Capítulo 5

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Fernando estaba caminando de un lado a otro, tratando de pensar en las cosas que habían sucedido durante las últimas dos semanas. La puerta de su oficina se abrió y su mejor amigo y abogado de cabecera apareció, Eduardo apenas era unos cuantos años mayor que él, tenían muchas cosas en común, sobre todo el que eran hombres trabajadores que se encerraban en sus oficinas para olvidarse que en casa no había alguien esperando por ellos. Aunque ahora es diferente, tienes alguien esperando por ti. Fernando volvió su atención a Eduardo,

 

-      ¿Ya tienes los papeles listos para firmar? – le pregunto mientras los dos se acercaban y tomaban sus respectivos lugares en el escritorio fino de Fernando.

 

-      Me ofendes al hacer tan solo la pregunta hermano. – Eduardo sacaba dos folder regordetes de su maletín y daba uno a Fernando y otro lo dejaba frente a el – esta es tu copia, esta es la mía, para después mandarla a Gómez y asociados, ¿estás seguro que quieres tomar toda la deuda?

 

-      Ya no es de estar seguro, di mi palabra, ella ya hizo su parte del trato y no le voy a salir con que siempre no, ¿verdad?

 

-      ¿Porque no? Sería una buena forma de cobrarte las muchas que te ha hecho tu hermanito.

 

-      Para serte sincero lo pensé, hasta anoche esa era mi última intención, pero tengo una corazonada que no sería una buena jugada.

 

-      ¿Porque no? Crees que este trato es más complicado de lo que se mira.

 

-      No lo sé, o mi hermano es demasiado inteligente o por primera vez se dio por vencido fácilmente.

 

-      ¿Santiago darse por vencido fácilmente? Por favor, es un Colunga eso no está en su vocabulario, tú mismo me lo has dicho cientos de veces.

 

-      Es que no se Eduardo, esta vez hay algo que me hace sospechar.

 

-      ¿Crees que ella este de acuerdo con el de alguna manera?

 

-      Aún es muy pronto para asegurarlo. Pero si lo está, es muy buena actriz. – los dos empezaron a concentrarse en su propio paquete de documentos y se quedaron en completo silencio.

 

Dos horas después, Vicky había entrado con sus respectivos lonches, los acomodo en la pequeña sala que tenía la oficina y después les aviso que estaba servido. Los dos hombres agradecieron el gesto y se levantaron del escritorio para dirigirse a la pequeña sala.

 

-      Me dijeron que habías salido en la mañana, se me hizo extraño de ti.

 

-      Si, fui a desayunar a casa.

 

El precio de tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora