Capítulo 20

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—Este tocino está perfecto —murmura Mark, con la boca llena

—Celeste es muy buena en la cocina. Cuando termine su licenciatura en administración va a crear su cadena de repostería... creo que engordaré.

—Tú nunca podrás verte gorda Donna, tienes la bendición de comer y no engordar, desearía ser tú —suspira Tay.

—Pero si tú eres perfecta, Tay.

—Lo sé, pero está en nuestra naturaleza envidiar y codiciar al prójimo —ríe.

—Eres tan idiota —murmuro.

Cipriano le sonríe con ternura y la besa.

—Ustedes son tan lindos juntos, incluso compartiendo grasa de tocino —murmuro.

—Eso es asqueroso —replica Donna

—Tú no digas nada, anoche no era yo quien hablaba sobre chocolate en no sé qué partes del cuerpo.

Mark se atraganta con otro pedazo de tocino y Donna devuelve su jugo.

—¡Taylorrr! Deja de escuchar mis conversaciones.

—Cierra bien tu puerta.

—¿Por qué no espías a Celeste? —pregunta Donna, un poco molesta.

—Mmm. —Tay ladea su cabeza pensándolo—. Tienes razón, no he espiado a T. —Me señala con su tenedor—. Prepárate.

—No me preocupa. Como dice mi madre "El que nada debe nada teme". —Me encojo de hombros

—Ya veremos... ya veremos.

—Así que... —Cipriano empieza a decir, pero se detiene, inseguro. Aclara su garganta y continua—. El próximo mes tengo una carrera de exhibición en la capital. ¿Quieren ir y acompañarme?

—¿En serio? —Mark luce esperanzado.

—Sí, por supuesto.

—¿Por qué me lo dices apenas hoy?

Oh. Oh, Tay no está de buen humor.

—Bella...

—No, debiste habérmelo comentado a mí primero, sabes lo que pienso sobre eso.

—Es lo que hago, lo que me gusta, lo que amo.

Tay jadea con esta última palabra de Cipriano. Cierra firmemente sus labios, le da una mirada herida a Cipri y se retira con los ojos rojos y llenos de lágrimas, hacia su cuarto.

Él trata de seguirla, lo detenemos.

—Iba a decírselo, lo juro. Tayson llamó el viernes, pero con lo que te pasó Celeste, quise esperar hasta que te recuperaras —suspira pesadamente—. Sé que tiene miedo de que me pase lo mismo que el año pasado, pero me gusta lo que hago.

—Te entendemos —dice Donna—. Déjanos hablar con ella primero.

Tay está en su cama llorando, entramos y cerramos la puerta.

—Cariño, Tay, háblanos.

Levanta su rostro de sus almohadas, sus lágrimas se derraman por su bello rostro.

—Es... solo... que... —solloza—, tengo... miedo de perderlo.

—No vas a perderlo Taylor, él sabe lo que hace, es bueno sobre una motocicleta, lo ha hecho siempre y esta vez no habrá novatos que se estrellen contra él —dice Donna, tratando de calmarla.

—No... es... sólo eso —hipa.

—Entonces ¿qué es Tay?

Se sienta en la cama, respira profundamente, tengo una idea de lo que va a decir.

Tu Plato De Segunda MesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora