Capítulo 37

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—¿Sabes? —La voz de Darren irrumpe en el silencio que compartíamos—. No sé cómo prefiero verte, si así toda chica dulce e inocente, con ese hermoso vestido, o como una mujer fatal, con esos tacones altos y esa ropa que se ajusta a todas tus increíbles curvas —dice con una mirada soñadora.

Me rio de su expresión y de sus palabras.

Vamos camino a casa de sus padres, tratando de causar una buena tercera o quinta impresión, he decidió usar un vestido azul muy modesto, sin mangas y ajustado hasta la cintura, combinado con sandalias, poco maquillaje y mi cabello al natural.

—Puedo ser cualquiera de ellas cuando quieras —ronroneo—. Eso sí, a veces, las chicas dulces pueden ser muy, muy traviesas. —Sonrío coquetamente y muerdo mi labio tratando de ser sexy e inocente a la vez. Lo consigo cuando Darren lame sus labios.

—No hagas eso nena, estoy conduciendo —gime y trata de ajustarse a sí mismo en sus pantalones.

—¿Qué no haga qué? —pregunto fingiendo inocencia y tocando el valle de mis pechos con una mano y, con la otra, el dobladillo de mi vestido sobre la rodilla.

—Oh Jesús, por favor, Celeste... nena —gruñe. La mano en el dobladillo de mi vestido se adentra en mi regazo. El dedo en mis pechos baja un poco las copas del vestido, mostrando un poco del color de mis pezones—. ¡Hijo de puta! —brama, cuando me tocó a mí misma sobre mi ropa interior.

Otro gruñido escapa de sus labios, cruza la calle y adentra el auto hacia un callejón y aparca, voltea a verme con esos ojos cargados de deseo y mi cuerpo se sintoniza con el suyo.

—Vas a estar quejándote en un momento por lo que voy a hacerte —advierte con esa voz ronca que tanto me calienta.

—Espero que mis quejas sean de tu agrado —respondo mientras mi propio dedo atestigua cuan húmeda me ha puesto este hombre.

Jadeo y la respiración de Darren se detiene, en un abrir y cerrar de ojos, estoy sobre él y su boca devora la mía.

—Todo lo que haces, dices, o eres, es de mi total agrado sisea. Introduce un dedo dentro de mi cálido centro y gime—. Oh bebé, estás tan mojada. —Su dedo traza círculos sobre mi botón haciendo que me retuerza en su regazo.

—Darren —jadeo, desesperada por más de lo que me está haciendo.

Me besa profundamente. Mis caderas se mueven sobre su mano buscando más de él. Baja las copas de mi vestido y mi sostén, besa mis pechos hinchados y cargados. Mis manos van a su jean, desabotono y bajo su bóxer permitiéndole liberarlo. Voy a tomarlo en mis manos y atormentarlo como él lo está haciendo conmigo, pero Darren no lo permite, me levanta de las caderas y se entierra en mí con una fuerte estocada.

Gimo su nombre y él el mío, una y otra vez mientras lo monto. De atrás hacia adelante, arriba y abajo, haciendo círculos con mis caderas. La mano de Darren baja para tocar la unión de ambos y luego estimula mí clítoris llevándome al abismo del placer que conduce a esos increíbles orgasmos.

—Oh Dios, Darren... —grito mientras me aferro a sus hombros y dejo caer mi cabeza hacia atrás.

—Celeste... —gruñe y entierra su cara entre mis pechos cuando su cuerpo se tensa y se corre dentro de mí.

Ambos jadeamos por aire una vez nuestros estremecimientos se van ralentizando.

Nuestras miradas se encuentran y nos besamos tiernamente, con el corazón acelerado y el cuerpo levitando después de nuestros orgasmos. Al cabo de unos minutos, nos limpiamos con mis pañitos íntimos y continúanos el camino a casa de sus padres.

Tu Plato De Segunda MesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora