Capítulo 24

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—Eres realmente buena en esto —dice Connor con asombro.

Hace un par de horas que llegamos al bar, al principio estuvo un poco prevenido debido al lúgubre aspecto del lugar y de algunos clientes.

Pero una vez que Barby, una mujer enorme parecida a un vikingo y dueña del lugar me saludara con afecto y se asegurara de que tuviera una mesa para mí, se relajó.

Llevamos jugando varias rondas ya, todas las he ganado logrando que varios chicos se acerquen y me reten. Me estoy divirtiendo bastante, algunos chicos que reconozco de juegos y salidas pasadas se han detenido para saludarme. Sé que el golpe en mi rostro se nota, decidí no embarrarme de mucho maquillaje, sin embargo, nadie pregunta que pasó ni me dan miradas de lastima.

Tres rondas más y ya había acabado con todos.

—Esa es mi chica. —Barby llega a mi lado para darme un abrazo emocionada—. Tenía tiempo de no ver como una mujer pateaba el trasero de estos ineptos. Mereces una cerveza gratis.

—¿Sólo una? —pregunto, con una sonrisa.

—Una para ti y tu amigo. —Barby le guiña un ojo a Connor que luce un poco conmocionado e intimidado por la mujer. Su expresión atormentada me hace reír.

—Creo que le gustas —Le digo a Connor cuando Barby va por nuestras cervezas.

—¿Ella de verdad es una mujer?

—Sí.

—Es espeluznante. —Se estremece.

—Es una muy buena persona.

—Se le nota —murmura con sarcasmo—. Aún sigo esperando el momento en que le arranque las pelotas a alguien aquí. Es enorme.

—Que no te escuche diciendo eso. Probablemente serías tú a quien arrancaría sus bolas

—Sí, creo que mejor me callaré —murmura cuando nuestra vikinga regresa cargando dos vasos grandes de cerveza, golpea a un chico que tropieza con ella, lazándolo al otro lado de la barra.

—Aquí cariño. —Entrega mi cerveza y luego se pavonea hacia Connor—. Y para ti, esta. Es de mis favoritas, así como los chicos latinos.

Trato de ocultar mi risa cuando el rostro de Connor se drena de color, sus ojos se abren con pánico mientras intenta tomar el vaso de cerveza sin tocar los grandes dedos de la vikinga.

—Gra... gracias —tartamudea Connor

—Cuando quieras, caramelo. —Barby golpea el trasero de Connor y continúa su camino.

—Creo que quiere violarme —murmura un muy descolocado Connor.

No puedo evitar reír a todo pulmón.

—En realidad, creo que le sacó foto a mi trasero

—¿Qué? No puede ser. —Rio fuertemente mientras terminamos nuestro cuarto vaso gigante de cerveza.

Connor se ha sumergido en una historia de cómo el padre de su novia los descubrió una vez teniendo sexo en su habitación el día de su cumpleaños número dieciocho.

—De verdad —ríe—. Todos entraron al cuarto mientras yo le daba el feliz cumpleaños privado a su hija. La abuela me regaló un par de bóxer en la siguiente navidad.

—¡Oh Dios! —Mi estómago duele de tanto reírme

—Es tu turno.

—Mmm. —Pienso por unos momentos y entonces recuerdo algo—. Hace unos años, Donna y yo estábamos de fiesta. Habíamos bebido mucho, así que éramos propensas a problemas. Donna había terminado con uno de sus novios perdedores el cual la había engañado. Estábamos saliendo de este bar... —Resalto que teníamos identificaciones falsas y estábamos cargadas de maquillaje—, cuando vemos su auto fuera. Como si nos comunicáramos telepáticamente, nos miramos y luego tomamos los tarros de basura y los arrojamos al auto, cascaras de banano y otras cosas asquerosas se esparcieron por el parabrisas. Reíamos a carcajadas mientras la alarma del auto llenaba todo el callejón. —Sonrío al recordar el momento—. Cinco minutos después, el dueño del club salió del bar y observó el auto, luego a nosotras. —Niego con la cabeza—. Resulta que Donna había confundido las placas del auto y en vez de darle un cubo de basura a su ex, se la dimos al dueño del club.

Tu Plato De Segunda MesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora