Capítulo 12

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No entendía porque pero estaba molesta, después de haberla besado de pronto había roto el beso, para convertirse en el hombre frio y distante, ese ser sin sentimientos que siempre terminaba siendo. Y ella estaba molesta consigo misma por haber caído, porque siempre le respondía a sus besos, como si no pudiera evitarlo, y después quedaba como una tonta esperando más de un hombre que de seguro se burlaba de la facilidad en la que ella cedía ante sus intentos de seducción.

Llegaron a casa de Samira, seguían en absoluto silencio, así se bajaron del carro, ya eran casi las once de la noche, las luces estaban apagadas, Fernando abrió la puerta con una llave y subieron hasta la habitación en total silencio. En cuanto entraron Fernando cerró la puerta tras de él, Lucero se dirigió a donde su ropa, a buscar su pijama, Fernando se quitó la corbata con un mano mientras caminaba hacia Lucero.

Durante el camino había estado pensando en esa frase de Lucero que lo atormentaba y después recordaba cómo es que ella le respondía a cada beso que él le daba, era totalmente incongruente, así es que estaba decidido a ponerle fin a esa tormenta de ideas que había en su cabeza en ese instante y la única manera que había era ella.

Se acerco a ella, puso su mano alrededor de su cintura atrayéndola hacia ella, ella que no lo había esperado se había tensado al contacto de su mano sobre su vientre, su respiración se había cortado. Ella iba a voltear hacia donde el pero él no le permitió, tan solo le hizo a un lado su cabeza y le beso su cuello, lentamente, empezó a absorber su aroma, el calor que despedía su cuerpo, la pego más a su cuerpo.

Ella quería negarse a su tacto, pero de nuevo estaba cediendo fácilmente, además para que negarte, tienes un contrato con él se decía mientras Fernando bajaba de su cuello a su hombro derecho. Fernando la acerco aún más a él, quería sentirla piel con piel, quería que no hubiera espacio entre los dos. Él le dio media vuelta para que ella quedara frente a él, puso su mano en la barbilla de ella al mismo tiempo que sus labios iban en busca de los de ella.

Ella solo lo miraba fijamente y se preguntaba quién era este hombre que de pronto aparecía de la nada, eran dos Fernandos diferentes, uno era frio y este era tan tierno, tan pasional, tan…Fernando la besaba y ella empezó a cuestionarse si realmente quería que el fuera más allá de un beso o no. Su mente no estaba puesta en el beso, tenía demasiadas interrogantes, de pronto ese hombre que estaba frente a ella, se le mostraba de una forma diferente y la empezaba a confundir. Ella sabía que tenía que sentir algún tipo de odio ante el hermano de Santiago, ante el hombre que la había separado de su verdadero amor. Pero por más que intentaba odiarlo no podía. Fernando aun la besaba y ella aún seguía pensando en lo que debía sentir por él.

Fernando rompió el beso y la miro, de pronto sintió un escalofrió recorriendo su cuerpo, ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Es que ella realmente había estado fingiendo cada beso y cada caricia y el había sido tan tonto que no lo había visto. Que había creído que en verdad ella sentía lo mismo que él, pero no, era tan claro en ese momento que no, Fernando la vio a los ojos directamente y vio en ella una mirada distante, estaba ahí, pero su mente estaba en otra parte con alguien más.

Fernando la soltó y ella al sentir que él se separaba de ella salió de su trance. Lo vio sentarse sobre la cama y tirarse en ella. Ella no sabía que decir, de nuevo el hombre cambiante, ese que de un momento era toda ternura con ella y un segundo después era el ser más frio y distante con ella, aparecía frente a sus ojos. Pero ella ya estaba cansada de esos cambios tan bruscos de personalidad, y no iba a permitir que eso la afectara, si él estaba de mal humor ese sería su problema.

Lucero de nuevo empezó a buscar su pijama, tratando de hacer a un lado lo que acababa de ocurrir. Era difícil hacerlo porque aun sentía el calor de sus labios sobre los de ella. ¿Porque te gusta tanto que te bese? Se preguntaba al mismo tiempo que trataba de sacudirse cualquier idea en la que él estuviera envuelto.

El precio de tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora