- Por favor, ayúdelo! La vida de él está en sus manos! - lo decía con dolor, rabia y desesperación.
- No, no lo hare... - se dio la media vuelta para verla y se dio cuenta que estaba a punto de arrodillarse. Maldito Santiago ¿porque siempre tenía que mandar a las mujeres a hacer el trabajo sucio?
- ¿Quiere que se lo suplique de rodillas? - Fernando veía como ella lo hacía.
Le daba rabia el ver cómo es que su hermano siempre lograba manipular a las mujeres a su antojo, siempre terminaban creyéndole cada una de sus mentiras. Primero había sido su propia madre, ahora esta mujer, que de la nada aparecía para pedir ayuda en su representación. Sin contar todas las otras mujeres que había usado a lo largo de los años.
- Si mi propia madre no me convenció, ¿qué le hace creer que usted lo va a hacer? - Lucero no podía creer que hubiera un hombre sin sentimientos, pero sobre todo que siendo hermanos fueran tan diferentes. Santiago tenía razón, Fernando era de lo peor, jamás se iba a tocar el corazón para ayudarle aunque su vida dependiera de ello.
- Le juro que le pagare cada centavo que me preste, aunque me lleve una vida entera. No le estoy pidiendo que le regale el dinero a su hermano- las lágrimas le salían mientras su voz se le llenaba de rabia al ver que no lograba tocar ese corazón de roca que tenía frente a ella. - le estoy pidiendo un préstamo, usted se dedica a prestar ¿no? Entonces présteme, le devolveré el dinero.
- Yo no quiero tu dinero, no me interesa, - de pronto una idea loca pasó por la mente de Fernando, había visto como con esta mujer Santiago había durado más tiempo, no sabía porque tal vez era porque le había interesado más que las otras, o porque era muy buena en la cama. - lo único que me puedes ofrecer, tal vez sea un precio muy caro que no quieras pagar por masamor que le tengas a mi hermanito.
- ¿Qué es lo que quiere? - Lucero presentía lo que ese tipo quería, se lo había imaginado que en algún momento iba a ser tan sucio y pervertido como la mayoría de los hombres que había conocido en su vida. Su corazón se aceleraba al ver como el hermano de Santiago se acercaba a ella se paraba frente a ella y en sus ojos se asomaba una chispa de lujuria.
Ella aún estaba de rodillas en el piso, con lágrimas en su rostro, era un desastre, pero aun así, había algo de ella que él no lograba entender, no parecía como las típicas mujerzuelas con las que siempre andaba su hermano, pero tal vez se había vestido más recatada tan solo para causarle lastima, lo más seguro es que ella estuviera de acuerdo en sacarle dinero como siempre lo hacían las mujeres de Santiago.
- ¿Qué más puedes ofrecer mujer? - lo dijo con un desdén que hizo que el frio de sus palabras llenara la oficina completa - tu cuerpo es lo único que me interesaría de ti. - el silencio era total, Fernando la veía absorto, esperando una respuesta, quería ver que tanto estaba dispuesta a humillarse por el vago de su hermano. Estaba recargado en su escritorio, vio como ella se levantó del suelo, ella se limpió las lágrimas, su mirada cambiaba lentamente, ¿estaba analizando la oferta?
- ¿Mi cuerpo a cambio de cuánto? - la voz de ella era seria, dura pero totalmente decidida. Fernando por un segundo sintió respeto por la mujer, pero luego lo desecho, era lo que estaba esperando tal vez, ambos sabían que ella jamás podría pagar la cantidad por la cual su hermano estaba a punto de ir a la cárcel.
- Eres buena negociando - ahora que estaba de pie frente a él, se miraba menos frágil de repente. Empezó a dar vueltas alrededor de ella con sus manos metidas en los bolsillos de su pantalón, observando su cuerpo como si fuera mercancía, - no trajiste el mejor atuendo para las negociaciones pero por lo que veo...mmm...tienes buen cuerpo, - le sobó un glúteo como si estuviese degustando un platillo - no eres mi tipo...pero... - le dio una pequeña nalgada que hizo que Lucero diera un pequeño salto junto con un gemido - sería una tercera parte - ahora estaba de nuevo frente a ella, la mirada de él se clavó en la de ella.
- Con eso no serviría para salvarlo de la cárcel. - Lucero le sostenía la mirada, tenía carácter la mujer. Ella se sentía morir, era denigrante lo que estaba soportando, Santiago se había quedado corto al hablar mal de su hermano, era de lo peor. Respiro profundo agarrando valor dentro de sí, pensando en el amor que le tenía a Santiago, tenía que ayudarlo, ella no le iba a fallar.
- No, definitivamente no pero, sería un buen comienzo. Tal vez puedes ir con Gómez y logras otra tercera parte - Fernando sabía que se estaba pasando con sus palabras, la había humillado, lo veía en su mirada, aunque no decía nada. Lucero tan solo trago saliva, no le iba a dar el gusto de demostrarle la humillación que le estaba haciendo pasar.