Capítulo XXIII

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Marcos

"Recorro los pasillos del hospital, blanco, muy blanco, tanto, que me ciega la mirada, veo a las enfermeras paseándose de un lado a otro con los enfermos de la mano, ¡sí!, de la mano, algunos ciegos, otros locos, y otros prácticamente como feos niños peludos.

Soy nuevo, tengo tan sólo 18 años, y es realmente molesto que siempre me pregunten ¿cómo has sido capaz de convertirte en psiquiatra a tan corta edad?, tienes un futuro brillante, terminan por decir, en un intento vago por acercarse, aunque sin nisiquiera tener el escrúpulo de dejar a un lado su condenada envidia. Provengo de una familia rica, con el coeficiente intelectual que poseo me habían propuesto una serie de carreras que para la sociedad suelen ser de gran importancia, tales como astronomía, botánica, científico, médico, e incluso como asesor político; sin embargo, yo decidí estudiar psiquiatría, ¿por qué?, porque mi madre era bipolar, se casó con mi padre luego de conocerle en la universidad, pero su enfermedad llegó a tal punto, que terminó suicidándose, es por eso que no me importa si tachan este trabajo de locos, y otras molestias innecesarias, yo definitivamente sanaré a todas las personas que la sociedad tache de enfermos psiquiátricos.

Entro a la salita que por ahora es mi oficina, me acerco a los estantes traseros y saco un conjunto de expedientes, gordos, grandes, difíciles, los cuales debo ordenar por año, mes, sexo, fecha de nacimiento, etc, y todo para observar con detalle los casos presentados; pero creo que se los dejaré a mi secretaria, en estos momentos no tengo ganas de ordenar este gran desorden, mi cabeza sigue liada con los problemas de mi padre, el cual, me está obligando a tomar los negocios familiares, y elegir una prometida, una que esté a mi alcurnia, una dama refinada, pero ¿qué diablos?, yo sólo me casaré con quien ame, y ni hablar de esta edad, será cuando sea mucho mayor.

Me siento en la silla de cuero negro con ruedas, mientras me estiro completamente, las piernas bajo el escritorio, y los brazos largos alzados al aire, bostezo en una gran bocanada, cuando golpeo el estante y voto un gran expediente color marrón, donde incluso tiene un sello rojo peligroso ¿peligroso?, no creí que catalogaran a los pacientes de esta manera, la curiosidad es más fuerte que yo, y en un arrebato abro la gran carpeta, una muchacha de cabellos ondulados y negros, junto a unos ojos avellanados gatunos es la que se asoma, una mujer preciosa a mi parecer, aunque bastante joven, una adolescente a lo que puedo observar, sigo leyendo las múltiples hojas de su caso, esquizofrenia, locura extrema, violenta, y otra sarta de palabras extremadamente fuertes, eran las que se encontraban en su expediente, la hermosa chica tenía un trastorno agudo de esquizofrenia, joven, de tan sólo 17 años, hija de la prestigiosa familia Samaniego, dueña de un gran conglomerado político, filántropos reconocidos, aún cuando mi familia tiene una serie de convenios con ellos nunca creí que tuvieran una hija en estas circunstancias, y seguí leyendo, le hermosa muchacha tenía por nombre, Lorena Samaniego.

-Marcos...¿Marcos?, contesta, sino terminaré enojándome, te he llamado un montón de veces y todavía no contestas, ¿me estás ignorando?, y eso que dijiste subirías mi ánimo.- dice la linda chica de ojos avellanados sentada en el lugar del copiloto, con los brazos cruzados a la altura del pecho, mientras los largos cabellos caen por sus hombros, la chica consentida con mirada penetrante sigue mirándome, expectante de la respuesta a su incógnita.- ¡O!, cuanto lo siento, es sólo que iba sumido en mis pensamientos, y sí, no lo digas tan a la ligera, que yo tengo todas las intenciones de subirte los ánimos, aún si me costara la vida en ello-río mientras la miro-

-No digas eso de "costar la vida", ya me lo han dicho tanto que nisiquiera se si es verdad o no.

-Bueno, aunque ¿ha sido tu hermano el culpable de esa desilusión? -me mira confundida, dando a entender si responder o no a la incógnita mencionada.-

Amor ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora