Capítulo 8

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Unos rayos de sol iluminando la habitación me despertaron repentinamente seguido de una voz hablando al teléfono.

-Oye, no. -El rubio insoportable.- Sabes que si me retiro ahora sospecharán de que los engaño. -Dijo casi susurrando.- ¡Lo sé, pero no tienen más armas que yo sepa! Las tienes todas tú, bueno, la otra pandilla ha robado también. -Informó algo decepcionado.- No, no te fallaré.

Aguardé unos segundos y salí para ir hacia la habitación de S, pero una mano oprimió mi boca y alejé mi mano del picaporte.

-¿Qué haces? -Preguntó cerca de mi oreja.- ¿Qué has oído?

-¿Oír que? -Dije haciéndome la boba, me sale muy bien.- Es de día, me he despertado recién.

Me arrastró de vuelta al cuarto y me arrojó al piso con fuerza.

-Odio que me mientan, estúpida. -Dijo enojado caminando hacia mí a la vez que yo retrocedía gateando.- ¿Qué has oído? No lo volveré a preguntar.

-No he oído nada, lo juro. Acabo de despertar. -Dije nuevamente mirándolo a sus enojados ojos celestes.-

Su mano sujetó mí cuello con fuerza, tirando hacia arriba para levantarme del suelo y acorralarme contra la fría pared.

-No me mientas o juro que te mato. -Susurró apretando sus dientes a la vez que me tomaba con más fuerza.-

Su mano era enorme y pesada, y con cada ajuste que le hacía a su agarre, el aire en mis pulmones disminuía. Intenté apoyarme en puntitas sobre el suelo, pero su altura me lo impedía.
Lágrimas se acumularon en mis ojos debido a la desesperación del momento aunque a él no le importó ya que no aflojó su fuerza en ningún momento, pero mis ojos comenzaron a pesar al igual que todo mi cuerpo. La imagen de él no era clara como todo su alrededor, molestos pitidos resonaban en mis oídos a la vez que tomé una última y pobre cantidad de aire.

-Odio que seas sincera. Te odio. -Dijo soltándome a la vez que mi cuerpo cayó desplomado al suelo complemente inerte.-

El aire apenas ingresaba en mis pulmones ya que seguía sin poder respirar, pero él sólo se fue del cuarto sin hacer ningún ruido dejándome en el suelo.

La voz de S saludando a todos en la sala indicaba que estaba despierto y que vendría por mí en cualquier momento, o eso espero.

-¿Alguien sabe si ya despertó? -Preguntó él.-

-Sigue dormida, acabo de verla. -Respondió el maldito rubio.-

-De acuerdo. -Dijo S a la vez que oía sus pasos alejarse.-

Permanecí en el suelo unos largos minutos hasta que no se oían más voces ni pasos en la casa. No sabía si se habían ido o qué, pero ahora podría salir a comer algo. Estoy muriendo de hambre.

Abrí lentamente la puerta evitando que hiciera algún chillido o algo y caminé en puntillas hacia la sala. No había nadie.
Corrí a la cocina y tomé la manija de uno de los muebles marrones para observar su interior, descubriendo una caja de cereales con azúcar, ideal para recuperar energías.
Raramente, tenían una cafetera y su contenido seguía caliente asique tomé una de las tazas que estaban secándose sobre un trapo celeste y me serví en ella.

De repente siento una respiración en mi nuca y se me eriza el vello de la piel por completo. Aún tenía el maldito rodete.

-¿Qué tienes en el cuello? -Preguntó S atrás mío.-

No respondí, solamente respiraba agitadamente con una mano enredada en la taza y la otra sujetando la mesada de mármol. Me estaba poniendo nerviosa y él lo notaría, no es estúpido.

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