Capítulo 33

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El día finalmente había terminado, los trabajadores cansados de su jornada laboral guardaban sus herramientas y se empezaban a marchar conforme iban terminando. Lucero los veía mientras estaba sentada en una de las mecedoras viejas que estaba en el pórtico, era una de las cosas que de seguro Fernando quitaría, y que a ella más le gustaban. Fernando estaba terminando con unos detalles que le estaba costando trabajo, pero era muy terco como para darse por vencido, Lucero sonrió al pensar en eso. El último trabajador se despidió de ella, y el sol empezaba a ponerse, las calles de San Cristóbal parecían estar en otro tiempo, no había las mismas prisas que en la ciudad, la gente generalmente caminaba o andaba en bicicleta, los que tenían auto, iban a paso lento, no tenían prisa por llegar a sus casas. A veces extrañaba este ritmo de vida, aunque generalmente le gustaba estar en acción, de un lugar a otro, había momentos en que extrañaba su refugio.

 

Los pasos de Fernando se escucharon en el umbral de la puerta y ella volteo para verlo con una sonrisa,

 

-          ¿Ya se fueron todos?

 

-          Ya, listo ¿para irnos?

 

-          ¿Irnos? Nop, de hecho desde hoy nos quedamos aquí.

 

-          ¿Cómo? – ella volteo y se le quedo viendo un tanto sorprendida – no me habías comentado nada.

 

-          Lo sé, es que aún no estaba seguro si sería hoy o mañana, pero definitivamente, ya tenemos baño, la chimenea para calentarnos y la cocina, pues de todos modos no estaremos cocinando mucho aun.

 

-          Si pero no hay cama, para que pasar…

 

-          Vamos, ¿dónde está tu espíritu aventurero? – Fernando sonrió, le guiño el ojo y entro en la casa.

 

-          Esto no tiene nada que ver con mi espíritu aventurero, se trata de que me gusta dormir en camas, preferentemente y no soy muy buena durmiendo en – volteo hacia donde estaba la chimenea, solo había un espacio vacío frente a ella. No había ningún mueble. – el piso.

 

-          No pasa nada, le va a servir a tu espalda. Ya veras, - le volvió a sonreír, se dirigió hacia la habitación mientras le dijo – confía en mí.

 

-          Confío en ti pero – Lucero venía detrás de él, al entrar en la habitación se dio cuenta que estaban tanto sus maletas como las de ella – no lo puedo creer. No más bien, porque no creerlo si eres tú.

 

-          ¿De qué hablas?

 

-          ¿Cuándo pensabas decirme que fuiste por mis maletas al motel?

 

-          Yo no fui por tus maletas – Fernando ahora estaba frente a ella, se había quitado su camiseta y estaba viéndola divertido de la situación y de como ella pretendía alegar por algo intranscendente – mande por ellas que es diferente. – después de esa sonrisa cínica en su cara, Lucero no pudo más que sonreír, era imposible concentrarse y recordar que estaba tratando de estar molesta con él, cuando el paseaba frente a ella con medio cuerpo desnudo. Fernando empezó a desabrocharse el pantalón frente a ella, hizo una pausa cuando termino con el último botón, volteo a verla, ella no le había quitado la vista de encima desde que había empezado a desabrocharse el pantalón, él lo sabía, - ahora con tu permiso – se dio la media vuelta y se perdió en el baño.

El precio de tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora