Capítulo XXX

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Emma

-¡¿Qué?!- Miré a mi acompañante, el cual me mostraba una tierna sonrisa que dejaba al ras unas pequeñas margaritas en su rostro, junto con una nariz perfilada, un rostro sereno mientras sus pestañas marcaban sus párpados cerrados, yo le miraba atónita.- ¡¿Qué?!-le volví a repetir.

-Lo que has escuchado, ¿no te parece la idea?.-decía mientras seguía mostrando esa dulce pero perversa sonrisa, la cual, transmitía una inconfundible y desesperante agonía...

-Eso es a lo que me refiero, ¡¿cómo diantres esperas que me case contigo?!, ya lo he dicho un montón de veces, amo a mi hermano, Damian, y por más que le dejara, no me casaría con un hombre que vengo conociendo desde hace tan poco. Se razonable Marcos, ¿qué es lo que te sucede?, has estado actuando extraño...desde que pregunté por aquella mujer.-dije casi molesta, gritando.

-Esa mujer no tiene nada que ver en todo esto, esta es mi decisión. Yo estoy completamente enamorado de ti, así que no dejaré que te arrebaten de mis brazos nuevamente.

-¿Nuevamente?-lo miré con los ojos tan abiertos como platos, sin dejar de pensar que ya era la segunda vez que me insinuaba algo así.

-Eee, lo siento, quiero decir, no me gustaría perderte, ya que por fin he encontrado a alguien que realmente amo, y verla triste y en agonía por un amorío sin base ni justificación me preocupa, a tal grado de querer protegerte y estar siempre a tu lado, además, tu tienes cierta inclinación hacia mí, y te digo desde ya que la aprovecharé para capturarte y hacerte mía. Piénsalo Emma.

Lo miré preocupada, era verdad, mi mundo es Damian, y además el hombre que amo, al cual me entregaría sin ningún remordimiento a pesar de ser mi hermano, pero tampoco puedo decir que no siento cierta atracción hacia este hombre, un gusto raro, después de todo esos enigmáticos ojos verdes, que a pesar de ser tan bellos aún me parece que intentaran buscar a otra persona en mí, ¿un gusto algo masoquista quizás?, pero atracción al fin y al cabo. Y sin más, saldó la cuenta en la caja, junto a la señorita encargada, me sonrió al mismo tiempo que cerraba los ojos, dándome un sentimiento de dulzura y amor.

-¿No vas?.

-Yo...yo, por supuesto que voy.-La yo muy tonta había olvidado que tenía clases, y las cuales además estaba perdiendo, así que sin más tomé mi mochila, me paré de un salto del el asiento y me dirigí hacia él, salimos de la cafetería, él me miró y tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos; sentí un pequeño escalofrío y me sentí algo insegura, a pesar de que no hacia tanto frío y hace poco había tomado una bebida caliente, aún así su mano estaba fría, y sin pensármelo dos veces tiré mi mano, soltándola rápidamente de la suya.

-Tu pequeña mano es cálida, igual a la de ella, mi pequeña Emma.- Le miré incrédula.

-No me toques tan familiarmente-dije con enojo- pero, ¿igual a la de ella?.

-Sí, igual a la de ella, definitivamente tú serás mi perfecta esposa.- Le miré, pero ya no me limité a preguntar, Marcos siendo amable siempre termina diciendo cosas sobre él, quizás si no le hago preocupar pueda sacar más información, sobretodo de aquella mujer incógnita del cuadro, después de todo no me creo el cuento de que es su madre la retratada.

Marcos

La vi con un rostro decaído, con un semblante preocupado y un ánimo cabizbajo, síntomas de dudas, otras cosa igual a la de Lorena, es impresionante el parecido en ellas, aunque claro, Emma es más independiente y tenaz, una mujer decidida; mientras que mi Lorena era una mujer algo sumisa y dependiente, una niña consentida que creció con los halagos y mimos de sus padres, la amaron mucho, por esa razón los Saramago cuando supieron de su enfermedad se volvieron locos, y cuando se salió de desenfreno la situación no tuvieron más remedio que llevarla a ese hospital psiquiátrico, y yo si hubiese sido mejor, si la hubiese detenido, ella...ella definitivamente estaría conmigo...pero sin embargo todavía tengo a Emma, ella será el reemplazo perfecto de mi querida Lorena. Seguía sumergido en mis pensamientos cuando Emma se acercó a mí, presionando su cuerpo al mío, me estremecí al suave contacto, le miré y noté su mirada perdida, los labios apretados mientras unas pequeñas lágrimas resbalaban por su rostro; la tomé entre mis brazos y miré en la dirección anteriormente vista por ella, y eran Damian junto a un chico de pelo castaño, el segundo siguiendo al primero; claro, Emma me había dicho de las supuestas sospechas de sus amigos, seguramente él estaba pidiendo explicaciones a su hermano.

Amor ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora