Capítulo 17

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-De acuerdo, de acuerdo, soy culpable -Haesen alzó las palmas a la altura de los hombros.

-Esta bien, ya vallamos a comprar tus dulces -Abrí la puerta del coche.

Al bajar vi una hermosa cabaña, tal como había dicho Haesen, tenía la fachada de la casita de dulce del cuento de Hansel y Gretel. Haesen se estacionó en la glorieta de una fuente. Era un lugar hermoso y le daba el toque de los años victorianos, hasta el color del paisaje en medio del bosque. El aire soplaba a una fuerza media y desprendía el olor a pino y hojas del bosque. Haesen me alcanzó en la glorieta y respiró hondo.

-Es hermosa la cabaña Haesen, en realidad es una idea buenísima para una dulcería -Le dije admirando el paisaje que ofrecía la casa.

-Te lo dije, era mi lugar favorito. Y espera a verla por dentro.

Caminamos por el camino marcado por piedras incrustadas a la tierra que conducía a la puerta de la entrada. En una pequeña tabla de madera estaban talladas las letras que decían "Abierto".
Me quedé parada en la puerta, no sabía que hacer si tocar la puerta o entrar.
Haesen abrió la puerta y sonó una campanita que colgaba en el techo, estaba de tal forma que avisara cuando alguien entraba.
Entramos y de igual manera como había mencionado Haesen anteriormente, los estantes de madera de roble y bambú estaban con bandejas de dulces caseros. Unos dulces eran de leche y cajeta, otros eran fruta con miel cristalizada, frutas y semillas secas y no podían faltar las galletas y bizcochos rellenos de mermelada y y espolvoreados con azúcar glass.
Había unas cuantas abejas volando y parándose en la fruta cristaliza, hacía más bonita la cabaña.
Nos acercamos al mostrador, en donde estaba una chica como de unos treinta años detrás de una caja registradora antigua de cobre.

-Hola ¿Puedo ayudarles? -La chica tenía una voz amable.

-Sí, nos gustaría comprar algunos dulces -Haesen habló -También me preguntaba si todavía hacen las galletas con torsos de nuez y chispas.

-Oh, señor, me temo que esas galletas solo las hace la señora Lauhrent, y son sobre pedido -La chica se disculpó.

-¿Quién habla de mis galletas Cintia? -Se escuchó una voz vieja y cansada acercándose desde uno de los pasillos de atrás.

Haesen se tensó y y abrió los ojos asombrado, hasta creo que palideció más.

-¿Aún vive? -Haesen susurró, pero no pareció pregunta pública, sino la dijo para sí mismo.

-Sí, aunque ya esta grande y casi no ve, aunque tiene un oído mejor que el de un zorro -La chica Cintia respondió a Haesen.

Una anciana dio la vuelta hacia el mostrador, la escuchamos a unos metros por el golpe lento que hacía con su bastón al dar cada paso. Era pequeña y con el pelo totalmente blanco, su postura erguida se estaba doblando y sostenía un bastón con sus dedos huesudos.
La anciana al ver a Haesen se llevó la mano al pecho y su cara arrugada se transformó en una de horror.
Después me miró a mí asustada, sus ojos me decían que me aparte de Haesen.

-¡Tu! ¿Como es posible? -Señaló a Haesen aterrada, como si hubiera visto un fantasma.

-Señora, por favor... -Haesen trataba de calmarla.

-¡Eres un demonio! ¡Estas maldito! ¡Demonio eterno! -La señora le gritaba a Haesen cosas horribles.

Tomé a Haesen del brazo para que saliéramos de ahí.

-¡No te le acerques! -La señora gritó. No solté a Haesen como ella pidió.
-¡Alejate de ella! -La señora se plantó en frente mío como si estuviera protegiéndome y sacó de su pecho un amuleto de una luna menguante, lo extendió con la mano temblorosa en la cara de Haesen. Él estaba confundido e intimidado, me dio mucha lástima ver a Haesen de esa manera.
Haesen retrocedía mientras la señora avanzaba para sacarlo de la tienda.

Eternos: Juego De SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora