí —dice finalmente.

—Yo tampoco esperaba verte. Pero supongo que el mundo es pequeño.

Se pasa una mano por el cabello, un gesto que conozco demasiado bien.

—¿Cómo has estado?

Quiero decirle la verdad. Quiero decirle que he estado rota, que hubo noches en las que quise llamarlo, que todavía me duele verlo.

Pero no lo haré.

Porque él ganó.

Y yo no voy a darle la satisfacción de verme caer.

Así que le sonrío, una sonrisa que duele pero que es necesaria.

—Estoy bien. Muy bien, de hecho.

Algo en su expresión cambia. No sé si me cree, pero no importa.

—Me alegra saberlo —dice en voz baja.

—Espero que tú también estés bien.

No espero su respuesta. No quiero escucharla.

Así que me doy la vuelta y me alejo, sintiendo su mirada clavada en mi espalda.

Esa noche, cuando llego a casa, me miro en el espejo.

Por primera vez en meses, veo a una mujer que no es solo una sombra de lo que fue.

Y entonces lo entiendo.

Tal vez Kylian ganó. Tal vez se llevó todo.

Pero yo...

Yo todavía estoy aquí. De pie.

Y tal vez, solo tal vez, esa es mi verdadera victoria.

La vida no se detiene, y yo tampoco.

El tiempo pasa y con él, las heridas van sanando, aunque nunca del todo. Pero cada día, al despertar, tengo una nueva oportunidad de elegir. Elegir seguir adelante, elegir ser fuerte.

One Shots de Futbolistas 0.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora