𝐒𝐅𝐇 | 𝐊𝐕 | 𝗘𝗱𝗶𝗳𝗶𝗰𝗶𝗼 𝗘𝗱é𝗻:
Taehyung, un joven que acababa de mudarse a Seúl, Corea del Sur, se enfrentaba a un desafío común: encontrar un departamento asequible. Con un sueldo modesto, sabía que tendría que renunciar a los lujos y bu...
El pitido que retumbó en sus oídos era fuerte, tanto que despertó. Al hacerlo, se sintió desorientado; no sabía dónde estaba, solo sentía su cuerpo doler y su cuello arder cuando se movió en lo que suponía era una cama.
Lo único que recordaba era que JungKook había intentado degollarlo; aquello hizo que una punzada de dolor se instalara en su pecho. El pelinegro intentó matarlo, aunque realmente el castaño no sabía que JungKook no lo quiso matar; simplemente le hizo aquello para que la cicatriz que quedara le recordara siempre, al verla, a quién le pertenecía.
Su cabeza se movió lentamente y observó a su alrededor, notando que tenía puesto oxígeno, que estaba con una intravenosa en su mano derecha y que su cuerpo estaba vendado y cubierto por unas vendas blancas, y su cuello también.
Al intentar hablar, lo único que salió de sus labios fue un quejido de dolor, un quejido que llamó la atención de la persona que se encontraba ahí en la habitación.
—¡Taehyung! —gritó su madre.
Taehyung abrió sus ojos de par en par, miró a su madre por unos momentos y sus ojos dejaron salir las lágrimas que había estado reteniendo durante mucho tiempo. Aunque las voces en su cabeza estaban haciendo un maldito berrinche, llorando, gritando, susurrando y murmurando cosas, en ese momento lo único que le importó fue que su madre estaba con él; su hermana no estaba, no sabía dónde estaba.
—M-Mamá —murmuró levemente.
—Mi pequeño hijo —sollozó su madre, abrazándolo con cuidado—. Creí que te perdía. Moriste por tres minutos y-y creí que habías muerto —lloró fuertemente.
Taehyung no dijo nada, simplemente lloró. Estuvo muerto durante tres minutos y JungKook no estaba. Todo era una mierda, sentía que se ahogaba en un inmenso mar, sentía que no podía respirar si no estaba JungKook; ahí lo que su mente pedía y su cuerpo rechazaba.
Su mente pedía a gritos a JungKook; había logrado corromperlo de la peor manera y su cuerpo lo detestaba por toda la mierda que le hizo durante meses.
Para una persona moralmente cuerda, ansiar la cercanía de tu secuestrador era loco, pero para Taehyung no lo era.
Ya no tenía cordura; todo se lo llevó JungKook: su felicidad, su tristeza, su dolor, su virginidad, su cordura, sus miedos, su odio, su rencor, su repulsión, absolutamente todo. Y tenía miedo; no sabía cómo sería estar de vuelta en casa con su madre y hermana.
No sabía si se acostumbraría a su nueva rutina. Con JungKook, todos los días eran matar, ver asesinar, comer carne de humanos; ir al edificio y, en las últimas semanas, fue lo contrario: se quedaba en la casa fuera de la ciudad, dormía la mayor parte del tiempo; de ahí su bajo peso.
—Creí que no te volvería a ver, hijo —lo abrazó fuertemente.
Odiaba el contacto; se sentía mal tener contacto con otra persona que no fuera JungKook. Odiaba ansiar sus abrazos, sus besos, sus caricias, el placer que le hacía sentir.
Lo extrañaba.
Mucho.
Extrañaba dormir entre sus brazos; su cuerpo se había acostumbrado al dolor físico y emocional que le hacía sentir. Todos se acostumbran a lo que los daña.
Su madre le dio muchos besos por el rostro; eso lo hacía JungKook cuando despertaba. Los besos que no vinieran por parte de JungKook lo asqueaban; tal vez por eso su madre se apartó de él y lo miró con dolor.
—L-lo siento, no quiero que me toquen —susurró una disculpa Taehyung.
Su madre asintió, dolida; le dolía en el alma ver a su hijo no querer abrazos o besos, puesto que ellos siempre se abrazaban. Y ahora, él no quería eso.
—¿C-cuantos días llevamos aquí? —se atrevió a cuestionar.
—Llevamos aquí cuatro días. Cuando me dijeron que habían muerto, sentí que mi alma salió de mi cuerpo; el dolor fue demasiado. Pero cuando un enfermero salió a decirnos que estabas vivo, sentí una inmensa felicidad —le confesó. Taehyung soltó más lágrimas—. Te ves tan cansado, cariño; deberías de comer un poco.
Taehyung asintió; la situación era demasiado incómoda, al menos así lo sintió. No había tenido contacto con más personas más allá de Jungkook, Soyeon, Na-yeon y los demás inquilinos. Se le hacía extraño hablar con otras personas.
—¿D-Dónde está Sana? —preguntó el castaño por su hermana.
—Ella estaba buscándote por otras ciudades aquí en Corea; viene para acá, no te preocupes.
Minutos después, una enfermera entró con comida para el menor, pescado, un tazón pequeño de fruta picada y una ensalada. Este, al ver el pescado, le dio una arcada; tenía ganas de vomitar.
—¡¿Qué pasa, hijo?! —preguntó su madre.
Taehyung la miró y comenzó a respirar para calmarse. La enfermera salió del lugar y los dejó solos.
—Y-Yo no sé si pueda comer esto —murmuró.
—¿Por qué lo dices? —lo miró confundida.
—E-eh, cuando estuve con él, él siempre me daba pastas, frutas y, verduras, caldos y, en algunas ocasiones, carne —le informó. La señora lo miró aún más confundida—. No era carne de animal, mamá —le confesó, la señora abrir los ojos de par en par y negó aterrorizada—. Mi estómago se acostumbro tanto a comer carne de ese tipo que ya no acepta carne de animales porque lo regreso de nuevo.
La señora Kim estaba tan horrorizada por lo que su hijo le dijo, ¿qué tanto había pasado su pequeño para odiar el contacto físico, estar lleno de cicatrices y detestar la carne de animales? No lo sabía, pero estaba dispuesta a ayudar a su hijo con todo lo que necesitara para su recuperación y para poder recuperar, aunque sea un 70%, al Taehyung del pasado.
—¿Q-Qué tanto pasaste, chiquito, para odiar todo lo que hacíamos juntos?
La señora abrazó a su hijo y este correspondió, sollozando contra el pecho de su madre, llorando como quería desde hace meses.
Él tenía en mente que quería estar ahí, con su madre y hermana, vivir juntos y ser felices. Pero, inevitablemente, también deseaba y extrañaba a JungKook con su alma.
¿Pero cómo vas a extrañar a alguien que te hizo daño?
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