M: Midnight hour - Running away.
Tenía un fuerte dolor de cabeza. Las voces en la recepción de AlaBal eran estentóreas, como gritadas con un megáfono. Ana auscultó en el espacio, observando ciertas miradas que en el fondo sabía ni siquiera le prestaban atención. Mientras avanzaba hacia el elevador, sintió cómo sus pies temblaban, la boca estaba reseca y sus ojos vidriosos, inyectados en sangre.Presionó el botón del indicador en el ascensor, esperó a que se cerraran las puertas y rogó al cielo porque Marlene ya hubiese llegado. Algo dentro de sí le avisó que las empleadas en su piso habían notado que llevaba puesta la misma ropa que el día anterior, pero se obligó a levantar el mentón, fingiendo una fuerza que se había escurrido de su sistema.
Esa mañana, apenas prendió la luz en esa oscura habitación de hotel, oteó de lado a lado, tratando de recordar dónde estaba. El frío en sus partes íntimas la sorprendió, calándole más en el corazón que en la piel, se había cubierto con una sábana suave, de seda, como abrazándose a sí misma. Mantuvo la vista fija en la puerta, unos cuantos metros adelante de la cama, esforzando su mente a reproducir el ayer; un ayer que se distorsionaba, los hechos no eran claros, sus propias ideas estaban volviéndose espesas.
Ingresó al pasillo y al llegar a su cubículo, le sonrió a Karina, pero ésta frunció el ceño, estirando poco las comisuras de sus labios. De inmediato se metió a su despacho, empujando con fuerza y dolor la puerta, cuyo sonoro rebote contra la pared se escuchó en todo el corredor. Ni bien llegó junto a su escritorio, se dejó caer de rodillas, tirando la bolsa de mano en el suelo. Las palmas de sus manos se quedaron clavadas en el piso, sintiendo el alfombrado.
Ana no lograba respirar bien, era más de medio día y ella acababa de despertar. No recordaba nada, solo cuando había llegado al lujoso hotel en el que la tarjeta decía César la iba a esperar; mas ahora sabía que no era César quien había enviado ese detalle, tan grotesco y sin escrúpulos. Sus sollozos no se escuchaban en la habitación, porque estaba procurando ahogarlos, pero con cada lágrima, sentía un pedazo de sí misma caer al suelo.
Desquebrajado. Oía su corazón romperse pedazo a pedazo en ese abismo de dolor en el que se estaba transformando su alma. Se le contraía el pecho, gemía y en silencio preguntaba por qué. El vacío era cruel, el espacio la reducía a un gran pedazo de carne que se había utilizado la noche anterior. Sin abrir los ojos, añoró haber hecho caso a las advertencias de Marlene, pero también sabía que los hubiera no existían.
Oyó el chasquido en el marco de la puerta, mas no se irguió. Marlene atinó a acuclillarse junto a ella, sin saber qué decir. Un tumulto de pensamientos le sobrevino, antes de que Ana se dejase envolver por sus brazos delgados. Susurró un "todo está bien" a cuestas de saber que no era así. Una parte de ella moría por conocer los hechos del día que se había extinto bajo una cortina de temores. Se imaginó un escenario, tan breve como repudiado.
Las flores, la cita y el estado letárgico de su amiga; había sido víctima de un engaño, le quedó más que claro.
—¿Qué sucedió? —musitó bajito, como si quisiera que su voz no le provocara más daño del aparente.
Ana no respondió, en cambio, gimoteó con más estridencia, hasta que su pecho no pudo más y rompió en un llanto cacófono, rítmico con sus movimientos perezosos. La maraña de sus ideas, eran como un constante recordatorio de lo que había hecho, su amiga, quien se mantuvo ensimismada en sus propias cavilaciones, le acarició el rostro, limpiando con delicadeza el agua que se deslizaba lentamente por sus mejillas.
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Vértigo
RomanceAl morir Emilio, su hermano mayor César regresa a México luego de no haberle visto durante diez años. Lleno de culpa por nunca buscar una reconciliación con el difunto, accede a ayudar a su cuñada en el manejo de la empresa de la que su hermano era...