EPÍLOGO

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Cuatro años después...

—¡Maldita sea chicas! Sé que dijimos que todas para una y una para todas y toda esa mierda mosquetera... —dice Donna mientras nos sostenemos de las manos—. Pero acordar dar a luz el mismo maldito día... —sisea, cuando otra contracción la atraviesa—, eso no estaba en los planes.

—Cállate Donna, esto duele mucho ¡Maldito seas Cipriano! ¡Voy a Castrarte!

—Tranquila Tay, no es su cul... —jadeo, una contracción más fuerte que las otras me atraviesa— ¡Mierda! —grito y me retuerzo de dolor.

—¿Decías? —apremia Donna, levantando una ceja.

—¡Darren apúrate! —grito.

—¡Mark....!

—¡Ciprianooooo!

Hoy celebramos el aniversario número dos de mi pastelería. Decidimos hacer un almuerzo familiar y amigos más cercanos. La fiesta en la pastelería fue ayer.

Estábamos en nuestra casa —la que compró Darren seis meses después de comprometernos y un mes antes de casarnos— Comiendo y disfrutando en familia, cuando Donna, de cuarenta y dos semanas, Tay de cuarenta semanas y yo de treinta y ocho semanas de embarazo rompimos fuente... a la misma vez.

Se suponía que Donna y Tay tenía unas semanas más y yo estaba programada para parir dentro de tres días.

Pero ya ves, en la vida es lo que diga Dios y no el hombre.

Cuando Vicky se desmayó junto a los padres de Donna y Sanders, mi sobrino de tres años y medio arrojo el pastel, nuestros esposos reaccionaron y nos ayudaron a abordar el auto para ir al hospital.

Al estar tan cerca de nuestros días todas teníamos la maleta preparada y andábamos arriba y abajo con ella. Pero los chicos están tan asustados que no logran coordinar el poner las maletas en el auto y llevarnos la maldito hospital.

—¡Thomassss ¡por favor conduce tú —grito desde el auto, ya que Darren todavía está congelado en su lugar y sin reaccionar.

Mamá y papa llegan con nosotras.

—Tranquila cariño, tranquilas chicas todo estará bien —dice mamá tratando de calmarnos.

—¿Cómo lo sabes? —pregunta Donna llorando y asustada.

Es la primera vez que la veo llorando así.

—Porque ustedes son unas guerreras —responde mi madre—. Son las chicas más increíbles que conozco, así que tranquilas, lo harán bien.

—Tengo miedo —solloza Donna.

Tay y yo, aun con el más hijo de puta dolor, nos miramos y abrazamos a nuestra amiga.

—Estamos aquí Donna —susurro.

—Es cierto Donna, aquí estamos. T y yo vamos a cuidarte.

—¿Y quién las cuidara a ustedes? —grita, una nueva contracción viene y la hace llorar más fuerte.

—Tú, nuestros esposos, nuestros padres, nuestras familias y nuestros amigos —digo, apresuradamente.

—Aquí estoy amor —Mark llega con la maleta.

-¿Dónde está Cipriano? —chilla, Tay. Otra contracción la atraviesa. Estamos demasiado coordinadas.

—Aquí cariño.

—¡Darren! —Mi esposo salta cuando le grito—. Bebé, por favor sube al auto ¿o es que acaso no quieres conocer a tus hijas? —lloro. Por fin reacciona, sacude su cabeza y la determinación inunda su expresión.

Tu Plato De Segunda MesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora