A la mañana Lucero estaba terminándose de arreglar para el viaje, faltaban todavía cuarenta minutos, pero quería estar lista antes de las nueve. Le daba vueltas y vueltas al beso que le había dado Fernando anoche, aun no entendida porque ella si amaba a Santiago no había puesto resistencia alguna, es más, le había respondido como si fuera lo más natural sentir sus besos sobre sus labios.
Tocaron a la puerta y ella dio el paso, era Fernando,
- Buenos días, ¿ya casi estas lista?
- Buenos días, si, anoche ya no pregunte si, necesito llevar más de un cambio.
- Si acaso arregla ropa para dos días máximo, aunque dudo mucho durar más de uno. Solo para estar preparados. ¿Quieres desayunar o te esperas a que lleguemos?
- ¿Será muy largo el viaje?
- No, son unas cuatro horas, nos iremos en automóvil. Pero a medio camino podemos parar a comer algo.
- Entonces puedo esperar.
- Bien entonces te veo en un rato más, voy a – le sonrió, por primera vez veía una sonrisa franca sin malicia, y lo hacía ver mucho mejor, hacía que sus facciones suavizaran en gran manera, lo hacían ver como un niño – terminar unos asuntos pendientes– se vio como un adolecente torpe al tratar de encontrar la perilla sin dejar de verla a ella. Ella se rio ante tal imagen y el salió sin más.
Se dieron las nueve y ya estaba todo listo para emprender el viaje. Después de despedirse de Elisa los dos partieron. Al parecer el ogro había amanecido de buen humor y ella no pensaba arruinar eso; los primeros cuarenta y cinco minutos estuvieron en completo silencio Lucero admiraba el paisaje alrededor de ellos, de un lado era costa, de otro era una cadena de montañas verdes con unos cuantos árboles.
- ¿Viaja seguido?
- Te parece si me empiezas a tutear, sobre todo si eres mi prometida, creo que debería de existir un poco más de confianza entre los dos. Y si, cada que tengo tiempo, me gusta venir a visitar a alguien muy especial para mí.
- ¿Entonces vamos a visitar a alguien?
- Bueno, vamos a dos cosas. Primero, tengo una cena de negocios importante, quiero ver si puedo cerrar un contrato, y como van a llevar a sus esposas por eso es que tienes que ir conmigo. Y segundo y más importante, quiero presentarte a alguien muy especial.
- Y su ma…perdón y tu mama ¿sabe de ese alguien especial?
- No, y te pido de favor que esto quede entre nosotros dos, - volteo por un instante y la vio a los ojos mientras le decía – por favor – le regalo su hermosa sonrisa. Lucero le sonrió, definitivamente le gustaba su sonrisa, le hacia sonreír, era algo así como contagiosa.