Capítulo XLI

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Jemmy

Entré a la blanca habitación que me deleitaba con un aroma suave a lavanda, seguramente por las flores favoritas de ella, que hace unos momentos estaban puestos en grandes jarrones color negro. La joven yacía sobre la camilla, "dormida", con un turbante sereno, pero al mismo tiempo un rostro pálido y sombrío. -Mascullé.-Seguí mirándole, "preciosa"-fue lo único que pude decir-, sus largos cabellos dorados decoraban con sutileza la blanquecina cama, junto a sus largos brazos que terminaban con el cierre de sus dedos entrelazados. Me acerqué a ella, había faltado a clases tan sólo para poder verla, aunque en último momento, no podía entrar a la clase pensando que Claudia se encuentra de esta manera, sola, abandonada, triste. ¡No quiero!, no deseo pensar que le puede suceder si no la veo sonriendo, o incluso yo, no sé de que manera podría reaccionar si ya no te puedo ver a lo lejos sonriendo, aunque estés a una "gran y poca" distancia lejos de mí. Lo único que deseo es verte feliz. ¿Desde cuándo he querido verte de esta manera?, prácticamente no sé, sin embargo puedo decir que desde el primer momento en que vi tu sonrisa "me enamoré", a pesar de saber que ese gesto era dirigido hacia otra persona, además de reposar tu felicidad en manos de otro hombre y dejarlo pasar, no quise hacer nada más, y mira nada más como has terminado, "mi hermosa Claudia". Intenté de mil maneras que fueras feliz, y aún así ahora te encuentras de esta forma, caída, recostada sobre una muerta camilla, en vez de mostrarme nuevamente esa tierna y jovial sonrisa que trae calor a mi muerto corazón. La única que aunque fuera por momentos, me podía traer tranquilidad, paz y bienestar. Dime, ¿qué quieres que haga?, estoy dispuesto a servirte, si lo único que deseas es pasar tu vida al lado de Damian, pues, lo cumpliré, no me importa que tan locas o grandes sean tus peticiones, mientras pueda verte nuevamente sonreír, estoy dispuesto a darte lo que sea.

Agarré sus manos, pequeñas y frágiles, las tomé con cuidado por el miedo a no sentirlas, pero al pequeño contacto, mi cuerpo se estremeció, tus manos estaban tan frías como la de una muerta, y aún así tu pobre corazón latía despacio, intentando de todas maneras sobrevivir a la lucha que estaba teniendo tu cerebro. Acaricié tus mejillas, pálidas y siniestras a la luz del día, aún así, rebosantes de vida. y seguí ahí, contemplándote, sintiendo la fragancia y el suave tacto de tus cabellos, palpando tus brazos me quedé a tu lado, llorando por el miedo a perderte, además de la ira que recorría mi cuerpo, no podía hacer nada más, que mirarte en silencio.

Miré el ventanal, el cual a causa de la fuerte brisa de viento que estaba aconteciendo, mecía las cortinas, llevándolas a tu cuerpo, rozándolo suave con la suave tela, te mirabas maravillada. Acerqué mis rostro al tuyo, esperando una coqueta respuesta, "esperaba en vano", a sabiendas que no habría contestación, aún así, aproximé mis labios a tu oreja derecha, y por fin dejé salir en susurros esta pasión descomunal que me ahogaba, el sólo delirio de amarte salía de manera irascible en el instante que seguías dormida; sin freno llamé a la llama que me estaba consumiendo, y dejé salir algo que por primera vez me demostraba que estaba siendo sincero, "Un me gustas", fue lo que dije primero, un "Te deseo" dije por segundo, y seguía, sentía como me iba poniendo rojo, un "Te quiero", fue por tercero, hasta finalmente decir el "Te amo" de mi boca, el cual, estaba queriendo decirte desde el momento en que entendí que te quería...

***

Damian

¿Cuánto rato he estado esperando?, desde que vi aquella hermosa escena no he dejado de pensar que no he sido nada más que un canalla oportunista y egoísta, y sin embargo al mismo tiempo no dejo de pensar en mi propia felicidad y la rabia que sostengo del sólo pensar que debo estar a su lado para contentar a todo el mundo, y sin olvidar que es mi propia dicha la que no tiene oportunidad de ser descubierta y ni imaginar que ni siquiera puedo estar con la persona que de verdad amo. Seguía discutiendo en este tonto por venir hasta que un joven moreno de ojos verdes posó su mirada en mí. Alto, delgado, de fuerte musculatura, se acercaba a mí con pasos firmes y decididos, no obstante, yo seguí mirando hacia el piso, con el pelo ya casi seco, en el cual se le formaban pequeñas ondas desordenadas. No quería levantarme, las piernas me dolían y la cabeza me daba vueltas, seguramente tenía fiebre, además no deseaba problemas, menos después de ver aquellas escenas, y saber que la mayoría de los conflictos que últimamente se producían en torno mío, eran a la vez, por mi culpa, como tampoco tenía ganas de hablarle a ese tipo que me miraba de arriba a abajo, con cierto aire de desprecio. La rabia me marcaba, ceñí mis cejas y cerré mis puños con fuerza, me sentía débil, menospreciado, inútil e imberbe.

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⏰ Última actualización: May 12, 2016 ⏰

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