23. Mackena.

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Es increíble tener una hermana que tenga casi tú mismo nombre, Mackena en este caso. Si vas a ponerle un apodo ¿Cuál sería? Pues Mack, justo como yo.

Nos juntamos con Lina después de clase para analizar lo de mi hermana, y para eso me di el derecho de sacar los documentos que mis padres tenían sobre ella para investigar.

—Es muy parecida a ti— comenta Lina observando la fotografía de los bebes con curiosidad.

—Me gustaría saber muchas cosas sobre ella ¿Cómo es? ¿Cuántos años tiene? ¿Tendrá novio?

—No te confundas más, Mack, eso lo hará peor.

—Tienes razón, y es increíble que papá y mamá hayan viajado a Alaska tantas veces solo para verla a ella... y nunca me llevaron. Cuando quería ir siempre me decían que no.

—No es tu culpa...

En eso, llaman a la puerta y me paro inmediatamente a abrir.

—Taylor— mascullé.

—Aam... ¿Estás sola?

—No ¿Por qué?

Me entregó una bolsa.

—Míralo tu sola.

Asentí y él se volteó para irse.

—Espera Taylor— me vio nuevamente— ¿Tú... sabes quién es mi admirador secreto?

—Si... pero no te lo diré.

Bajé mi vista.

—Gracias de todas formas.

Él se fue y entre volviendo a mi lugar rápidamente.

— ¿Y eso? — pregunta Lina.

—Es un regalo de mi admirador secreto— expliqué.

—Uy...

—Solo sé que es uno de los chicos y sospecho de Matt y de Sam.

— ¿Por qué?

—Me regala Sour Cand— me encogí de hombros.

—Entonces también podría ser Gilinsky.

—No... No, no lo creo.

— ¿Por qué?

—Porque vi y escuché cuando ambos Jack's hablaban sobre entregarme un sobre de Sour Cand que Jack tenía en la mano...

— ¿Y entonces? Es evidente— alzó sus manos en señal de obviedad.

—Pero él se los quería comer.

—Sabes cómo es él, Mack.

Suspiré.

— ¿Por qué demonios tienes razón?

Rió.

— ¿Te quedan de esas gomitas? Quisiera probarlas.

— ¡Nunca has probado Sour Cand! — Exclamé— me ofendes.

—No inventes...

— ¿Por qué eres hermana de Nate? Ni si quiera se parecen— dije sacando mis Sour Cand que tenía bajo la cama.

—Ni yo misma lo sé, pero... ¿En serio? ¿Bajo la cama?

—Son mi tesoro, y agradece que te doy porque soy muy mala compartiendo estos dulces— tomé un osito azul y se lo di.

— ¿Uno solo? Que egoísta— lo recibió.

—Dijiste una probada— me encogí de hombros.

Lamió el oso con la punta de su lengua e hizo una cara de asco.

La desterrada  ›  Old MagconDonde viven las historias. Descúbrelo ahora