—¿Estás molesta?
—No. —Sí lo estoy.
—Sí lo estás
Darren se acerca a mí, se apoya, a mi lado, en la barra de la cocina de la casa de Bruno.
—No estoy molesta Darren, sólo un poco aturdida.
Darren ríe, lo miro confundida
—Es sólo que también estoy confundido, tú sabes más sobre mí, sobre mi relación con Daisy que cualquier otra persona.
—¿Debo sentirme alagada por eso?
—Eres imposible —Sonríe y empuja mi hombro con el suyo—. Cuéntame otro de tus malos chistes.
—No.
—¿Por qué?
—Porque son malos, además ya me he humillado lo suficiente.
—Son malos, pero son lindos.
—Eres tan tonto.
—¿Cómo está tu madre? —Se rinde y cambia de tema.
—Está muy bien, se ve mucho mejor ahora.
—Me alegro.
—Darren —suspiro su nombre.
—Dime —susurra con su voz un poco más ronca.
—Puedes masajear el otro pie... de verdad eres bueno
—Me usas, maldita mujer —gruñe divertido. Reímos juntos.
Cerca del amanecer aún seguimos hablando, los chicos ya están dormidos o en sus casas, como es el caso de Ian y Connor, a quien Darren le dio miradas mordaces.
Darren ha estado muy entusiasmado contándome todas las historias sobre los animales y el rancho de sus abuelos, justo está contándome sobre la vez que salvo una vaca al nacer cuando tenía trece años.
—Entonces tuve que romper la bolsa yo mismo, para poder salvarla
—¿Tú?
—Sí —responde orgulloso, lo que me hace sonreír.
—Tienes que bautizar esa vaca y ser su padrino —bromeo.
—Ja, ja, que listilla. Se llama Molly. —Toma mi nariz con su dedo, en algún momento de la noche mi cabeza terminó en su regazo. Traza suavemente el puente de mi nariz y su otra mano masajea mi cuero cabelludo.
—Tuve un perro a los once años, se llamaba Onix por un jodido Pokemón. —Cierro mis ojos recordando a mi rechoncho perrito—. Murió cuando mi vecino decidió dejar pedazos de pan envenenado cerca de nuestra reja para espantar a los roedores. Era un hermoso Bull Dog.
—¿Tu Bull Dog se llamaba ónix? —pregunta, horrorizado.
—Sí —lo miro, divertida por su tono.
—Tu vecino le hizo un favor, que nombre tan feo para esa raza.
—Era el bebé de la casa y los pokemones estaban de moda.
—Eres rara.
—Y tu un idiota.
—Me gusta cuando me insultas —susurra, dándole a su voz un deje de ronquera y sexualidad que calienta mi cuerpo.
—Y la rara soy yo —murmuro, tratando de disimular mi desequilibrio hormonal.
—¿Qué le paso a tu padre?
SU pregunta, inocente de su parte, es como un balde de agua fría que apaga inmediatamente el pequeño fuego que iniciaba en mi cuerpo.
—No quiero hablar de eso. —Vuelvo a cerrar mis ojos, para que no logre ver más allá en ellos—. Cuéntame de los tuyos.
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Tu Plato De Segunda Mesa
RomanceDarren Barker es el hombre al que amo, pero él ama a otra. ¿Qué hago yo al respecto?... ser la mujer a la que acude cuando Daisy Brook rompe su corazón. Sé que está mal, sé que me usa, pero no puedo decir que no. Soy adicta a él, lo amo como no he a...