Capítulo 33

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¡Seguir adelante apesta!

Las últimas tres semanas han sido una mierda.

Entre las clases, los exámenes, trabajos académicos, el trabajo, la fundación y el tener que resistirme de arrojarme encima a Darren...

Estoy agotada.

Hemos logrado mantener nuestra distancia y ha sido una tortura.

Hablamos algunas cosas, pero sólo cuando es estrictamente necesario. Hemos estado cerca el uno del otro al compartir el mismo espacio, pero realmente estamos a mares de distancia.

Nos hemos cruzado en clases, en el pasillo, en la cafetería y en la fundación. Algunas veces ha estado solo, otras con Daisy y siempre se siente igual.

Duele como una perra.

Mi madre siempre ha dicho que la envidia es mala.

¡Pero como envidio a Daisy!

Durante estas semanas he visto facetas de Darren que probablemente otros no han visto. Es amable, cariñoso y comprensivo. Se nota cuando habla con Austin y los chicos, o cuando ayuda a George con las cosas de la casa y no le dice a nadie.

Cuando les compró el almuerzo a estos chicos en la universidad que habían perdido su dinero y fingió que no era él. Cuando le habla con total adoración y amor a su madre. O las veces en las que se ha asegurado que haya jugo de mango o café en la cafetería para mí. Él cree que no lo sé.

A veces lo encuentro observándome y, juro por Dios que, anhelo es lo que veo en sus ojos. Son esos momentos cuando me mira como si fuera la cosa más hermosa e imposible de alcanzar, que siento mi determinación flaquear.

Pero pienso en la cara de Daisy y vuelvo al ruedo.

Ya no se sienta a mi lado en las clases del señor López, tampoco al lado de Daisy —gracias por las pequeñas cosas— pero puedo sentir sus ojos en mí, siempre.

Es agotador y requiere mucho de mí no levantar mis ojos y buscarlo.

No he vuelto a sus juegos de baloncesto, aunque en ocasiones Donna acompaña a Mark y me actualiza.

Las cosas con mamá han mejorado, sé que se ha visto dos veces con mi padre

Dios, sigue siendo incómodo llamarlo así.

Ella me lo ha dicho. Prefiere total honestidad entre ambas. Soólo ha insistido una vez en que hable con él. Lo estoy considerando.

Aparte de apestar en el campo del amor, el resto de mi vida va viento en popa. Así que no me quejo, bueno, cuando me ven, porque en la soledad de mi cuarto lloro abrazando al maldito peluche que he llamado Igor.

En la fundación, Ronda ha tenido algunas recaídas, Karla es un completo petardo y tiene más energía que las baterías Duracell. Paula y Carolina son un poco más tranquilas, Xiomi y Tamara son las de nivel medio. He descubierto que Austin y Nick tienen un enamoramiento por mí, Joaquín y Samuel por Taylor y el resto de los chicos adoran a Donna.

Tay, después de varias visitas a veterinarias, ha adoptado con mi ayuda —El chico lo elegí totalmente yo— Un nuevo miembro de nuestro trío amistad.

Su nombre es Otto y es un perezoso Bull Dog de cuatro meses. Nos hemos turnado para pasearlo, pero como soy yo quien lo engorda a punta de dulce, soy su preferida. Donna lo ama/odia después de que marcara territorio en sus zapatos el primer día.

Otto se acurruca conmigo, Sazzy e Igor todas las noches. Al ser la única chica de la casa que no duerme con un hombre, ha decido autoproclamarse el mío.

Tu Plato De Segunda MesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora