Capítulo 35

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Sin pensarlo más, con el corazón a rebosar por tantas hermosas palabras y sentimientos, me arrojo a los brazos este maravilloso hombre.

Tomo su boca en la mía en un beso intenso, necesitado, purificador y posesivo, declarándolo mío.

La sorpresa lo inmoviliza por unos segundos, pero luego responde con los mismos sentimientos, sumando mucha pasión, deseo y amor.

Sus manos toman mi cintura y, por instinto, enredo mis piernas a su alrededor, su erección golpea mi centro y corrientes de placer se disparan por todos mis nervios. Beso, lamo y muerdo sus labios, diciéndole una y otra vez que lo amo.

Una de sus manos se levanta para tomar mi rostro e inclinarlo, mordisquea mi barbilla, mi cuello, besa el valle de mis senos y regresa a mi boca, jadeo, gimo y siseo con cada uno de sus toques, mi cuerpo se tensa y se libera a si mismo con cada sensación enloquecedora.

Sus caderas inician ese exquisito movimiento, rozando su dureza, segundo a segundo con mi sexo, descarga tras descarga, movimiento tras movimiento. Su boca succiona mis gemidos y la mía ahoga los suyos. Nos besamos con urgencia, frenéticos, sedientos, es como si tratáramos de compensar todo el tiempo que estuvimos separados.

El claxon, los gritos y silbidos de un auto nos detienen, entierro la cabeza en el cuello de Darren y gimo en frustración, su erección aún se encuentra presionada en mi parte más suave, torturándome dulcemente.

—Te amo —gime. Levanto mi rostro para encontrarlo mirándome con deseo—. Debo llevarte a casa. Necesito llevarte a casa.

Asiento y dejo que vuelva a colocarme en su auto, lo veo rodearlo para subir y luego conduce como si lo estuviera persiguiendo el mismísimo diablo. Toma mi mano y le da un apretón mientras me sonríe con dulzura, sus ojos muestran el deseo y la pasión que siente por mí, mi propia lujuria aumenta cada vez que nos acercamos hacia la salida que conduce a mi apartamento. Darren no cruza, hacia allí, sino que sigue el camino hacia el sur. Confundida le pregunto a dónde nos conduce.

—Mi casa queda hacia allá. —Señalo el cruce que acaba de pasar—. ¿A dónde vamos?

—No vamos a tu casa. —Su boca se curva en una sexy sonrisa, confundiéndome más.

—Dijiste que necesitabas llevarme a casa —digo, haciendo un pequeño mohín.

—Así es —responde. Lo observo esperando que se explique, vuele a sonreírme—. Te dije que necesitaba llevarte a casa, no especifiqué que fuera la tuya. —Me guiña el ojo—. Vamos a mi casa, a mi lugar, a mi cama.

—Oh... —susurro.

Vuelve a sonreírme y me sonrojo, pasamos otro complejo de apartamentos hasta llegar a un edificio con enromes ventanales de vidrio. Está situado casi en la cuidad. Aparca el auto y me conduce hacia el elevador, lamentablemente no estamos solos, una pareja de ancianos está dentro, la señora me observa e inmediatamente los reconozco-

—Pero si es la dulzura de las magdalenas —dice la señora.

—Señora... —Me encojo al no poder recordar su nombre.

—Dime Rosie, él es Wilson. —Señala a su esposo, Darren se presenta a sí mismo. Observa nuestros disfraces y sonríe—. Lindos disfraces ¿Viven juntos? No te habíamos visto aquí. Si supiéramos que vivías en nuestro mismo edificio te hubiera llevado un poco de mi lasaña.

—Oh no, yo no vivo aquí. Darren... —respondo sin poder dar más explicaciones.

—Soy su prometido —agrega Darren, despreocupadamente. Mis ojos prácticamente salen de mi rostro cuando lo dice. Ríe y la pareja también lo hace—. Ups. Creo que aún no se lo había dicho. No importa cariño, después me arrodillaré ante ti y te pediré que te cases conmigo. ¿Prefieres que sea en el mar o en un restaurante?

Tu Plato De Segunda MesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora