Las cosas no podrían estar peor, ahora que se suponía que quería hacer las cosas bien, ahora todo parecía estar en contra de él, eso de ser ‘bueno’ no le servía de nada. Por un momento se cuestionó por qué no había reaccionado como tenía el derecho, porque no hablo, porque no dijo la verdad acerca de su hermano, porque tuvo que callar de nuevo. Pero después se respondió a sí mismo, porque aún no tienes las pruebas completas que sean lo totalmente contundentes para que tu madre vea al verdadero Santiago.
Se recostó sobre la cama del motel, le habían dado la misma habitación de hacia un par de horas donde había estado con Lucero, se rio de lo irónico de las circunstancias, hacia unas horas había pasado del coraje y frustración a la pasión y deseo para regresar al hastío y a la desesperanza, todo porque a Santiago se le había ocurrido la brillante idea de presentarse en casa de los padres de Lucero en compañía de su madre. Lo que había hecho peor las cosas es que ahora los padres de Lucero sabían del dichoso contrato, y ahora la situación era mucho más complicada.
Su teléfono sonó, y Fernando volteo a verlo sin nada de ganas de contestar, vio que era el número de Lucero, lo tomo para contestar, pero cuando tenía el celular en sus manos, no lo hizo, no quería hablar con ella, no quería hablar con nadie, tenía que poner sus ideas en orden. Dejo de sonar tan solo un par de segundos para volver a sonar, seguía siendo Lucero, de seguro estaba preocupada por Santiago, el que se rompiera el trato, hacía peligrar a su hermano. De tan solo recordar el sacrificio que había hecho ella por su hermano, el que estuviera decidida a comprometerse a alguien sin amor por un año, el que estuviera decidida a que este ni siquiera le agradeciera el gesto, le hizo que se le revolviera el estómago. De nuevo las palabras de Lucero hicieron eco en sus pensamientos no siento más que asco por ti. Era muy buena fingiendo, tienes que admitirlo que le crees cada segundo que pasan juntos se dijo a si mismo mientras recordaba esos últimos instantes en los que ella había dicho Mi amor, me haces subir al cielo mientras los dos estaban abrazados, entrelazados, en esa misma cama.
Se dio la vuelta en la cama, como si con eso pudiera darle vuelta a sus pensamientos, quería dejar de pensar en ella, el celular seguía sonando, Lucero seguía insistiendo, Fernando apago el celular como tratando así de apagar sus pensamientos hacia ella, prendió el televisor, lo puso a todo volumen, necesitaba distraerse, pero después de unos minutos se dio cuenta que era imposible hacerlo. Se levantó de la cama vio el reloj, eran ya las nueve de la mañana, había quedado con los trabajadores que a las iría por ellos, salió, rápidamente del motel y se dirigió por ellos.
Cuando llego, todos estaban preocupados por el, más que porque les hubiera quedado mal, con tan solo un par de dias y ya le habian tomado cariño. Después de unos minutos de plática, él les dijo que él los llevaría a casa de los Hogaza donde tendrían que hacer el trabajo que había sido acordado, que si alguien les decía algo, que les dijeran que lo hablaran directamente con él. Los llevo y al llegar a la casa lo primero que vio fue a Santiago y a Lucero sentados afuera en el porche delantero de la casa, Santiago la tenía abrazada y ella, parecía disfrutarlo. Los trabajadores bajaron sin decir una palabra, Fernando los seguia viendo y por un segundo sintió las ganas de bajarse y golpear a Santiago, quitarle de los brazos a Lucero, pero después lo pensó, eso no era lo correcto, Samira tenía razón, estaba dañando a terceras personas por comprobar que su hermano era un cínico.
Sin más, acelero el carro y se fue de ahí, ya no quería ver más esa imagen. De pronto no soportaba la idea de verlos juntos. De pronto realmente se sentía el malo de la historia, realmente quería verlos separados, realmente quería quedarse con ella.