|Capítulo 04|

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Cerré con seguro, y me puse como loca, sentía que en cualquier momento iba a entra y me iba a hacer algo, tenía pánico, terror ya que este es el escenario perfecto para que el asesino en serie que no es tan en serie abra la puerta con un hacha como en el Resplandor y me mate; debía de pensar con cabeza fría y lo que hice fue coger mi teléfono, entrar al closet y me encerré ahí. Marque el número de Paula, estaba apagado. El de Lizeth estaba apagado también. Sarah era mi única salvación ya que Carolay no tenía. La llame, sonó cuatro veces y contesto. Casi no se oía, la música estaba muy fuerte.

- ¿Hola?- dijo Sarah

- Sara, soy yo, Isabella.

- ¿Cambiaste de opinión y vienes?

- No, me está pasando algo que no sé cómo decirles.-note como la música disminuía.

- Estamos en el baño y te puse en altavoz.- dijo Paula.

- Paula, perdóname pero tu primo es un acosador. Me está persiguiendo por la casa. Creo que me quiere matar y después vender mis órganos en el mercado negro. –ok, creo que exagere un poco en lo último.

- Yo creo que esta paranoica.-dijo Carolay.

- Hey, tranquila, si ese es el caso, actúa normal.- dijo Sarah. --no le demuestres miedo, ese es el principal factor por el cual atacan, sienten el miedo.

Sinceramente no sabía si llorar o reírme por la respuesta de Sarah.

- ¿Cómo se supone que actuare normal? Salgo y le digo, "Hey primo de Paula, qué tal?" y choco las cincos con él. –

- Sal, haz algo, pero que no se note el miedo.-dijo Lizeth muy obvia.

- Ok, ok. Creo que si Lizeth, tienes razón. Estoy algo paranoica. Actuare "normal". –en ese momento mi pensamiento encontró la razón y la lógica.

- Cuídate y que la pases genial con el primito de Paula.-dijo Sarah divertidamente.

Dios mío tenía que planear bien esto, ¿Qué hare? No sé, pero tengo que parecer lo más calmada posible y normal. ¿Pero cómo mierdas haría eso? Ok Isabella, sal, ve a la cocina prepárate algo y deja que te vea, sí, eso haré.

Salí de la habitación, no había nadie, respire profundo y seguí. Llegue a la cocina y ahí estaba Peeta con su cola meneándola de derecha a izquierda. No estaba más que con Peeta, me comí el sándwich y lave los implementos pero oí un ruido y mis nervios salieron de punta, era él, y ese ruido era del pasillo.

Piensa Isabella, piensa. Escóndete. Pero la pregunta era ¿Dónde? Las habitaciones si ahí. Salí y busque, todas estaban cerradas. El baño, no. Me encontraría muy fácil. La cocina, es aún más fácil. ¡Ya se! El jardín trasero. Es evidente pero a la vez no. ¡Si eso es!

Me sentía horrible, no sé si a esto llamarlo fobia pero desde los 6 años le he tenido fobia a esto, a ver me explico, cuando tenía 6 años con mis amigas jugamos a las escondidas, todo muy lindo muy perfecto hasta que llegó la hora de que nos encontraran y esa era Carolay, ellas nos estaba buscando, esto ocurrió en el colegio. El caso es que cuando estaba con el corazón en la boca porque sabía que en cualquier momento me encontrarían Carolay llego por atrás mio y me toco el hombro, di el grito más agudo y fuerte que haya dado en mi vida, sentí como todo el color se me bajo y desde ese momento no soy capaz de jugar a eso; varias veces he soñado que me persiguen y buscan, nos pesadillas horribles y siempre despierto llorando, y es así como me siento ahora mismo.

Camine al jardín, estaba repleto de plantas. Cogí un asiento playero que había y lo puse en el rincón más apartado del jardín, donde me camuflaban las plantas, era perfecto. Me cubrí con una toalla y me acosté. Estaba cansada. Fue rápido conciliar al sueño. No soñé nada y me desperté porque el sol me daba la cara, mire mi reloj y eran las 6:03 A.M. me levante y mire para todos los lados, no había nadie. Recorrí los pasillos y ninguna señal del él. Un alivio recorrió mi cuerpo. Estaba llegando a mi cuarto cuando...

- Si yo hubiera dormido en una silla de esas, me dolería la espalda. –la voz provino de mis espaldas. Cada vello de mi cuerpo se erizó.

No digas nada, actúa normal, pensé.

- Buenos días.-dije embozando una sonrisa e ignorando su comentario dándome la vuelta.

- Si quieres te puedo dar un masaje. —él hablo lo más normal del mundo.

- No, muchas gracias. –me vi la vuelta dispuesta a salir corriendo, y así lo hice.

Entre a la habitación, tome un baño y salí, me moría de hambre. Salió y entre a la cocina para prepararme el desayuno, bueno, más bien cereal y un par de sándwich. Llegue a la sala y ahí estaba otra vez él, con un pantalón negro azabache, camisa color morado y unos zapatos Adidas. No podía devolverme, era como si le estuviera huyendo pero tenía que disimularlo. Me senté a cierta distancia y empecé a desayunar.

- Tenemos que hablar.-fueron sus palabras.

- No entiendo de qué.

- Sé que empecé con el pie izquierdo, pero quiero corregirlo.

No dije nada, solo lo mire.









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Peeta en Multimedia.

Escapando de élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora