Capítulo 18

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Viernes en la mañana, otra vez la erección mañanera de Darren está apuñalando mi trasero.

Me siento en mi cama, frustrada.

Esto es una tortura, tener a este delicioso hombre por tres noches consecutivas durmiendo conmigo, sintiendo todo lo duro de su cuerpo en mi espalda y trasero.

Una chica tiene sus límites.

También, estoy molesta por el hecho de que he intentado hablar con Donna, pero nunca está, y cuando está se encierra en su cuarto y me ignora.

Tay me dice que la deje, pero ella es mi mejor amiga, se supone que debemos hablar de la mierda y luego limpiárnosla de encima.

Me siento en mi cama y me desperezo, debo alistarme pronto y Darren también, nuestra clase con el señor López es en hora y media.

—Darren. —Lo sacudo con fuerza. El jodido hombre es duro de levantar...

¿Duro? Arggggg...

—¡Darren maldita sea! eres como un oso invernando.

—Estoy muy cansado, Conejita, ayer Reynolds nos dio duro.

Debo dejar de escuchar esa palabra.

Miro su entrepierna y lo encuentro duro dentro de su bóxer azul oscuro. Mi boca se reseca y mi vagina empieza su convención...

—Creo que me gusta ser violado visualmente por ti cada mañana. Ahora, levántate quiero hacer lo mismo contigo

—Idiota.

—Ufff... esa palabra es mucho más intensa —gime

Ángel de mi guarda...

—Deja de hacer eso, Darren.

—¿Hacer qué?

—De quejarte de esa manera y... y...

—¿Excitarte? —Me sonrojo haciendo que sonría—. Qué puedo hacer conejita, eres realmente irresistible cuando me insultas, te sonrojas, te agitas y arrugas esa nariz tuya.

—Imbe... —Me detengo a tiempo, vuelve a sonreír con esa sonrisa baja bragas y de medio lado.

—Arrggg —me quejo y pataleo hacia el baño escuchando su risa mientras ingreso.

Media hora después, mientras preparo el desayuno, Donna sale de su habitación. Nos observamos la una a la otra, estoy haciendo panqueques en forma de Mickey Mouse —sus favoritos—, observa los que ya están listos y luego devuelve su mirada hacía mí.

Sus ojos se estrechan y creo que va a insultarme, me sorprendo cuando se arroja hacia mí y me abraza.

—Lo siento... soy una idiota —susurra en mi oído.

—Te extrañé.

—Lo sé, lo sé.

—¿Por qué te enojaste conmigo, Donna?

—Porque soy una tonta insegura.

—Espera. —Donna siempre ha sufrido de autoestima baja, disfraza esa vulnerabilidad con su rudeza. Pero, no entiendo porque no me permitió ayudarla, o por qué no me dijo como se sentía y hacia quién estaban dirigidas sus inseguridades ahora—. Creí que ya habíamos superado eso Donna. Eres mi mejor amiga ¿Por qué huyes de mí así?

—Porque esta vez estaba celosa de ti —dice con voz suave e insegura, como cuando estábamos en la escuela.

Esto me toma con la guardia baja, jamás creí que ella me viera de esa manera.

Tu Plato De Segunda MesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora